Obama va a terminar sus ocho años de gobierno con un balance de luces y sombras: entre los aciertos, en primer lugar, el haber sorteado la más grave crisis económica después de la de 1929; en segundo lugar, la creación e implementación del proyecto de salud Obamacare; en tercer lugar, la política de apertura con Cuba, que culmina con “el pie mojado, el pie seco”. Entre lo más opaco de su gobierno se cuenta la expulsión de 2.600.000 inmigrantes – novecientas personas por día – además de su errática política internacional.
Los ocho años de Barack Obama en el poder no correspondieron a las expectativas que su personalidad carismática despertaron en Estados Unidos y en el resto del mundo, el primer Presidente de origen afroamericano, fue mucho mejor orador que gobernante – una legitimidad carismática, para usar los términos de Weber, no siempre se ajusta a una buena gestión gubernativa, sin embargo, Obama termina su mandato con el 58% de apoyo de la ciudadanía, un récord si se compara con algunos otros gobiernos en el mundo, que terminan, en promedio, entre el 10% y 20%. Obama comenzó y terminó su mandato con piezas oratorias brillantes y muy cercanas a la ciudadanía, que se sintió motivada y siempre entusiasmada con la famosa frase “Sí se puede”.
Ad portas del traspaso de poder, Donald Trump continúa siendo más bien un animador de un reality show que un estadista, y los que creían que el triunfo en las elecciones de noviembre iban a templar su carácter se equivocaron rotundamente. En cuanto a su equipo de gobierno, destaca el nepotismo al colocar a su yerno como como asesor especial presidencial y, en los puestos claves, a personajes ultraderechistas, racistas y estrafalarios, como es el caso de Mike Pompeo, en la CIA; Jeff Sassions, en Justicia; Mike Flynn, en Seguridad Nacional y a John Kelly en Seguridad Interna; James Mattis, “el perro furioso”, en Defensa.
En la primera conferencia de Prensa, el Presidente electo se negó a dar la palabra al reportero de CNN, acusando a ese medio de publicar artículos sobre concomitancias entre él y Putin, sobre todo lo referido al contenido de hackeo, indagado por Christopher Steele, ex espía inglés – hoy desaparecido ante el peligro de integridad de su vida y la de su familia -. En un texto de 35 páginas, publicado en Buzzfeed, medio electrónico de Estados Unidos, y reproducido en parte por CNN. Los ataques de Trump a la Prensa se han hecho famosos, por ejemplo, en plena campaña presidencial, un gorila de Trump sacó a la fuerza al periodista Jorge Ramos, de Univisión, al formularle una pregunta sobre la inmigración y el muro a construir, hecho que molestó al entonces candidato.
Es lamentable el constatar que ninguno de los representantes de los distintos medios acreditados en la última conferencia de Prensa haya solidarizado con su colega, muy por el contrario, las provocaciones a la Prensa por parte del presidente electo le han sido muy favorables – ahora y durante la campaña – propiciando prácticamente su triunfo mediante una publicidad gratuita; en Trump es más importante el personaje grosero, sexista, violento y narcisista que el estadista.
Lo que sabemos de Trump a través de su actuar es que no es un demócrata, sino más bien un déspota, millonario, que se burla del prójimo – recordemos la imitación al periodista minusválido -, además de ser un fascistoide ultra-reaccionario y racista, y sus dichos sexistas respecto a la mujer fueron muy difundidos durante la campaña. A pesar de sus características personales y políticas, sus promesas demagógicas, nacionalistas y populistas lograron penetrar en un sector de la opinión pública norteamericana integrado, fundamentalmente, por blancos, pobres y de habitantes de pequeñas ciudades.
En la conferencia de Prensa, Trump repitió los puntos más proteccionistas de su programa, entre ellos, la construcción del muro en la frontera con México, con la promesa de que más temprano que tarde este país terminará pagando la millonaria suma de la construcción del muro, a través de la suspensión de las remesas, por ejemplo.
El caso del hackeo achacado a Putin, tanto a los Demócratas como a los Republicanos, se ha convertido en un problema central en esta transición: las Agencias americanas, sobre todo la CIA y el FBI, han comprobado la intervención del gobierno ruso, y el Presidente Obama y el electo Trump ya están en conocimiento de estos informes; aunque Trump no puede negar esta realidad, tiende a postergar las acciones que considere pertinentes para el futuro, cuando una comisión dé a conocer las conclusiones de la indagación.
En este espionaje aparecen actuaciones que hablan muy mal de Trump, como el famoso episodio de orgía, con prostitutas incluidas, que orinaban en la cama del hotel, donde antes habían dormido Obama y su esposa Michelle; además, contiene opiniones negativas con respecto a los negocios del magnate newyorkino. Con la prepotencia acostumbrada, Trump se burló de su rival, Hillary Clinton, al atribuirle en los informes de espionaje el conocimiento previo de las preguntas antes de los foros.
El Tema del hackeo ruso ha adquirido especial importancia, especialmente en los Diarios europeos, pues temen que la supuesta intervención de Putin en las recientes elecciones presidenciales norteamericanas se pueda repetir en las francesas y alemanas, ahora en favor de Marine Le Pen y de los nacionalistas germanos, respectivamente.
El ex espía británico, Christopher Steele, que anteriormente había descubierto los escándalos de corrupción en la FIFA, y que abarcaba a muchos dirigentes del futbol a nivel mundial, ha vuelto ha vuelto a jugar importante al descubrir los asuntos de espionaje rusos.
A escasos siete días de la trasmisión de mando en Estados Unidos, la figura de Obama crece, sobre todo si se va comparando con el negro panorama nacional e internacional que se vislumbra en el mandato de Donald Trump.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
14/01/2017