Mientras más se desprestigia la clase política, cuando más los ciudadanos no creen en partidos e instituciones, cuando más anomica y analfabeta se sigue tornando la sociedad civil, cuando los abstencionistas suman más del 60% del universo electoral, cuando estamos convencidos de que las encuestas son un fraude para engañar a los ciudadanos, más crece el apoyo a la candidatura de Alejandro Guillier, ya proclamado por el Partido Radical y acompañado por oportunistas sempiternos, entre ellos el técnico electoral Pepe Auth, y algunos otros de diversos partidos que están volviendo al seno de la casa paterna, como el diputado Tucapel Jiménez.
El mérito del periodista candidato es la credibilidad cuando los demás aspirantes son rechazados por la ciudadanía a causa un de su pasado negro, que los condena, y otros por la mezcla entre la política y los negocios. Es extraño que único que sigue zafando, Sebastián Piñera, a quien la justicia absuelve sin siquiera pronunciar un acto de contrición. (Ni siquiera un ave maría)
La estrategia de Guillier, hasta ahora, puede calificarse de brillante: no ve ninguna necesidad de pronunciarse sobre ideas programáticas, ni menos comentar la coyuntura política pues, mientras menos hable, más adherentes tendrá. Cada ciudadano verá en este candidato lo que quiere para él y para el país, así, Guillier será la antípoda del político percibido por la ciudadanía como corrupto.
A Guillier le conviene mantenerse alejado lo más posible de los políticos actuales, a fin de ser considerado como un independiente, ajeno a cualquier interés subalterno.
Hace 65 años que el Partido Radical fue marginado del poder a causa del “triunfo de la escoba”, lema del general Carlos Ibáñez del Campo, para barrer con todos los políticos corruptos de la época. Los radicales eran calificados como corruptos y ladrones por la mayoría de los ciudadanos de entonces: habían gobernado desde 1938 con tres Presidentes sucesivos – Pedro Aguirre Cerda, Juan Antonio Ríos y Gabriel González Videla – y los dos primeros murieron antes de terminar su período presidencial. Don Pedro Aguirre Cerda dejó muy buena fama entre los chilenos, tal vez porque estuvo en el poder poco tiempo, y demostró amor y honestidad hacia su pueblo. (Nunca he podido explicarme la buena fama de don Juan Antonio Ríos: era un militarista-ibañista que, al final, aprovechó el triunfo de los aliados en la segunda guerra mundial, aunque Chile fue neutral durante gran parte del desarrollo de la guerra, sí declaró la guerra a Japón cuando los alemanes estaban prácticamente derrotados. (El padre de Lucía Hiriar fue ministro de Ríos Morales).
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23 Octubre 1938 |
Pedro Aguirre Cerda |
222,730 |
Gustavo Ross |
218.609 |
Carlos Ibáñez del Campo |
112 |
Nulos y Blanco |
443,898 |
Abstención |
56,973 |
Total inscritos |
503,871 |
10 Febrero 1942
Juan Antonio Ríos |
260.034 |
Carlos Ibáñez del Campo |
202,035 |
Nulos Blanco |
4,438 |
Total votantes |
466 507 |
Abstención |
114,979 |
Total inscritos |
581.486 |
4 Septiembre 1946
Gabriel Gonzáles Videla |
192,207 |
Eduardo Cruz–Coke |
142,141 |
Fernando Alessandri |
131,032 |
Nulos Blanco |
1,525 |
Total votantes |
479,019 |
Abstención |
152,508 |
Total inscritos |
631,527 |
4 Septiembre 1952
Carlos Ibáñez del Campo |
444.439 |
Arturo Matte Larraín |
265,357 |
Pedro Enrique Alfonso |
199,360 |
Salvador Allende |
51,975 |
Nulos Blancos |
2 971 |
Total votantes |
955, 102 |
Abstención |
149,927 |
El más desastroso de los gobiernos radicales fue el de Gabriel González Videla, elegido por una alianza radical-comunista y, posteriormente, apoyada por los liberales; en 1948, a instancias de Harry Truman, borró a los comunistas de los Registros Electorales y relegó a Pisagua a los dirigentes más connotados de esa colectividad, basándose en la famosa “ley maldita” (Ley de Defensa de la Democracia), cuyo campo de prisioneros estuvo a cargo de Augusto Pinochet Ugarte.
La Revista Topaze presentaba a González Videla como un personaje superficial y frívolo, siempre bailando samba.
Después de expulsar a los comunistas del poder formó un gabinete ministerial integrado por liberales y conservadores, llamado de Concentración Nacional, pero las huelgas sucesivas hicieron caer ese gabinete; luego convocó a otro gabinete llamado de “sensibilidad social”, incorporando a falangistas y conservadores socialcristianos. Durante este período se produjo el famoso complot de “las patitas de chanco” – plato preferido que se servía en un famoso restaurant de San Bernardo – y la “huelga de la chaucha”, provocada por el aumento de 20 centavos en el boleto de locomoción colectiva.
