Tanto el mundo político como el empresarial llevan largo tiempo “jugando en el bosque”, confiados en que no hay allí licántropo alguno que haga peligrar sus escarceos económicos y abusos de poder. Y siendo sincero, nosotros, los de a pie, también llevamos muchos años jugando en el mismo bosque.
La cuestión es que todos –es decir, ustedes, las ‘autoridades’, así como vosotros, la prensa’, y nosotros los electores- somos plenamente conscientes de estar toreando a la verdad y haciéndole guiños burlescos a la solución de los problemas que aquejan a nuestra sociedad en general, quitándole el bulto a la responsabilidad, cuestión que se esconde bajo la débil capa de una pusilánime comodidad travestida de ecuanimidad en asuntos políticos.
Vea usted algunos ejemplos para entender cabalmente el asunto al que se hace referencia en esta nota. Un estudio encargado por la Fiscalía Nacional Económica determinó que el deleznable “cartel del confort” (papel higiénico o ‘toillet’, además de servilletas y toallas de limpieza), había cobrado un sobreprecio al público consumidor –asentado en la colusión que durante años sostuvieron productores y distribuidores- cuyo resultado fue, para las empresas del ‘cartel’ (CMPC y SCA, ex PISA) obtener más de US$400.000.000 (cuatrocientos millones de dólares) por sobre la ganancia justificada y ‘legal’.
Llega a golpear el alma enterarse de cuánto ganan las empresas concesionarias de carreteras. Nadie en Chile discute lo que es una verdad absoluta: esas ganancias son inmorales. Los contratos firmados bajo gobiernos entregados a las grandes corporaciones no pueden “ser cambiados” (sic). El ministro de Obras Públicas, Alberto Undurraga, admitió que pese a las exorbitantes ganancias de las autopistas concesionadas, el Estado, representado por los gobiernos de turno, no puede hacer nada por modificar las condiciones actuales. Recordemos (olvidar es sinónimo de aceptación) que las administraciones de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, primero, y la de Ricardo Lagos después, fueron las que firmaron contratos indignos para el país, pero maravillosamente fructíferos para los empresarios, capturando graciosamente el esfuerzo y dinero de millones de chilenos y de usuarios en general.
¿Es necesario ahondar en esto entregando más ejemplos? ¿Para qué, si nada va a cambiar sustancialmente? Así ha ocurrido con los dos casos mencionados, y así acaecerá también con otros escandalosos eventos que han impactado a la opinión pública, tal cual fueron los casos de la colusión de las farmacias, la colusión de las empresas avícolas, PENTA, CAVAL, SQM, las AFP’s, EXALMAR y un largo etcétera.
La derecha está ‘descolocada’ y dubitativa. Le borraron de una plumada la imagen de su histórico “vaticano ideológico”. La elección de Donald Trump horadó los muros que protegían los valores partidistas de las tiendas pertenecientes a ese sector de la política nacional. ¿No había sido la muerte del proteccionismo el principal logro del sistema capitalista en su etapa neoliberal? Era el orgullo y caballito de batalla de los derechistas de todo el orbe. De pronto, uno de los suyos (nada menos que el epítome del lote, el más millonario y conservador de todos) manifiesta que una sana política para el país que los conservadores criollos consideran ‘modelo’ –Estados Unidos de Norteamérica- es aquella que contraría la globalizada actividad económica y comercial, regresando en un dos por tres a las políticas proteccionistas.
Pero, si algo envidiable tiene la derecha (tanto la económica como la política) es su capacidad de rearmarse, aunque lo hace casi siempre con las mismas viejas artimañas. Mas, le resultan, y eso es lo negativamente destacable según opina la gran mayoría de la población. Vea usted cómo lo hace.
Soponcios, desmayos y sofocos varios se produjeron por breve tiempo en tiendas como UDI, RN, Evópoli, Amplitud y sectores del PDC y del PPD. Les había salido un lobo en el camino, y estaban a punto de echar a correr en procura de un nuevo líder mundial a quien seguir y obedecer. Miraron hacia Moscú… allí se encuentra Vladimir Putin, que hoy no les parece una mala carta. O bien podrían dirigir sus miradas hacia la ‘comunista’ China, país que políticamente se asemeja a un ornitorrinco, pues construye su quehacer con elementos capitalistas, neoliberales, proteccionistas en algunas áreas, pero con la férrea dirección de un gobierno semi totalitario, nada democrático, marxista y nacionalista que se limpia las narices con las orientaciones de la ONU respecto de los derechos humanos … todo en una mixtura de inefable sabor, aunque, eso hay que reconocerlo, le ha significado un gigantesco crecimiento macroeconómico.
Esa es exactamente la fórmula que atrapa y encanta a sectores amantes de la dureza gubernativa; es “la tierra prometida” para quienes propugnan administraciones amigas de la verticalidad y enemiga de la participación popular en cualquier cuestión que sea atingente a lo público. Libre mercado sin reglas restrictivas, impuestos bajos, gobiernos fuertes, carentes de cuidados en lo relativo a democracia y participación ciudadana… vale decir, administraciones abrazadas al neoliberalismo salvaje que pongan atajo a varias libertades, como la de opinión y prensa, por ejemplo. Es lo que procuran conseguir esos sectores.
Hábil en asuntos de contubernios y planificación de manejo de masas, la derecha -auriga del carruaje llamado establishment- inteligentemente ha colocado sobre la mesa de discusión ciudadana un par de asuntos que, bien publicitados, se convierten de un día para otro en temas candentes por los que gran parte de la sociedad civil impetrará soluciones drásticas, nublando el cielo de otros problemas, aquellos que esa misma sociedad catalogó como urgentes de solucionar, y por los cuales hubo movilizaciones masivas y griterío cibernético.
Así, “delincuencia e inmigración”, juntas, en un solo paquete, son ahora puntales en los programas de gobierno ofertados por algunos precandidatos. Y el ’respetable’ –que poco barrunta de todo esto- bate palmas coreando lo mismo que desea escuchar el grupo dueño de la férula: mano dura, gobierno fuerte, sanciones draconianas, orden y patria….
Entonces, el jueguito de “¿lobo, estás?”, dejará de ser gracioso, ya que el animal de marras aparecerá, fiero y decidido, merced a la solicitud de todos los jugadores. Vendrá la mano dura, revivirán las prohibiciones, se asfixiará la inmigración… y todo el resto verá un incremento en sus caudales de clasismo y desigualdad: brecha económica, bajos salarios, escuálidas pensiones, venta de Chile, etc.
Por ahora, y sólo por ahora, la derecha junto al mega empresariado mantienen esos dos temas –violencia e inmigración- en una especie de “stand by”, pero listos para surgir como asuntos de primer orden no bien sea necesario en beneficio de la respuesta positiva del lobo.
Los chilenos llevan cuatro décadas jugando en el bosque, soslayando tal vez que lobo y bosque pertenecen a un solo dueño, el que invita al juego y coloca las reglas del mismo. Millones de chilenos acompañan el peligroso entretenimiento, preparando el bombardeo de adrenalina en la espera de una respuesta del voraz animal. ¿Ingenuos, pusilánimes, desinformados, cómplices? ¿Cuál de esas características cree usted que define hoy a la masa de nuestros compatriotas en los asuntos reseñados?
Mientras piensa en la alternativa que debe aplicarse, ¿le parece que juguemos en el bosque mientras el lobo no está? ¿O sí está, pero no lo vemos porque se encuentra oculto entre árboles y malezas, ergo, entre farándula, programas de televisión, y discursillos de los politicastros y las autoridades?