El abigeo chileno, de bracitos cortos y mirada extraviada, famoso por hurtar y robar yeguadas de todo tipo desde hace decenas de años, fue absuelto y quedó libre de polvo y paja.
Más de paja que de polvo, porque la polvareda que desató la comunicación absolutoria momentánea del fiscal War aún impide respirar y una nube tóxica se suspende sobre la ciudad.
“Yo no fui”, había espetado el abigeo turnio y -presente su familia en la corte- parecía haber buscado en ella al responsable. Un ojo del abigeo se posó a la derecha de la family office; el otro miró, medio en blanco, al centro, y entonces el fiscal War aceptó la petición de la defensa en el sentido de que el abigeo turnio y de bracitos cortos, pobrecito, debía ser urgentemente operado de la vista, para fijar sus ojos y continuar con el juicio.
El abigeo se inscribió en la cola del Auge y en la del Ges para hacerse la operación a los ojales, de tal manera que, para que haya otro juicio, deberán pasar años.
Y así el abigeo turnio, como está hoy libre, podría ser candidato en las elecciones de noviembre, donde los dueños de caballos y yeguas, tan golpeados una y otra vez por los delincuentes, podrían volver a elegirlo presidente.¿Por qué no?
A la salida del tribunal, el fiscal War declaró a la prensa – que estaba muy tranquila y conforme con su fallo- que el abigeo quedaba libre como han quedado libres, y han muerto así, destacados criminales en el país, incluso un Jefe de Estado.
“Así somos”, dijo War y así sucede en los países más desarrollados del mundo” sentenció. Y continuó: “En España, la Madre Patria, ha
quedado libre la hija del rey y el delincuente que pisó mierda, es decir que se casó con ella”. “Ambos habían metido las manos en palacio y a la billetera del rey mientras éste, cufifo, cazaba elefantes”. “Y vean ustedes lo que sucede en El Vaticano, Estado en que el Papa, su Jefe de Estado, denuncia ante la prensa internacional que los cardenales son mafiosos y pederastas pero nunca pasa los antecedentes a la justicia romana (u otra) para que alguno de ellos sea juzgado”. “Todos ellos están libres” terminó diciendo el fiscal, “igualito que nuestro conocido abigeo”.
“No hemos podido imputar al A.T. directamente ni a otro de su family office, aunque no podemos descartar su responsabilidad penal” concluyó War.
E invitó al abigeo turnio, que aceptó de inmediato, a tomarse un aperitivo en “El Nacional”, al frente de tribunales.
El aperitivo se prolongó. El fiscal pidió porotos con rienda y chunchules y agua mineral, y el abigeo un curanto con chicha, ya que tenía esa costumbre porque poseía en Chilué un tercio de la isla. Vió doble el platazo y el vaso, y se los enguchó como tales.
A la salida hacia tribunales, una poblada, con carteles, pifió e insultó a ambos. ¡Ladrones! Les gritaron.El abigeo los miró a los ojos pero no vio a nadie, por razones obvias.
Mientras cruzaban Bandera, el abigeo turnio, que zigzagueaba más que de costumbre, preguntó en voz baja al fiscal, abriendo sus ojos y un gran saco que hasta entonces había mantenido escondido con sus famosos bracitos cortos: “Usía, dijo ¿y dónde cree, Usía, que podría vender estos pollitos, que expropié a productores coludidos, también anoche, antes del fallo?” “Hay más”. Y dio un par de tiritones eléctricos con su cuello.
El fiscal se acordó, por suerte, del caso de la Minera Dominga que, en el mandato anterior del abigeo turnio, se cerró inmediatamente el lunes, y llamó a carabineros que volvieron a detener al abigeo turnio pero ya no como abigeo sino sencillamente como ladrón de gallinas.
Ese mismo día se supo que el delator, el delator de los negocios más turbios efectuados en este país, más turbios quizás que los del abigeo turnio, había muerto, tres días antes de declarar en juicio abreviado. Estaba muy enfermo en verdad. No es broma. Y que, en Uruguay, había sido encontrado muerto en su piscina el investigador que había abierto el caso de los “panamá papers”, sobre inversiones chuecas en paraísos fiscales como el usado hasta ahora por el abigeo turnio y su “family office”. La UDI, además, denunció un atentado terrorista a su sede, por la explosión de un guatapique a varias cuadras de distancia, el mismo día.
El fiscal War frunció el zuño. “Muchos” se dijo.
El famoso abigeo, hoy también ladrón de gallinas, durmió tranquilo, con un ojo cerrado y el otro con la pupila orbitando con rapidez, como una ruleta perdida y sin premio.
Y así estamos ahora.
Con el ex abigeo libre pero vigilado, acusado de ladrón de gallinas.
Y piquetes protestando.
“No muchos” se dijo War.
Está más o menos clara la cosa, y más o menos oscura.