En el Chile monárquico-plutocrático hay momentos en que el avión funciona con el piloto automático: desde el fatídico febrero de 2015, la reina todopoderosa decidió dejar de gobernar y, muy inteligentemente, tomar el camino de los periplos a países remotos, cuyo encanto le permite olvidar la traición de sus los partidos políticos que la apoyaban – principalmente de la Democracia Cristiana – y los avatares del proceso contra su nuera.
La plutocracia durante el período parlamentario, (1891-1925), consideraba la política como un deporte mundano, tal como una carrera de caballos en el Club Hípico o bien, la participación en una ópera. Algún personaje decía que “una buena copa y un excelente cigarro son los mejores auxiliares del político”; otro senador, personaje ficticio de La casa grande, novela de Luis Orrego Luco, se jactaba de saber vivir bien con el dinero del fisco:
“La oposición a un gobierno no se hace a partir de una diferencia doctrinaria o de la evaluación de ciertas medidas, sino simplemente porque éste se ha rodeado de siúticos y ellos son caballeros”.
Otro político de la época decía que si se hubiera casado con una mujer rica seguramente habría sido Presidente de la república.
El Estado plutocrático podía funcionar muy bien gracias al impuesto a las empresas salitreras que, en ese tiempo, era más alto que el de hoy, por ejemplo, el royalty era de un 30% y hoy, el del cobre está fijado sólo en un 3% y, para más remate, con invariabilidad tributaria.
(Las citas textuales y contextuales están tomadas del libro El modo de ser aristocrático. El caso de la oligarquía chilena hacia 1900, Luis Barros y Ximena Vergara, Ediciones Aconcagua).
Aun cuando parezca increíble a simple vista, el único cambio de la política chilena desde ese entonces hasta ahora es que los apellidos “bancosos” sometieron a los “vinosos”, según el decir del poeta Vicente Huidobro, pues los hijos de inmigrantes, los Luksic, los Paulmann, los Saieh, y otros, han reemplazado a los Errázuriz y a los Larraín, que figuran los “suches” de los primeros. El principal eslabón perdido de la rancia aristocracia – ahora venida a menos – es Carlos Larraín Peña, que hoy reaparece en la política, esta vez como adalid de su antiguo rival, el millonario Sebastián Piñera.
Si hacemos caso a los abogados constitucionalistas, el presidencialismo de la Constitución de 1980 es la antítesis del régimen de asambleas – algunos llaman parlamentarismo o presidencialismo degenerado – es decir, la actualidad de la política chilena sería muy distinta a aquella que practicaban los ociosos aristócratas de 1891 a 1925, sin embargo, no hay nada más parecido que el Chile parlamentario con el actual: en ese período los partidos políticos constituían el centro de la escena de las instituciones democráticas, en especial el parlamento; cada elección presidencial estaba precedida por sendas convenciones de los partidos del duopolio de esa época – la Alianza Liberal y la Coalición Conservadora – que eran como una especie de primarias, con la sola diferencia de que otrora sólo votaban los aristócratas y alguno que otro siútico del Partido Demócrata. En la actualidad, las primarias para elegir al candidato presidencial de las dos grandes coaliciones – Nueva Mayoría y Vamos Chile – se realiza con el voto de los ciudadanos que pertenezcan a cada una de las combinaciones.
A la competencia para escoger el candidato, tanto antes, como ahora, se presentan prácticamente todos los personajes políticos de las respectivas épocas, por ejemplo, en la Convención de la Alianza Liberal, en 1910, se presentaron todos los líderes más importantes de los partidos involucrados: Agustín Edwards, Fernando Lazcano, Javier Ángel Figueroa Claudio Matte por los Liberales; Enrique Mac Iver, por los radicales; Ángel Guarello y Malaquías Concha por los demócratas; Juan Luis Sanfuentes por los balmacedistas, y así sucesivamente. Luego de una serie de vueltas, pues ninguna lograba la mayoría requerida, se terminó eligiendo al más anciano de todos, don Ramón Barros Luco, que había ocupado siempre un cargo público desde 1834 – solía llamar a la primera magistratura “un empleíto muy fregado” -.
Para la selecciones presidenciales de 2017 ya se contabilizan 28 candidatos, y algunos de ellos formarán parte de las famosas primarias de la Nueva Mayoría y de Chile Vamos: en la primera, aparecen los viejos políticos, Ricardo Lagos y José Miguel Insulza – el patrón y su subalterno – ambos son sandías caladas, pues el primero fue Presidente de la República, mientras que el segundo, como ministro, fue quien más influyó en la liberación de Pinochet, con arresto domiciliario en Londres; entre los nuevos candidatos se encuentran Alejandro Guillier, el abogado constitucionalista Fernando Atria y Jorge Tarud, y aún falta determinar si la Democracia Cristiana tomará el camino propio o bien, se inclinará por un candidato de la Nueva Mayoría. A lo mejor, ocurre lo mismo que en 1910, en que luego de vueltas y revueltas terminan eligiendo al más viejo funcionario de la República, en este caso, don Ricardo Lagos Escobar, quien a diferencia de don Ramón barros Luco, a sus 78 años demuestra energía y decisión de un joven de 30 años. Lagos no firmaría decretos con los pies, tal como la leyenda urbana sobre Barros Luco, seguro que es cuento de los historiadores, pues don ramón era más inteligencia de lo que se creía.
