En el año 1903 hubo en Chile un auge de esplendor de las Acciones en la Bolsa de Comercio. El tren de Santiago a Valparaíso se demoraba más de tres horas, y se detenía en la Estación de Quillota donde la gente aprovechaba para disfrutar de los sándwiches de palta de La Cruz.
En el restaurant sonaba, de tiempo en tiempo, el descorchaje de las botellas de champaña francesa, para celebrar la irrupción de un nuevo rico que acababa de ganar millones de pesos, gracias a las Acciones bolivianas de minas inexistentes. Ofrecidas a precio de huevo.
En ese tren a Valparaíso iba la mujer más rica y pobre de Chile, doña Juanita Ross de Edwards, que se había tomado en serio la vivencia de la fe cristiana entregando su dinero a los hospitales populares de ese Puerto. Doña Juanita vestía como una pobre de café carmelita despertando la compasión de un pastor de vacas gordas – un sacerdote para la gente bien – quien, compadecida ante su miseria, pretendió ofrecerle un sándwich de palta a la mujer más rica de Chile.
En el Renacimiento, los banqueros Medicis basaban su fama en los regalos que entregan por caridad a los pobres de Florencia. En ese sentido, los déspotas eran más amados que los republicanos. En la democracia, en Chile, también el más rico sabe comprar al más pobre por medio del cohecho y los regalos en las elecciones – un par de anteojos de sol, por parte de Lavín bien vale un voto -.
Mi hijo Rafael, muy acertadamente, definió el Chile de la dictadura sobre la base de dos figuras: Augusto Pinochet quien empleaba la coerción y, por consiguiente, el dolor y el sufrimiento contra sus opositores y, don Francisco, la diversión e incluso, el amor por los desvalidos, desde la televisión, es decir, las dos caras del poder: muerte y seducción.
No duda de que la Teletón viene a reemplazar al Estado en su obligación moral y de ética de la responsabilidad de velar por la salud de los niños y jóvenes desvalidos que, por contraposición, el Estado no sólo se desentiende de ellos, sino que los lleva a la muerte – caso SENAME -.
El problema es que estos dos días de “amor” son aprovechados por los empresarios, los verdaderos dueños de Chile, que por estos días se han dado el lujo de “pedir una rendición de cuentas” a todos los candidatos presidenciales, la Enade y las demás actividades en la Casa Piedra son los verdaderos poderes del Estado, y el Ejecutivo, el Judicial y el Parlamento están sometidos a los empresarios – todavía hay idiotas que creen que en esto que llaman democracia, pero la verdadera diferencia entre los Castros, de Cuba, y la de Chile es que los monarcas cambian de apellido, aunque no tanto, pues tuvimos 10 años de los Alessandri, 10 de los Ibáñez, 17 de los Pinochet, y casi 8 años de los Bachelet -. En Inglaterra, medio siglo de la reina Victoria y otro tanto de Isabel II. (Mi único ideal de gobierno es el propuesto por Manuel Rodríguez, a imitación de la dictadura romana: un año de gobierno, y si arreglas el caos, se te premia con una corona de laurel, pero si fracasas, te matan).
Lo bueno del legado de Jesús de Nazaret es que cuanto más peca, más grande es el perdón – recordemos la parábola del hijo pródigo -. Los empresarios y los pinta monos – periodistas, faranduleros, parlamentarios que jamás se les ha escuchado su voz en la Cámara de Diputados o en el Senado, millonarios filántropos y otros grandes personajes de “tout Santiago”, y, claro está los protagonistas, es decir, los banqueros y los grandes empresarios quienes el último día y la hora veinticinco traen personalmente el abultado cheque que permite llegar, en la emoción hasta las lágrimas de los organizadores, consuetas y asistentes al Estadio nacional, a la meta propuesta.
Por un minuto, Chile es el paraíso terrenal, el mundo de la Cenicienta, y se nos olvida que uno de estos “caritativos” empresarios que dio un cheque de millones a la Teletón estaba clamando por la exclusión de los inmigrantes, tratándolos como “banda de delincuentes” por el solo hecho de ser negros, café con leche o bien rumbero colombiano, dominicano y caribeño; otro gentil cristiano, hombre caritativo como no hay otro, Carlos Alberto Délano fue, nada menos, que presidente de la Teletón; por su parte, accionista mayoritario del Banco de Chile y auspiciador de la Teletón, poco le importó que los pobladores de Caimanes estuvieran en riesgo de muerte debido a la contaminación generada por la mina Los Pelambres. Para ellos y otros tantos el padre Fernando Karadima les impone de penitencia dos Padrenuestros y tres Avemarías y una declaración de que Fidel Castro es un gran líder latinoamericano y un demócrata cabal.
El 70% de la recaudación de las distintas Teletones en Chile viene de los “chanchitos” de los niños, que sienten ternura por sus pares en desgracia, o bien, de pobres que se sacan la comida de la boca para donarla en favor de los niños discapacitados, reemplazando la responsabilidad del Estado, al cual corresponde velar por su salud y bienestar. Si el cielo existiera, y si las palabras de Jesús no hubieran sido tan tergiversadas, el pobre Lázaro estaría en el cielo, mientras que el rico Epulón, en el infierno, donde se le impediría llevar suculentos cheques a la Teletón, pero sí unos pocos reales para comprar políticos, que no han hecho nada por la salud de los chilenos.
A diferencia de doña Juanita Ross, la dama “más pobre rica de Chile”, los empresarios en vez de donar parte de su dinero, ganan el ciento por ciento de lo invertido, pues tienen publicidad gratis que logra provocar la emoción de los buenos de los chilenos, quienes raudamente van a adquirir papel confort de empresas coludidas, o bien, productos farmacéuticos, con precios prohibitivos para la tercera edad, cuyo único destino es morir de inanición y de pena, si se les ocurre enfermarse, como también otros artículos para la alimentación, que te conducirán a la obesidad mórbida y a la diabetes.
Una vez lograda la meta volveremos a la realidad: en 2017, los empresarios elegirán un Presidente de la República a su amaño – ojalá para ellos sea Piñera o Lagos – y se resulta una sorpresa, saben bien que, luego de pocos días, estará predicando las bienaventuranzas en la Enade 2018, donde recibirá instrucciones precisas de cómo encantar a los ciudadanos que aún pudieran creer en él, y si no sigue las directrices, se le acusará de comunista, guevarista, maoísta, estalinista, trotskista, anarquista, nihilista, epicureano, tolstoiano, luxemburguista y otros apelativos insultante y, seguramente, querrían hacer lo mismo que con el Presidente Salvador Allende, es decir, enviarlo al “cielo de Carlos Marx”(que según los jesuitas es un hereje del cristianismo)
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
03/12/2016
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