El triunfo del candidato del Partido Republicano, Donald Trump, en las elecciones de Estados Unidos, contra la candidata del Partido Demócrata, Hillary Clinton, podría avivar la islamofobia, la misoginia, el racismo y el antisemitismo que caracterizaron su campaña. En política exterior, sus comentarios sobre el acuerdo nuclear con Irán son los más sorprendentes.
El presidente electo declaró que “su prioridad número uno será desmantelar el desastroso acuerdo con Irán”, una promesa lanzada en una conferencia del Comité Estadounidense-Israelí de Asuntos Públicos (AIPAC) en marzo, y que ahora será la primera prueba para evaluar su relación con sus aliados en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Los opositores al acuerdo dentro del Partido Republicano reniegan de él a título personal, pero nunca tuvieron que hacer frente a la posibilidad real de que un presidente avanzara en esa dirección o de que, incluso, encabezara la iniciativa.
Un argumento clave a favor del acuerdo, que sin duda se le hará al equipo de política exterior de Trump, así como a los miembros del Senado y de la Cámara de Representantes, es que renegar del Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA) será mucho más contraproducente que el simple deterioro de las relaciones con la República Islámica.
Entre los perjuicios se destacan la posibilidad de que Irán reanude el enriquecimiento de uranio y de dar marcha atrás a la posible cooperación en varias áreas como la lucha contra el Estado Islámico en Siria e Iraq, y en los esfuerzos para estabilizar a Afganistán.
Además, romper el acuerdo podría significar quebrar la confianza entre Estados Unidos y otros países del llamado P5+1, Alemania, China, Francia, Gran Bretaña y Rusia, con los que la República Islámica suscribió el acuerdo para frenar el enriquecimiento de uranio a cambio del alivio de sanciones, lo que se hizo mediante tratados comerciales y el acceso al sistema bancario europeo.
Desde la fundación misma de la alianza militar, en 1949, los dos partidos tuvieron la política de mantener buenas relaciones con sus aliados de la OTAN y de cimentar la confianza mutua. Pero Trump ya dio a entender que no se opone a romper con sus aliados históricos de Europa y Asia.
El presidente electo se cuestionó si Estados Unidos debe seguir garantizando la seguridad de países que no “cumplieron sus obligaciones” con esta nación y amenazó con retirar a las fuerzas estadounidenses de países europeos y asiáticos de la OTAN si sus aliados no estaban dispuestos a pagar más para proteger a Washington.
Declaraciones como esas y sus cuestionamientos sobre si Estados Unidos debe mejorar sus relaciones con Rusia ya generaron preocupación entre las autoridades de la OTAN.
Tras el triunfo de Trump, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, lo felicitó, pero también le recordó las obligaciones de Washington. “La garantía de seguridad de la OTAN es un compromiso del tratado. Todos los aliados realizaron un compromiso solemne de mutua defensa. Eso es algo absolutamente incondicional”, precisó.
De hecho, si Trump quiere liberar a Estados Unidos de la OTAN, la mayor parte de la discusión se dará a puertas cerradas para negociar cuánto contribuye cada miembro de la alianza en términos militares y económicos.
Pero el JCPOA presenta una prueba inmediata y pública sobre cuáles son las intenciones del gobierno de Trump con respecto a los aliados transatlánticos de Washington.
Sin duda, el presidente electo está bajo presión para considerar la posibilidad de romper el acuerdo nuclear con Irán de forma unilateral.
Su mayor donante individual, el multimillonario Sheldon Adelson, se opone de forma rotunda al acuerdo. Además, financió a muchos grupos y dirigentes políticos que trataron de desbaratar las negociaciones entre el P5+1 e Irán y propuso como táctica, lanzar un ataque nuclear contra la República Islámica.
El expresidente de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich, quien podría ser el próximo secretario de Estado (canciller) de Estados Unidos, reclamó que se rompiera el JCPOA el día mismo de la asunción de mando.
Durante la campaña electoral de 2012, cuando Gringrich aspiró a ser candidato a la Presidencia por el Partido Republicano, recibió el apoyo casi único de Adelson, quien aportó 15 millones de dólares.
Otro que podría ser secretario de Estado, John Bolton, llamó varias a veces a abandonar el acuerdo.
El Partido Republicano, en general, que se ha beneficiado enormemente de la generosidad de Adleson, buscó varias veces imponer sanciones unilaterales contra Irán desde que se selló el acuerdo en 2015.
Es posible que Trump no esté interesado en anular (o “renegociar”) de inmediato el acuerdo de las seis partes, pero sin duda, algunos legisladores republicanos lanzarán una iniciativa en ese sentido y él tendrá que decidir si le da luz verde o la frena.
El 20 de enero, analistas en política exterior de Estados Unidos y de los aliados de la OTAN observarán de cerca la situación para ver cuál es el enfoque que el nuevo presidente le da al logro de su predecesor, un acuerdo alcanzado con los aliados más cercanos de este país y sus mayores socios comerciales.
Será una prueba de fuego sobre cómo será el gobierno de Trump, con o contra sus aliados en la OTAN, el pilar más importante y exitoso en materia de política exterior de este país al término de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Y, por supuesto, si el gobierno de Trump rompe el acuerdo, otros aliados clave de Washington, como Corea del Sur o Japón, así como otros posibles que crearon nuevos vínculos comerciales con Irán, en especial India, estarán tomando nota.
Jim Lobe, quien trabajó 30 años como jefe de la oficina de IPS en Washington, ecribe sobre política exterior de Estados Unidos y sobre la influencia del movimiento neoconservador.
Este artículo se publicó originalmente en el blog sobre política exterior de Jim Lobe Lobelog.com