Salvo Guillier, los demás candidatos nuevos a la primaria de la Nueva Mayoría, están condenados a sacar muy pocos votos: José Miguel Insulza sólo tendrá los votos de José Antonio Viera-Gallo y de otros amigos del antiguo Mapu; Jorge Tarud sacará los votos de algunos xenófobos, a quienes les carga los indios bolivianos; Fernando Atria va a tener el voto de muchos intelectuales que valoran su inteligencia y sus escritos críticos sobre educación y sobre la Constitución tramposa de 1980; el candidato o candidato democratacristiano, Ignacio Walker, Carolina Goig o Mariana Aylwin, sin van por el camino propio van a obtener una muy baja votación, que desprestigiará aún más su partido, y si lo hacen participando dentro de las primarias de la Nueva Mayoría, ocurriría lo mismo, repitiendo el error de Claudio Orrego. (Me huele que los comunistas, que son organizados, no llevarán candidato, tal como lo han hecho en muchas ocasiones, sino que apoyarán a quien les parezca más progresista. Siempre recuerdo la frase de don Lucho Corvalán cuando el Mapu ofreció su apoyo a Pablo Neruda diciéndole que se decidieran por Salvador Allende).
En la primaria de la derecha el “Barros Luco” es reemplazado por emérito ex Presidente, Sebastián Piñera, más joven y diablo en los negocios que el antiguo funcionario de la República, cuya vida de empleado estatal fue prístina, pues nunca se ocurrió mezclar los negocios con la política sí lo hacía Germán Riesco, su predecesor. A Piñera sólo le pisa los talones – sigue siendo un clavo en el zapato – Manuel José Ossandón, ambos renunciados a su partido, Renovación Nacional; por su parte, Alberto Espina, aunque se muere de las ganas de convertirse en abanderado de la derecha, sólo tendrá que limitar su papel a continuar siendo un valet de Piñera. Los nuevos candidatos, Felipe y José Manuel Kast, van a usar la primaria para darse a conocer y, de esta manera, preparar el terreno para otra ocasión.
La diferencia con el año 1910, actualmente no nominaría a un anciano de consenso como “salvador de la República”, sino que competirían líderes de dos versiones del neoliberalismo y, lo que es más “plausible” del gusto de los empresarios, con la diferencia de que Piñera es más pillín que Lagos. A lo mejor esta vez los electores habrán aprendido la lección a fuerza de golpes sucesivos y no elegirán a estas sandías caladas.
Por su parte, la Presidente Michelle Bachelet, que tiene omnímodos poderes, está jugando el rol de Reina Victoria – tal cual ocurriera con los Presidentes de la República Parlamentaria, el Almirante Jorge Montt Álvarez y don Germán Riesco Errázuriz – reina, pero no gobierna.
En el parlamentarismo chileno existía un sistema electoral indirecto, similar al norteamericano: los ciudadanos elegían electores y, a su vez, éstos al Presidente de la República; hoy, por suerte, existe el sufragio universal, pero con la abstención se está convirtiendo en voto plural, es decir, sólo sufragan los más doctos y los más ricos. – donde hay mayor votación es en los distritos, circunscripciones y comunas donde los habitantes tienen mayor nivel de escolaridad y estándar de vida.
Candidatos en Convención de la alianza liberal 1910
Ramón Barros Luco |
Liberal |
Fernando Lazcano |
Liberal |
Augusto Matte |
Liberal |
Vicente Reyes |
Liberal |
Marcial Martínez |
Liberal |
Santiago Aldunate |
Liberal |
Luis Barros Borgoño |
Liberal |
Claudio Matte |
Liberal |
Javier Ángel Figueroa |
Liberal Balmacedista |
Juan Luís Sanfuentes |
Liberal Idem |
Agustín Edwards |
Liberal |
Demócratas
Ángel Guarello |
Malaquías Concha |
Radical
Enrique Mac iver
La convención Duro del 8 de septiembre al 14 427 con11vencionales
Para ser proclama era necesario el 60% al no lograrlo ningún candidato se proclama a Ramón Barros Luco Presidente (el sueño del pibe de Lagos)
Rafael Luís Gumucio Rivas (El viejo)
24 11 2016