Votos Partido Radical Histórico
1925 |
56,001 |
21,4 |
1932 |
49,413 |
18,2 |
1937 |
76 ,941 |
18,7 |
1941 |
96 256 |
21,7 |
1945 |
89 922 |
20,0 |
1949 |
100,869 |
21,7 |
1953 |
103,650 |
13,3 |
1957 |
188.526 |
21,5 |
1960 |
245,911 |
20,0 |
1963 |
431,470 |
20,0 |
1961 |
296.828 |
20,8 |
1965 |
312,912 |
13,3 |
1967 |
378,559 |
16,1 |
1969 |
313,559 |
13,0 |
1971 |
228.426 |
8,1 |
1989 |
|
3,84 |
1993 |
|
2,98 |
1992 |
|
4,91 |
1997 |
|
3,13 |
2001 |
|
4,05 |
2009 |
|
3,80 |
2008 |
|
2,39 |
2016 |
|
3,10 |
A finales de este gobierno, los desprestigiados radicales presentaron como candidato a la presidencia de la república al muy reaccionario Pedro Enrique Alfonso, quien le ganó una primaria al candidato falangista Eduardo Frei Montalva. Como ha ocurrido en muchas oportunidades la derecha estaba convencida de ganar: en 1952, con Arturo Matte Larraín contra Ibáñez del Campo y, en 1970, con Jorge Alessandri Rodríguez frente a Salvador Allende.
El triunfo de Carlos Ibáñez del Campo fue, en realidad, una sorpresa para todos: su lema, “Ibáñez al poder, la escoba a barrer” permitía prever que el general, antes dictador, expulsaría a todos los políticos corruptos, especialmente a los radicales. Como mis dos abuelos – Rafael Luis Gumucio Vergara y Manuel Rivas Vicuña – habían sido desterrados en 1927, se sentía el temor de que el “general de la esperanza” hiciera lo mismo de antes, pero fue todo lo contrario: un gobierno débil, gobernado por la oposición, que contuvo todas las conspiraciones militares, entre ellas “la línea recta” y, además, derogó la “Ley maldita” y propició una reforma electoral, por la cual fue posible el triunfo de los candidatos Frei Montalva y Allende.
Número de Partidos Políticos
1932 |
16 |
1937 |
10 |
1941 |
14 |
1945 |
12 |
1949 |
18 |
1959 |
29 |
1961 |
11 |
1965 |
12 |
1969 |
8 |
1973 |
9 |
(Germán Urzúa Valenzuela Historia política electoral de Chile)
La gente suele creer que la corrupción y la mala fama de los políticos y de las instituciones corresponden a los tiempos actuales – no sé cuántas veces escuché el eslogan “a cerrar, a cerrar, el Congreso Nacional” – la diferencia era que los partidos eran de masa y tenían frentes sociales – pobladores, campesinos, profesionales, mujeres – mientras que hoy son sólo mafias de pocos dirigentes, usadas para apropiarse del botín del Estado. Durante el período de Ibáñez hubo 29 partidos políticos, quizás la diferencia radicaba en el voto era obligatorio y se requería el documente de votación para realizar cualquier trámite público.
El desafío actual de los radicales consiste en ser un “partido escoba”, tal como lo define Otto Kirchheimer, es decir, un partido abierto a todos los grupos sociales, sin perfil ideológico definido, abierto a una sociedad de mercado, consumista y heterogénea, con muy poco peso político de los afiliados y de un fuerte individualismo, en consecuencia, un partido que esté dispuesto a aceptar la afiliación de cualquier persona sin mayores exigencias, de otra manera, un partido-esponja, que absorba a cualquier ciudadano. Otra posibilidad, como lo sugieren algunos, sería un partido-taxi: se sube o baja cuando quiera, sin siquiera mirar el taxímetro.
Que los partidos son fundamentales en la democracia es un lugar común, que cada día es menos evidente, pues la tendencia del electorado mundial está marcada por la eliminación de los partidos históricos, ya obsoletos, y el surgimiento de partidos-taxi, de lobistas, de profesionales, de condotiero o de doctorales muy jóvenes, que apenas vienen de descubrir Gramsci y a Maquiavelo. Aun cuando repita mil veces la tesis de Robert Michels, sobre la ley del hierro de las oligarquías de los partidos políticos, es tan cierta como la ley de la gravedad – hay que fijarse desde qué piso se lanza -. (Por mi parte, yo continúo siendo un ácrata tolstoyano no violento y seguidor de Epicuro y de Albert Camus, es decir, pasar del absurdo al humanismo trágico ).
Bibliografía
Rafael Luis Gumucio Rivas y Claudio Vázquez Lazo, Desafío de la soberanía popular, Cesoc, Chile América, 1988.
Germán Urzúa Valenzuela, Historia política y electoral de Chile, (1931-1973)
Ricardo Cruz Coke, Historia electoral de Chile, (1925-1973), E. Jurídica, Santiago, 1984
Marco Enríquez-0minami y Rafael Gumucio Rivas, El problema no es la economía, es el poder, Progresa, Santiago, 2013
Rafael Luís Gumucio Rivas (EL Viejo)
08/ 01/ 2017