La fronda plutocrática viene sufriendo una crisis de confiabilidad desde las elecciones presidenciales de 2009: la Concertación estaba segura de haber recibido el poder por gracia divina. El quiebre entre autoritarismo y democracia le garantizaba el triunfo sobre la derecha y, sobre todo, el mantener en el aislamiento y el mesianismo a los sectores de izquierda, especialmente al Partido Comunista como su fuerza principal.
Esta estrategia del duopolio, fundamentalmente de la Concertación, se había revelado exitosa con el triunfo de gobiernos sucesivos y la hegemonía del eje sociales-democratacristiano. Camilo Escalona, en ese entonces presidente del Partido Socialista, estaba convencido de que podía hacer todo lo que quería y, que fuera como fuera, siempre sería favorecido por la diosa fortuna, sin importar que su partido sufriera la sangría debido a la renuncia de líderes importantes como Jorge Arrate, Alejandro Navarro y Carlos Ominami y Marco Enríquez-Ominami.
Era evidente que le correspondía a Ricardo Lagos convertirse en el sucesor del trono de Michelle Bachelet, sin embargo, el profesor Lagos puso tal cantidad de dificultades y vetos que dejaba a los partidos que integraban la Concertación sin la representación de su abanderado natural, y sólo quedaban José Miguel Insulza – que sólo atrae a los de MAPU – y su generalísimo Marcelo Contreras; al no haber un candidato socialista, el espacio quedaba abierto para un representante de los díscolos, pero como Camilo Escalona lo podía tolerar esta alternativa, el candidato evidente de la fronda plutocrática era el ex Presidente de la República, Eduardo Frei Ruiz-Tagle.
Un pequeño problema se presentaba con la ambición de José Antonio Gómez, del Partido Radical, pues también aspiraba a convertirse en candidato presidencial. La solución a este impase era llamar a unas primarias – tipo norteamericanas – por las cuales las regiones decidieran quién sería el triunfador. Las primeras elecciones se llevarían a cabo en la provincia de O´Higgins, supuestamente favorable a Frei Ruiz-Tagle; posteriormente, en la II Región, donde Gómez era senador en ejercicio. Si en la primera contienda uno de los candidatos obtenía un alto porcentaje de votos, se desestimaba la segunda opción. Estas primarias, ideadas por Escalona resultaron muy ridículas: en primer lugar Gómez, contra todo pronóstico, obtuvo muy buena votación en los sectores rurales, sin embargo, Frei Ruiz-Tagle ganó en las ciudades. Cuando se conoció el resultado, Escalona, con micrófono abierto, lanzó una sarta de procaces insultos al candidato Gómez.
En la campaña presidencial de 2009, la candidatura de Frei Ruiz Tagle llevó al desastre a la Concertación que, apenas, obtuvo un 29% de votos. Todas las encuestas indicaban que de haber sido Enríquez-Ominami el candidato rival de Sebastián Piñera, hubiese ganado el candidato díscolo, que había logrado el 20%; si se hubiera sumado el 9% de Arrate, cercano al tercio de la votación.
La elección del 2009 posibilitó el recambio de una casta por otra que, por lo demás, no había mayor diferencia entre ambas; en el clivaje del análisis de Eugenio Tironi, entre autoritarismo y democracia, Piñera no representaba el regreso del pinochetismo, sino una versión de derecha, no muy distinta de los a autocomplacientes de la Concertación, el mismo gobierno tecnocrático neoliberal, con rasgos más acentuados en la mezcla entre política y negocios. Piñera era el millonario ególatra y empresario exitoso y Frei Ruiz-Tagle el silente aprendiz de gobernante.
En el año 2013 la deslegitimada Concertación de Partidos por la Democracia fue salvada debido al desprestigio y naufragio del gobierno de Piñera y la venida, en gloria y majestad, de Michelle Bachelet, de quien se suponía, por su prestigio en su primer gobierno, iba a salvar a Chile de todos los males, junto con el “príncipe” Rodrigo Peñailillo y sus jóvenes lobos de la G-90.
Después de siete años, aunque parezca mentira, salvo Frei Ruiz-Tagle y Gómez, los personajes del escenario de 2009 son los mismos, sólo ahora más canosos y, a lo mejor, según comentan algunos, con mayor sabiduría, (permítanme dudar de que los años sirven para acumular experiencia y no cometer los errores del pasado).
