Noviembre 16, 2024

Michel Onfray: Nietzsche, anarquismo y decadencia

El anarquismo, al igual que el marxismo, es un verdadero  océano en el cual coexisten varias tendencias, a veces contradictorias entre sí. En el caso del marxismo, hay una forma totalitaria basada en una ortodoxia sectaria, y una abierta al diálogo.

 

 

Nietzsche fue mucho más conocido después de su muerte que en vida: pocos comprendieron que la filosofía del profesor alemán era una manera de enfrentar la  existencia de un cuerpo enfermo, pero de una mente brillante y muy prolífera. Seguidores de Nietzsche los hay de todas las tendencias, pero este filósofo tuvo la mala suerte de que su hermana, Elizabeth Foster, heredara su obra literaria y filosófica, y se apropiara de la Fundación que llevaba el nombre  del filósofo, poniéndola al servicio del Nacional Socialismo. Nietzsche no tiene nada de antisemita. Spengler, por ejemplo, nunca estuvo dispuesto a avalar el la filosofía nazi, y murió solo y negándose a recibir homenajes del régimen nazista.

Onfray toma  la genealogía nietzscheana  del pensamiento, es decir, no conformarse con la obra escrito por un filósofo determinado, sino que hay que adentrarse en la raíz, en el contexto y en la historia de una posición filosófica dada. Por ejemplo, el estructuralismo sólo se interesaba en las ideas de un pensador y prescindía de su  biografía, contexto histórico y tendencias y amistades que lo inspiraron: para entender el “jardín” de los epicureanos, una forma de aislarse de la polis, hay que entender el estado de decadencia de Atenas, lo cual explica el desinterés en la política por parte de los miembros de esta escuela filosófica; no se puede entender la existencia de Jesús sin comprender el mesianismo judío, contenido en el antiguo testamento; la decadencia de occidente, de  Spengler – un profesor secundario que, ni siquiera ganó un concurso para dictar cátedra en la universidad –  sin tomar en cuenta la derrota del ejército alemán, además del sentimiento de humillación luego del Tratado de Versalles, que llevó a Hitler a explotar el poder de los resentimientos.

Otra de las grandes tendencias universales es el anarquismo que, generalmente, es mal entendido por los ciudadanos. El eslogan, “ni Dios ni amo” pertenece a August Blanqui, gran revolucionario francés, que planteaba la lucha insurreccional contra la burguesía. Blanqui pasó gran parte de su vida en la cárcel. Entre los comuneros de 1871 había personas de distintas tendencias: blanquistas, jacobinos y prudhonianos la mayoría, y los miembros de la Primera Internacional eran una minoría. Uno de los fundadores del anarquismo, William Godwin, en 1793 escribió el ensayo Una investigación acerca de la justicia política, y aunque no usaba el término anarquismo, su obra era una profunda crítica al poder establecido y la búsqueda de una sociedad libre. En la Revolución Francesa hay tres pensadores que se pueden relacionar con los libertarios: Sylvian Marechal, autor del Manifiesto de los iguales, que reivindica el disfrute común de las tierras, como también el fin de la diferencia entre gobernad-os y gobernantes, entre ricos y pobres. Otros personajes fueron Graco Babeuf y Filippo Buonaroti, quienes ‘plantearon la abolición de la propiedad privada.

Durante el siglo XIX, Max  Stirmer plantea el anarquismo individualista en su libro El único y su propiedad, (1844), obra en la cual  plantea una apología del egoísmo. Por otra parte, Pierre Joseph Proudhon, autor de la famosa frase “la propiedad es un robo”, plantea la idea del federalismo, de la creación de las comunidades campesinas y de un banco popular – posteriormente se convirtió en el Banco Mutualista – y tuvo una concepción de la dialéctica distinta a la de Hegel, quien  visualiza una triada, negación, afirmación y síntesis, mientras que Proudhon se refiere sólo a la afirmación y a la negación. Karl Marx, en La sagrada familia, se burla de la obra de Proudhon, El sistema de las contradicciones económicas o la filosofía de la miseria, respondiéndole con su libro Filosofía de la miseria, (1844). Onfray se declara inspirado en los girondinos y en el pensamiento de Proudhon, y propone un programa político que instaure el federalismo y las comunidades campesinas, a fin de terminar con el imperialismo parisino.

