Noviembre 20, 2024

Cuando una luz se apaga

La semana iniciada el lunes 21 de noviembre de este año será recordada como un tiempo doloroso. El jueves 24, a los 96 años de edad falleció Marcos Ana, el poeta español que se hizo escritor en la cárcel franquista a la que ingresó bajo falsas acusaciones a los 19 años y de la que,  salvando de torturas y sucesivas condenas de muerte, sólo pudo salir gracias a la solidaridad internacional a los 42 años.Es decir 23 años encerrado en una celda pequeña, sin luz, la que evocó en su bella biografía publicada el 2007 bajo el nombre de “Decídme cómo es un árbol”

 

 

Marcos Ana había ingresado a las filas de las juventudes comunistas a los 15 años, poco antes de ser hecho prisionero. Su padre fue asesinado por la dictadura de Franco y su madre murió de pena cuando él fue condenado a muerte. Nunca dejó de escribir, de soñar, de invitar a seguir adelante dirigiéndose en particular a los jóvenes. En el 2013, luego de haber recibido varios premios por sus trabajos, publicó “Vale la pena luchar”.

 

Marcos Ana estuvo un par de veces en Chile, pude conocerle  y recordar cómo acá en Chile hasta en ciudades pequeñas y lejanas se pintaba los muros exigiendo su libertad. En su primera visita pudo compartió con Salvador Allende y Pablo Neruda a quienes tanto admiraba. Otra ocasión fue hace muy pocos años cuando presentó su biografía en la Sociedad de Escritores de Chile donde pude de nuevo conversar con él. Entre los temas subrayó su admiración y cariño por la revolución cubana y su líder.

Pocas horas después de la muerte de Marcos Ana, la noche del 25 de noviembre se apagó la luz más fuerte del continente americano. Falleció uno de los imprescindibles de los que habló Bertold Brecht: el Comandante Fidel Castro Ruz, el genial conductor de la Revolución Cubana, el hombre que enseñó cómo frenar las ambiciones guerreristas, expansionistas y represivas de los EEUU, el dirigente que cambió para bien el destino del pueblo cubano que pasó de ser una especie de colonia norteamericana, una nación de alta tasa de analfabetismo, desnutrición infantil y desempleo, que soportaba años de una cruel dictadura, a una nación exportadora de conocimiento, ciencia y cultura.

 

Una sociedad cuyos maestros y cuyos médicos son ejemplo mundial de capacidad y entrega, y con altísimos índices de desarrollo en el campo de la computación y la tecnología. Una nación de 10 millones de habitantes de los que un millón son profesionales universitarios

 

Mi amigo el ingeniero Glenn Meza, que le conoció, recuerda que “la preocupación personal de Fidel por los avances en ingeniería genética y neuro-ciencias en su país eran elocuentes. Y como en todo lo que abordaba su nivel de conocimientos al respecto eran notables, al punto que no pocos en su pueblo creían que él era neurólogo. Más de alguna vez estando de visita en el Centro de Investigaciones Neurológicas y de Neuro Trasplante en La Habana, me tocó ver que aparecía Fidel de improviso porque él sabía que ese día estarían los resultados de alguna de las investigaciones de punta que allí se realizaban. Y conversaba y discutía de tú a tú con los especialistas. Le consulté a varios de mis amigos médicos que allí trabajaban el porqué de esa desconocida pasión de Fidel. Todos coincidían en que el Comandante no aceptaba a que alguien tuviera que resignarse a un problema neurológico de por vida, o incluso a nacer así.

 

Fidel Castro, el dirigente estudiantil, el abogado, el joven internacionalista, el guerrillero, el estadista, es aquel hombre al que otro amigo, el investigador Sergio Rodríguez, llama Comandante invicto al que Estados Unidos no pudo vencer, el que superó 674 intentos de asesinato de todos los presidentes imperiales, los republicanos y los demócratas, el de la victoria de Playa Girón, el que se agigantó durante la crisis de Octubre de 1962,  el del Ciclón Flora, el que superó el aislamiento de los gobiernos latinoamericanos con la sola excepción de México, el que enfrentó hasta hoy al bloqueo norteamericano con el honor y la dignidad de su pueblo”.