El duopolio Concertación-derecha, aun cuando haya cambiado de nombre, ha perdido el prestigio en grado heroico, hasta el punto de que sólo vota un tercio del universo electoral y, además, el deterioro de adhesión a los partidos políticos y a los parlamentarios ha llegado a cerca del 97%
Camilo Escalona, que nunca escarmienta, ahora transformado en un “repúblico” por el Diario que lleva el nombre del dios de comerciantes y ladrones, El Mercurio, es tan fanático partidario de la candidatura de Ricardo Lagos, como en 2009 lo fuera de Frei Ruiz-Tagle; Escalona, como curtido político, demuestra magnanimidad y olvida la humillaciones que otrora le propinara don Ricardo Lagos, cuando era Presidente de la República. Ahora, convertido en un profeta, escalona propone adelantar las primerias de la Nueva Mayoría – si aún está viva – para el mes de marzo de 2017, y que todos compitan, incluido Guillier y Walker, y que gane, como diría el futbolista Leonel Sánchez, “que gane el más mejor”, en este caso, para el obsecuente Escalona, Ricardo Lagos Escobar.
El barbudo de marras – como Clodomiro Almeida solía llamar a Marx, por allá en las islas australes, (Dawson) – “la tragedia se transforma en comedia”, y es muy probable que este súbito amor de Escalona por Lagos sea el abrazo del oso, que tuvo tan malos resultados para Eduardo Frei Ruiz-Tagle.
Como en 2009, el duopolio tiene dos cartas, dos ex presidentes que, según algunos pateros, van a sacrificar su justa jubilación – que viene de júbilo para ellos – con un muy buen sueldo vitalicio y presidiendo seminarios y otros encuentros nacionales e internacionales, además de escribir libros brillantes – caso de Ricardo Lagos, claro está, pues Piñera no califica para esta tarea – pero todo lo hacen por la patria y por salvar a los malagradecidos de los chilenos, que seguramente los desterrarán como a los grandes héroes de la independencia de América.
Ricardo Lagos y Sebastián Piñera, a pesar del rechazo ciudadano a los políticos y a las instituciones, hasta hace unos meses estaban seguros del triunfo de uno de ellos a la presidencia del país, así como de la preservación de la fronda plutocrática – que el 75% de los descontentos se abstengan de votar en las elecciones, no hace ilegítimo el sistema, muy por el contrario, facilita la reproducción de las élites en el poder, pues en el fondo, sufragar y gobernar la polis es privativo de “caballeros” y no de “roteques” y analfabetos. Que sea Piñera o Lagos, para el caso es lo mismo, pero mejor el segundo, pues por llamarse socialista tendrá a estudiantes, cesantes y jubilados más tranquilos.
Al no surgir un líder – la cúpula de poder llama populista, todo aquel que no comulgue con el neoliberalismo, aparece en la escena Alejandro Guillier, un prestigiado periodista a quien la gente no lo percibe mezclado con la corrupción política, logra atraer un buen porcentaje de personas que no están dispuestas a apoyar a Ricardo Lagos, mucho menos a Sebastián Piñera. A mi modo de ver, hasta ahora está logrando, así sea a través de encuestas, el tercio sociológico-político que, en el año 2009, votó Marco Enríquez-Ominami y Jorge y Jorge Arrate.
La diferencia entre los candidatos de 2009 y los de 2017 es que Alejandro Guillier y, en menor medida, Fernando Atria hasta ahora, desempeñan el papel de “Caballo de Troya” al formar parte de la combinación de gobierno de la Nueva Mayoría, lo cual les permite participar, en el caso del primero, con posibilidades de éxito en las primarias (¿de Camilo Escalona?).
Como es lógico, a Ricardo Lagos no le agradan mucho las primarias, sobre todo si hay un rival que ponga en peligro su triunfo – el caso de Guillier, que ha logrado menguarle el apoyo de Isabel Allende, parte del Partido Socialista y del PPD Guido Girardi y algunos de sus seguidores -.
Ante el inminente peligro de escisión en el bloque de poder surge la imperiosa necesidad de desprestigiar al recién aparecido Guillier, achacándole su pertenencia al Partido Radical, su actuación en el caso del juez Calvo y de haber sido rostro en la publicidad de las Isapres. Ante el peligro, la fronda siempre ha sido muy inteligente para atacar a su rival. En los años 20, por ejemplo, el traidor Arturo Alessandri era el Lenin chileno o el Catilina. Ahora vendrá un rosario de ataques contra el réprobo Guillier, pero la fronda plutocrática tiene el poder de cooptar a los rebeldes, como antes lo hiciera con Alessandri y los radicales y, pienso, lo intentará con Alejandro Guillier.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
07/11/2016