El príncipe Michel Bakunin es el más conocido de los pensadores anarquistas: planteó la huelga revolucionaria que llevara a la destrucción del Estado. En la Primera Internacional tuvo fuertes disputas con Carlos Marx, a quien consideraba un alemán autoritario; Bakunin se oponía a la dictadura del proletariado, pues llevaría a la omnipotencia totalitaria de los funcionarios revolucionarios por sobre el proletariado – como así ocurrió y aún sucede en varios países -.

En Estados Unidos, Henri David Thoreau expresó el famoso concepto de la “desobediencia civil”, negándose a pagar los impuestos, pues estos dineros  eran usados para guerra y la explotación del proletariado, hecho que lo llevó a la cárcel. Otros pensadores que brillaron en la época fueron el  escritor ruso León Tolstoi, autor de una tendencia denominada “anarquismo cristiano”. En la misma Rusia, el príncipe Pior  Kropotkin participó en la Revolución Rusa, a la cual acogió con gran regocijo, pero Trotsky asesinó a muchos  anarquistas; siempre ha habido una lucha a muerte entre los libertarios y los totalitarios de la dictadura del proletariado.  Kroptkin fue  autor del libro  La conquista del pan, obra que inspiró a muchos libertarios del mundo.

Otros de los grandes inspiradores libertarios fueron Errico Malatesta y el geógrafo francés Eliseo Reclus: En España podemos citar a Pi Margall, gran federalista de la Primera República,  a Francisco Ascaso,  a Juan García Oliver y a Buenaventura Duratti. El anarquismo español fue muy importante en Barcelona, Cataluña, Aragón y Andalucía y jugó un rol fundamental en la guerra civil española contra el fascismo de Francisco Franco.

En América Latina, el anarquismo se desarrolló con los hermanos mexicanos Ricardo y Enrique Flores Magón y, posteriormente, con el zapatismo. En Argentina, con la “rebelión de la Patagonia, en 1921, y, en Chile, resaltaron los libertarios escritores Juan Domingo Gómez Rojas, Carlos Pezoa Véliz, José Santos González Vera y Manuel Rojas y, en su juventud, Luis Emilio Recabarren. Una de las representes del feminismo anarquista fue la española Belén de Sárraga,  quien estuvo en Chile, en el norte grande, en 1913.

La desesperación en la consecución de las metas llevó al anarquismo a tomar el camino de los atentados, no sólo contra monarcas e importantes  figuras políticas – Presidentes de la República, Ministros – sino también contra personas comunes; Famosa fue la bomba instalada por Henri, en el café de la Gare Saint Lazare; al ser interrogado por el juez, dijo no arrepentirse, pues “lo había hecho contra aquellos pobretones serviles del capitalismo, que hacían más daño que los reyes”. El más de estos revolucionarios violentos fue Ravachol, en cuyo honor se dedicó una marsellesa, cuyo estribillo terminaba en la apología de la bomba.

En la actualidad existe un pos anarquismo, cuya figura más conocida es el norteamericano Noam Chomsky y, en Francia, Albert Camus y, anteriormente el dramaturgo noruego Henrik Ibsen y el francés Michel Foucault. Contemporáneo podemos citar al autor que estamos comentando, Michel Onfray.

En política, Onfray se declara libertario, pero rechaza, por ejemplo, el Tratado de Lisboa, que formó la Unidad Europea, y es muy crítico del socialismo francés, partido al cual acusa de traición desde el momento en que Francois Mitterrand adoptara el socialismo liberal. Esta crítica a la “Europa de los bancos” le ha valido el que muchos izquierdistas lo  acusen de estar aliado con Marine Le Pen. En distintas conferencias Onfray ha expresado que desde el fin del gobierno de Mitterrand él se abstiene de votar, pues no hay actualmente una izquierda libertaria que desarrolle un federalismo que termine con el dominio de la Metrópoli, París, y permita mejorar la calidad de vida de los sectores rurales.

En el tema del islamismo, Onfray critica el colonialismo y el asesinato de cerca de cuatro millones de musulmanes y, sobre todo, la alianza del gobierno de Mitterrand con el de George W. Bush, en la guerra de Irak y, en la actualidad, la política intervencionista de François Hollande, fundamentalmente en el Megreb y en Mali.

Onfray, en su crítica a las religiones monoteístas, ha estudiado a fondo el Corán y sostiene que muchas de sus surras llaman a la violencia, justifican la Jihad, como también se les atribuye machismo y lenguaje despectivo para todos aquellos  no creyentes del islam.

(En último capítulo se analizará la posición de Onfray sobre la decadencia de la civilización judeo-cristiana).

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

17/02/2017           

 

 

 

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