 

Fidel hizo del pueblo cubano un pueblo solidario y generoso como consta a todos en el mundo y en Chile. No ha sido sólo su aporte en azúcar a nuestro pueblo, o sus médicos u hospitales de campaña en cada golpe de la naturaleza, sino la formación de cientos y cientos de  profesionales hijos de obreros, campesinos y del pueblo mapuche que aquí jamás hubieran podido llegar a ser los excelentes profesionales que son. Del mismo modo centenares de profesionales cubanos, educadores, médicos, técnicos, colaboran en distintos pueblos del planeta.

Si hay violaciones a los derechos humanos en tierra cubana, ello es en Guantánamo, territorio ilegalmente ocupado por los EEUU, en donde, como sabemos, los soldados norteamericanos torturan y maltratan a sus prisioneros. 

Hay todavía más méritos. Fue bajo la conducción del líder fallecido que el pueblo cubano protagonizó a mediados de los setenta la hermosa epopeya de la liberación de Africa. Allí estuvieron los internacionalistas cubanos, en Angola, Mozambique, Sudáfrica. Una pequeña y lejana isla salvando a un continente. La primera visita que hizo Nelson Mandela tras ser liberado fue a La Habana a agradecerle por todo. El fin del Apartheid en el mundo queda indisolublemente vinculado a la Cuba de Fidel.

 

Esa es  la estatura moral, la inteligencia y capacidad superior, la humanidad profunda de Fidel Castro Ruz.

 

Con toda razón la presidenta Michelle Bachelet dijo en su primer mensaje a las  redes que Fidel ha sido “un líder por la dignidad y la justicia social en Cuba y América Latina”. Justo y hermoso mensaje surgido del corazón y ante la constatación de la historia. Ella fue también el primer jefe de Estado chileno tras la dictadura de la derecha criolla que visitó Cuba, contrastando con la ingratitud de los anteriores, para agradecer la inmensa solidaridad del pueblo y gobierno cubanos con la lucha del pueblo chileno por su libertad.

 

Por lo mismo cuesta entender que no haya encabezado ella misma la delegación a los funerales del líder cubano. O al menos el Canciller. Varios jefes de Estado y cancilleres de muchos paísessí viajaron a Cuba. Cabe además recordar que a los funerales del Comandante Hugo Chávez, presidente de Venezuela, concurrió el entonces presidente Piñera encabezando la delegación chilena.

 

Nuestro país aparece  hoy día como una sociedad en extremo conservadora. Mientras en el mundo tanto mandatarios y gobernantes de diverso signo hasta sectores muy distantes de la izquierda han reaccionado con respeto y apego a la verdad, aquí resulta  vergonzoso, leer, ver y escuchar reacciones contra Fidel y la revolución cubana de parlamentarios, de partidarios ardorosos de Pinochet, de descendientes de terratenientes que reprimieron a sus campesinos, o miembros de partidos que apoyaron el golpe del 73, como prueban los documentos desclasificados de la CIA, o que tuvieron militantes suyos durante años como ministros de la dictadura, o de renegados de la izquierda, fervorosos fidelistas o guevaristas de ayer que hoy, ya bien acomodados, se transforman en guardianes del neoliberalismo.

 

Personajes de variada índole hablan del “dictador”, niegan la existencia de la Constitución Política de Cuba, de las elecciones libres que allí se realiza, de sus instituciones gubernamentales, del Consejo de Estado, etc, etc. Desconocen además la raíz martiana del concepto de organización política nacional única frente a un vecino de la naturaleza  del que Cuba tiene.

Por supuesto ninguno de ellos se ha dado el trabajo de conocer los documentos, decretos, resoluciones, que dan prueba del respeto al Estado de Derecho desde el comienzo del proceso en 1959, incluido un decreto que prohibió las tomas indiscriminadas de terrenos agrícolas porque dificultaban el proceso de reforma agraria. Niegan también en su ignorancia o maldad la existencia del derecho a la propiedad privada, las leyes de herencia, la normativa sobre inversión extranjera. Todo lo cual conocí y estudié en la biblioteca del ministerio de Justicia de Cuba durante el exilio al que me condenaron los que hoy juzgan a Cuba y a Fidel.

 

Pese a todo y por encima de la mentira, el oportunismo y la hipocresía, la figura de Fidel crece en el cariño de su pueblo, en las realizaciones del proceso cubano y en la conciencia de todos los que luchan por un mundo digno y con justicia social. 

 

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