Hace unos días, en el contexto de la campaña presidencial, el ex presidente Ricardo Lagos Escobar afirmó: “en un Congreso se estableció mi doble militancia PPD-PS” y “me he considerado un socialista toda mi vida”. Es curiosa la personalidad de don Ricardo, pues al reivindicar su doble militancia, expone ante la ciudadanía de nuestro país, toda su soberbia, altanería y prepotencia, ya que esta situación es única, que la ley no sólo no permite, sino que prohíbe expresamente para cualquier mortal de la Copia Feliz.
Digo que es curiosa su personalidad, pues se preocupa de reclamar su militancia en dos instituciones decadentes (que alguna vez aspiraron a ser partidos políticos), organismos genéticamente modificados que devinieron en organizaciones con fines de lucro, y con una modestia digna de todo encomio, no hace mención de su militancia en una organización seria, la institución con más influencia del país y que rige los destinos de la República como dueña absoluta de la hegemonía sobre la real politik. Me refiero, por supuesto, a la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC), a la que ingresó como miembro numerario, por aclamación y con profusa publicidad, allá por el año 2006, al terminar su mandato como presidente de la República. En este caso, no se dio a conocer si la determinación de la CPC se tomó en un Congreso, o fue una decisión inconsulta de algunos de sus dirigentes (lo que se denomina en chileno castizo, “una arrancada de tarros”).
Dicho lo anterior, debemos colegir, entonces, que nos encontramos en una situación de triple militancia y no doble, ya que son tres las instituciones (le vamos a dar esta categoría también al PPD y al PS), que cobijan en su seno a tan ilustre personaje y cuyas funciones las llevan a bregar, con singular entusiasmo, en el arduo quehacer del día a día.
Y es aquí donde se empieza a poner complicada la cosa, pues debido a esta triple militancia, se ha constituido una verdadera “trinidad”, que el diccionario Larousse Ilustrado, en una de sus acepciones, define como la “unión de tres personas en algún negocio”.Pero cuidado, no estamos hablando de cualquier persona, nos referimos al candidato que ha llegado desde el más allá (Ottone dixit) en una actitud salvífica, que enmendará todos los errores cometidos por las administraciones actual y pasadas (menos la suya, por supuesto); sí, es el nuevo Mesías. César Barros, uno de los empresarios que ha anunciado su llegada, ha expresado que “me gusta Lagos más que Piñera. Porque en ese aspecto (no dice cuál), es un gallo que tiene una actitud de estadista, que mira desde arriba las cosas, no le vienen con pelotudeces”.
Ergo, si ha llegado desde el más allá y mira desde arriba las cosas, se trata, sin lugar a dudas del Mesías en persona, por lo tanto, debemos ser más cuidadosos y percatarnos de que nos encontramos ante la presencia de una trinidad muy especial, nada menos que de la Santísima Trinidad. Aquí, es menester una obligada acotación y con el debido respeto, explicar que no nos referimos a la Santísima Trinidad de la Ciudad Celeste (o Ciudad de Dios), que describe San Agustín en su doctrina de las dos ciudades, -misma que desarrolla con el objeto de dirimir la dicotomía entre religión y política (sociedad civil),- sino de la ciudad terrena.
En este sentido, la explicación que nos brinda Santo Tomás de Aquino sobre la Trinidad está basada en el concepto de relación: las personas divinas, en efecto, están constituidas por sus relaciones de origen: el Padre, por la paternidad, o sea, por la relación con el Hijo, el Hijo por la filiación o generación, esto es, por la relación con el Padre, el Espíritu por el amor, es decir, por la relación recíproca entre Padre e Hijo. En síntesis, y desde el punto de vista lógico, implica una doctrina acerca de la naturaleza de las relaciones.
Hay que hacer notar, que el fundamento de la filosofía de Santo Tomás de Aquino es la noción aristotélica de naturaleza. El Estado deriva de la naturaleza de los humanos como animales sociales y políticos, y se subordina a la Iglesia en tanto que la naturaleza espiritual se sitúa en un nivel supremo. La relación entre la autoridad del Estado y la de la Iglesia se articula mediante la existencia de una ley eterna, natural, humana y divina. Las leyes humanas son las reglas específicas de gobierno que, revisadas por la razón, descienden de los preceptos generales de la ley natural. Sin embargo, puesto que la razón humana no es infalible, es la ley divina la que nos aporta las direcciones por donde debe ir la conducta humana.
Si nos atenemos al concepto de relación que Santo Tomás le da a la Trinidad, podemos perfectamente extrapolarlo a la ciudad terrena (San Agustín) o al Estado (Santo Tomás), para analizar las relaciones que se dan en la trinidad de la Copia Feliz, constituida por el padre protector (el dueño de Chile), el hijo (el Mesías) y el espíritu afectuoso (el leal secretario y asesor).
Como conclusión, no puedo dejar de plantear la pregunta de rigor: ¿podemos los ciudadanos de este país, desperdiciar la oportunidad que nos brinda esta Trinidad para gobernar nuestra ciudad terrena, con tal inspiración? Los invito a meditar sobre la cuestión planteada. Tenemos un año para la búsqueda de la respuesta apropiada que nos puede llevar a la salvación en esta tierra. La otra es problema de cada quien.
Post Scriptum:
Algunos Mesías terrenales en la historia universal:
Francisco Franco, caudillo de España por la gracia de Dios.
Efraín Ríos Montt, dictador guatemalteco: “Dios me puso aquí para gobernar a mi patria”.
“Sentía que la Divina Providencia me ponía en este camino…”, Augusto Pinochet Ugarte (pasaje de su el libro autobiográfico El día decisivo).