E l mensaje cívico de las elecciones municipales no deja lugar a dudas. Es el repudio a la casta política y su corrupción. Pero es a la vez el reclamo por una política distinta, decente, leal al pueblo y sobre todo participativa. Una forma ciudadana de plantear esto -a falta de una alternativa nacional en las urnas- es el récord mundial de abstención y el apoyo a candidaturas aisladas, como la de Jorge Sharp en Valparaíso, que interpretaron correctamente que el rechazo a la politiquería no es lo mismo que el rechazo a la Política.
Para la Izquierda -sí, para esa Izquierda dispersa y sin rumbo- sevuelve a plantear la oportunidad -y el deber- de levantar una alternativa de cambio. Una alternativa que conduzca a una Asamblea Constituyente para echar las bases de una nueva institucionalidad, democrática y participativa.
¿De qué Izquierda hablamos? De la que se anida en el movimiento social y que expresa las demandas de justicia, igualdad y participación democrática truncadas por el golpe de 1973 y luego por la demagogia y corrupción de la casta política.
El rechazo a la casta política que creció a la sombra del mundo empresarial no pudo ser esta vez más evidente. Desde la elección presidencial de 2013, Chile es el país con más alta abstención electoral en el mundo. Esta vez solo confirmó ese récord ominoso que ya alcanza al 65,5%.
Se trata de una crítica con diversos destinatarios. Nos interesa en especial aquella que se dirige a la sensibilidad democrática y libertaria de las luchas del pueblo.
La tardanza en reconstruir una alternativa de Izquierda que agite las banderas políticas, sociales y culturales que le son propias, tiene un costo muy alto. Está ayudando a despejar el camino a La Moneda de la derecha empresarial sin careta. El acelerado desgaste de la Nueva “Mayoría”, cuya base social -en importante medida- se encuentra a la izquierda del espectro político-social, ya ni siquiera puede usar a su favor el argumento de ser el “mal menor”.
En resumen, las elecciones municipales fueron un nuevo y contundente rechazo a la corrupta casta política. Acentúan la crisis institucional por la precaria representatividad de los municipios. Se prolonga la crisis política que vive el país. Es un deber de la Izquierda sacudir el pesimismo que la debilita y reivindicar el significado democrático de la política.
¿Por qué no plantearse un factor unificador de la lucha social y política? Una alternativa que ponga al centro del debate y de la agitación social la demanda por una Asamblea Constituyente. Porque sin Constitución democrática, será imposible desalojar a la oligarquía financiera y política que gobierna el país.
PF
Editorial de “Punto Final”, edición Nº 863, 28 de octubre 2016.