Roko Matjasic, Carlos Lundstedt, Chela Lira, René Tornero, Jim Mendoza, René Quevedo y Manuel “Marinero” Araos forman parte de este grupo de artistas denominado la Generación Porteña cuyo legado es rescatado en el libro “Generación porteña” que gracias a un trabajo de campo de más de dos años, los investigadores Carlos Lastarria Hermosilla y Marcela Küpfer lograron reconstruir parte importante de la historia personal de estos artistas y registrar sus obras, poco conocidas para el público, pues la mayor parte de ellas se encuentra en colecciones privadas.
Estos artistas tenían varias características en común. Para empezar, la mayoría de ellos tiene un origen humilde o una situación económica precaria, que les obliga a trabajar en oficios menores para mantenerse. Otros, han llegado a Valparaíso como inmigrantes. Ninguno ha estado sentado a la mesa de la fama, la academia o los círculos artísticos de la capital.
Estos artistas que pintaron en Valparaíso entre los años ’30 y ’60, quienes conformaron un movimiento escasamente reconocido en la historia del arte en Chile y durante esas décadas,estos artistas pintaron afanosamente Valparaíso retratando sus barrios, la febril actividad en la orilla, los oficios en los barrios, la bohemia, los personajes extraviados en la urbe porteña.
Además, la base de esta generación fue que Celia Castro, abuela del ex Presidente Salvador Allende y considerada la primera pintora profesional en Chile, regresa de Europa y se instala en Valparaíso. En su pequeño taller, recibe a jóvenes artistas porteños, sin recursos económicos ni escuela, quienes en las décadas subsiguientes darían forma a un movimiento artístico de características únicas, particulares e irrepetibles.
Pese a la intensa actividad del grupo, tras la muerte de sus integrantes el legado de la Generación Porteña se desvanece. Apenas un puñado de sus obras fueron conservadas en museos y debieron pasar décadas antes de que recién se esbozara una definición.
El resultado de este trabajo es este libro, publicado por Narrativa Punto Aparte, que fue prestado el 5 de abril, en la sala de sesiones del Senado y cuya presentación estuvo a cargo del periodista e historiador Juan Guillermo Prado, director de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía.
El libro, dividido en ocho capítulos, reproduce un número importante de obras de los artistas de esta generación como también, los hechos principales de sus biografías, que marcaron profundamente sus respectivos legados.
El libro nace a raíz de un trabajo anterior realizado por los investigadores Carlos Lastarria y Marcela Küpfer, sobre la vida y obra del pintor Jim Mendoza Mc Ray.
Marcela Küpfer señala que “cuando investigamos acerca de Jim Mendoza, un pintor de talento extraordinario y vida atormentada, prácticamente desconocido dentro del arte nacional, nos dimos cuenta de que Mendoza formaba parte, junto a otros artistas, de una generación o movimiento que no había sido correctamente identificado por la historia del arte, y menos aún descrito o definido. Recién en una de las últimas ediciones de su historia del arte en Chile, el crítico Antonio R. Romera los identifica como la Generación Porteña. Hasta entonces, estos pintores habían sido o bien ignorados o bien mal clasificados en otros movimientos”.
Según explican los investigadores, este grupo de pintores trabajó al margen de lo que ocurría en la capital y desarrolló una obra que cambió la forma de retratar Valparaíso en la pintura.
“Aparecen en sus pinturas temas vernaculares, los oficios y personajes del puerto, la vida en conventillos y quintas de recreo, las paisajes de los cerros y de la orilla. Valparaíso inunda su pintura, es el cable que los une a todos, a pesar de que tenían estilos distintos y no seguían escuelas ni tendencias”, explica el crítico de arte Carlos Lastarria.
Sus vidas, en algunos casos trágicas y breves, también se cruzan en la primera mitad del siglo XX. Todos viven en Valparaíso y comparten espacios de estudio o reunión. Casi todos tienen existencias precarias. Lundstedt pintaba carteles para mantener a su numerosa familia, Jim Mendoza era obrero en un hospital y algunos, tienen un funesto final como Roko Matjasic que desaparece en medio de unos roqueríos, sin que nunca más se haya aclarado su muerte.
Entonces, el destino de sus obras, así como sus biografías, se desvanece paulatinamente con el paso del tiempo.
“En gran medida, este libro busca ser un rescate del legado de los pintores de la Generación Porteña. Por una parte, proponemos avanzar hacia una definición pendiente de un grupo artístico que, como otros surgidos en otras provincias del país, ha sido ignorado por la historia del arte. Por otra parte, buscamos acercar al público una obra prácticamente desconocida. Hay pocos cuadros de los artistas de la Generación Porteña en colecciones públicas y sólo gracias a la dedicación y voluntad de los coleccionistas privados, se ha podido conservar este legado”, explica Marcela Küpfer.
Por otra parte, Carlos Lastarria señala que “La Generación Porteña tuvo características únicas que la constituyen en un movimiento particular, distinto a otros movimientos ya ampliamente estudiados en la historia del arte en Chile. Su caso es similar al de la escuela de grabadores porteños o viñamarinos, encabezada por el maestro Hermosilla, que tampoco ha sido suficientemente abordada. Entendemos que esta investigación es un primer paso para avanzar en estos temas”.