Hace pocos días y jugando como título con la letra del tango “Cambalache” de Enrique Santos Discépolo, se difundió un comentario del periodista Tomás Mosciatti acerca del encuentro de personajes de muy variado signo en lo que él llamó “una fiesta de la impudicia y del blanqueo”. Se refería a una celebración en los lujosos salones del Club de Polo San Cristóbal en Santiago de un grupo de empresas de “lobby” y sus colaboradores más estrechos.
El periodista cuenta que se encontraba de vacaciones en enero cuando el sábado 14 de ese mes leyendo El Mercurio, página 17 del cuerpo A, vida social, se enteró de la noticia del aniversario de Azerta, una de las principales empresas “lobistas” y en la que sus anfitriones fueron la suprema jefa Cristina Bitar, secundada entre otros por Gonzalo Cordero. El agudo comentario del periodista sobre aquella página social adornada profusamente con fotos a colores, destaca que entre los asistentes había empresarios y otra gente “importante”.
Como el ex contralor Ramiro Mendoza y el ex presidente del Tribunal de Defensa de la Libre Competencia, además de Piero Solari del grupo Falabella, Roberto Salas de Maciza, Marcelo Forni en representación de Alvaro Saieh, de La Tercera y Unimarc, Cristian Larroulet, uno de los que administra los dineros de Piñera, también algunos abogados, incluídos ex miembros del tribunal “ de la libre competencia” y representantes de IANSA, de la Compañía General de Electricidad, de Ultramar, de Air Genet, y otros como Guillermo Arthur en representación de las AFP.
Acerca de la anfitriona, Cristina Bitar, el periodista recuerda que una de sus empresas, “Inversiones Lima”, está entre las que más ha boleteado falsamente a Soquimich y que además figura entre las mayores evasoras del pago de impuestos. Una empresa que ha asesorado nada menos que a empresas como Cencosud de Paulmann cuando elevaba su edificio sin permisos, a la malhadada Inverlink, ¡a Pascua Lama, Alsacia y Central Castilla!
No le falta razón al comentarista al sostener que la motivación de la referida fiesta es sin duda una “ actividad oscura” ; el llamado lobby en efecto constituye un fuerte estímulo a la conducta ilegal e inmoral de ciertos sectores de la política nacional.
Falta agregar algo importante porque en la animada fiestoca también estaba Ricardo Solari, conocida figura del Partido Socialista y presidente del Consejo de Televisión Nacional. Sí, de TVN, uno de los canales que es supuestamente estatal y que sin embargo no ha tratado bien al gobierno de la presidenta Michelle Bachelet.
No sostengo en absoluto que haya que ocultar los errores que inevitablemente todos los gobiernos cometen, no se trata de eso. Pero al menos diferenciarse adecuadamente de aquella prensa abiertamente antidemocrática y que bien conocemos a partir de su conocida participación en el sangriento golpe del 73 y su financiamiento ilegal por la CIA. Medios que, como todos sabemos, contribuyen en nuestros días a generar el ambiente de total desconfianza en el gobierno pero en lo esencial y sobre todo a crear desconfianza en las reformas en curso y en la posibilidad del cambio de la estructura económica, social y jurídica de Chile.
No parece justificable la presencia del máximo representante del único medio de comunicación estatal en ese encuentro de los negociadores de pasillo y de los representantes de empresas que tanto daño han hecho al país en diferentes áreas sociales, ecológicas, medioambientales, legales.
Valga a este propósito citar recientes referencias al tema de los medios de comunicación en nuestro país formuladas por el diputado Guillermo Teillier quien reiteró algo que todos sabemos pero no siempre decimos, como es que los medios de comunicación en este país están mayoritariamente al servicio de los intereses de los grandes grupos económicos y de la derecha política y agregó que “ el Gobierno de Chile no tiene medios de comunicación.”
Frente a la existencia de TVN, Teillier sostuvo que dicho medio “ a veces es peor que algunos de los privados.” Agregó que ambos elementos juegan en favor de la derecha y que la lucha por cambiar la situación es y será dura, lamentando a la vez que esta situación “ no se haya podido solucionar y hay que pensar en hacer reformas de carácter constitucional”.
Agreguemos que nada de esto es obra de la casualidad. Lo demuestra entre otros elementos, la propia reacción cavernícola de los dinosaurios de la política criolla que saltaron de inmediato ante los dichos de Tellier, presidente del Partido Comunista invocando un supuesto “ pluralismo político, ideológico, religioso, partidista”, algo que estos sectores no defendieron en dictadura.
Y agregaron que no apoyarán la creación de una unidad político-comunicacional de apoyo al Gobierno. “ Sería incumplir con el espíritu de TVN, desvirtuar sus orígenes pluralistas al servicio de todas las manifestaciones de Chile ; en otros países existen canales oficiales, esperamos que en Chile eso nunca ocurra” fueron parte de los dichos de estos ultraconservadores preocupados que se pueda afectar al monopolio mediático nacional que, partidario de la dictadura ayer, hoy con fuerza defiende mezquinos intereses.
Y así pues, no fue casualidad que en su momento la derecha sepultara al histórico diario La Nación, ni es casual que hasta ahora desde el propio Estado se impida de diversas maneras la reaparición del periódico Clarín lo que afecta no sólo a su legítimo propietario sino al pueblo chileno y en particular al movimiento popular. Tampoco es casual la conducta “objetiva” de TVN.
Detrás de todo están los sectores que negociaron nuestra “transición”.
Una negociación cuyo objetivo fue claramente que lo esencial del modelo económico social de la dictadura quedara igual. Y ese modelo supone el control total de los 3 factores esenciales del poder político: la fuerza de las armas, el poder del dinero y la información.
En nuestro país, es cierto, existen las redes sociales, hay medios de prensa digitales alternativos como éste en que escribo, también algunos medios impresos o hasta radioemisoras progresistas pero, digámoslo francamente, pese a sus esfuerzos más que heroicos no resultan suficientes para contrarrestar a los poderosos medios del statu quo.
Lo dramático e incomprensible de la situación es que no reaccionen algunos sectores democráticos que parecieran haber olvidado el siniestro papel de los ejes centrales de esos medios de comunicación en apoyo a la dictadura. Es más, se olvida que esos medios fueron en concreto cómplices o instigadores de crímenes específicos. Por eso es que resulta condenable que, por mezquinas ambiciones, se continúe del lado de medios y de empresas cuyos jerarcas y propietarios fueron en el pasado cómplices del horror.
Concluyo entonces sosteniendo que pese a todo – y al contrario de los dichos de Santos Discépolo y del título de nota que origina este comentario – en el lodo de la política chilena no todos estamos manoseados. Somos más los convencidos de lo mucho que falta para abrir las grandes alamedas y de la necesidad suprema de perseverar en esa dirección.