Medios impresos como La Tercera, La Segunda y por supuesto El Mercurio ya adoptaron como línea informativa achacarle la causa de los incendios a supuestos pirómanos. “A la caza de los responsables de los siniestros” titulaba el domingo pasado el primero. Sin embargo, a los autores del artículo no les quedó otra que indicar la presunta responsabilidad de la Compañía General de Electricidad (CGE) en el estallido incendiario de Pumanque.
Con respecto a la piromanía, la hipótesis no es enteramente desechable, pero sólo cobra sentido en un contexto. La piromanía es una patología. Y como opción que aterroriza a una población es en toda circunstancia condenable.
El gran incendio de Fort MacMurray en mayo pasado en Canadá fue después de investigaciones catalogado como intencional. ¿Qué quiere decir esto? Que en las sociedades actuales, y por distintas motivaciones, este tipo de actos delictivos deben ser considerados parte del problema y no la única causa.
Los grandes incendios considerados como catástrofes son multifactoriales, pero esos factores tampoco son enteramente “naturales”. Son causados por la actividad humana productiva considerada “natural” o “normal” cuando la sed de lucro —hecha cultura dominante en el neoliberalismo capitalista— transforma los bosques explotables para ganancia en verdaderos regueros de pólvora. Para identificar estos riesgos están las autoridades competentes y la academia. Y los medios para informar sobre ellos y no para alabar el último recurso de la tecnología salvadora (como la del avión súpertank bautizado la “esperanza” en un programa de CHV-TV). Más vale prever.
La tecnología (la tecnociencia) ella misma “arrasa” la naturaleza. Bien lo sabemos.
Para que la llama encendida intencionalmente por un pirómano con uso de acelerante o la chispa resultado de un accidente cundan deben haber condiciones facilitadoras. Una llama no enciende la pampa húmeda argentina, por mucho que se le eche bencina al fuego. Por lo que se deben poner las cosas en su debida dimensión.
La pirotecnia mediática dominical es instructiva para entender el oscurantismo como cultura propia de la elite editorial chilena. Para Jorge Navarrete columnista de La Tercera, puesto queesta tragedia “es tan inédita como dramática” no admite comentarios críticos. El opinólogo se trasforma en inquisidor para defender su Gobierno.
Sergio Melcnick gurú piñerista y vocero de la oligarquía llama a reprimir los “asomos de terrorismo” y Héctor Soto no perdió la ocasión para agitar la “amenaza del terrorismo”.
De su lado Max Colodro hace metafísica acerca de “La llama doble” para plagar el debate de sospechas con respecto a la “seguridad nacional”. Palabrita que bien sabemos utilizada por los amantes del orden y de la propiedad impide la reflexión seria en nombre de los eternos “valores de la Patria” (extraño viniendo de alguien que se presenta como filósofo). Y si F. Villegas pasa en revista a los responsabls es para dejar de lado a la industria forestal y su modelo de crecimiento.
Ninguno de estos comentaristas del medio que se caracteriza por criminalizar al pueblo mapuche —salvo la honrosa excepción de Oscar Contardo— opta por el debate racional acerca de los poderosos intereses en juego, del mal desarrollo forestal capitalista primario-exportador que ha enriquecido a unos pocos y transformado a poblaciones en indefensas y cautivas de catástrofes. Ni tampoco de la ignorancia brutal y la falta de pragmatismo en estos casos de la elite ante los riesgos del calentamiento global.
Porque junto con el calentamiento global (falta de lluvias, vientos calientes, sequía, etc) estamos ante una realidad construida por la actividad productiva (empresarial) con explosividad en aumento.
Esta explosividad catastrófica es la que se le exige a los Estados de asumir como un riesgo. Y entregar a los bomberos voluntarios —y a los miles de jóvenes chilenos dispuestos a participar— equipos e instrucción adecuada. Además de dispositivos profesionales humanos y técnicos adaptados.
Cuando los Estados y gobiernos (como los del duopolio) la hacen la vista gorda al problema es porque evitan enfrentarse a un poderoso actor económico maderero-exportador-papelero-celulosa y a sus organizaciones gremiales (Sofofa, Asipes, CPC) y políticas (Vamos Chile), o cuando la expertise no existe por desidia, incompetencia o costumbre, es al mismo Estado y a sus instituciones parlamentarias que hay que exigirle rendimiento de cuentas.
Hoy las marejadas en Viña del Mar son una atracción turística. En algunos años el alza del nivel de los océanos, resultado del aumento de la temperatura global y el descongelamiento de glaciares y cascos polares, conformarán otro riesgo que hay que evitar se transforme en crisis humanitaria y ecológica.
Por Leopoldo Lavín Mujica