El abogado Enrique Olivares, empleado de Julio Ponce Lerou y de SQM acaba de implicar a tres conspicuos políticos (uno de Chile Vamos y otros dos de la Nueva Mayoría) ante la fiscalía y la PDI. Se trata de delitos tributarios y de cohecho vinculados al financiamiento ilegal de campañas políticas.
El establishment de opinólogos que se escandaliza con las brutales impudicias de Trump y ve terroristas incendiarios por todos lados le hace la vista gorda a la corrupción institucional en Chile. No exige que el UDI Larraín, el PPD Girardi y el PS Rossi renuncien a sus cargos de inmediato.
Los militantes de los partidos del duopolio también se callan; reprimen sus propias consciencias. Éstos son cómplices con su silencio. Lo que significa que la corrupción se institucionalizó. Que la ética se fue al carajo.
Se trata en resumidas cuentas de corrupción de la actividad política democrática, es decir de abuso de poder por parte de “representantes” que desvirtuaron su ejercicio al dejarse financiar por empresarios que buscan obtener favores a cambio. Fue así como la captura de la política por el dinero empresarial transformó el fin mismo de la política. La sometió a una lógica que no es la de representar la voluntad ciudadana sino legislar en el sentido de los intereses capitalistas.
La democracia parlamentaria y representativa fue saboteada desde dentro por sus propios beneficiarios y controladores que no supieron resistir al poder del dinero erigido en parámetro de las campañas. Y la crisis del capitalismo ha aumentado el poder de los empresarios en todas las sociedades liberales (Rusia incluida por supuesto). Estos poseen los medios de información que construyen la agenda.
Que la derecha se deje financiar por el capital es parte del juego normal de poder. Que quienes se dicen de izquierdas lo hagan es una traición a los principios e ideas que las sustentan. La socialdemocracia y los progresistas para corromperse debieron banalizar el poder económico en la sociedad, cantarle loas a los principios del mercado y justificar el individualismo posesivo. Hoy, a los electores que deciden votar les va quedando sólo una opción: castigar con el voto a los corruptos.
Por Leopoldo Lavín Mujica