Noviembre 19, 2024

Cheyre a Colombia: una burla

La descomposición moral de la cultura neoliberal, tan cara para aquellos que alguna vez se declararon sus mortales enemigos, ha dado otra muestra de buena salud.

 

 

 

Nadie sabe bien por qué, pero el general Emilio Cheyre, ex Comandante en Jefe del Ejército y procesado por el asesinato aleve de quince personas durante el trayecto de la fatídica Caravana de la Muerte, ha solicitado permiso para levantar su arraigo y acudir a como observador al proceso de paz que pone fin a más de setenta años de guerra civil en Colombia.

 

Y se lo han concedido por dos chuchas.  Uno se pregunta con razón hasta donde se puede estirar el límite de la indignación.

 

Hablamos de un genocida, de un cobarde, de un criminal que no vaciló en asesinar a personas amarradas, rendidas, torturadas, en el límite de sus fuerzas, aterrorizadas.

 

Un valiente soldado que ha hecho su vida sin mostrar el más mínimo arrepentimiento por su felonía, financiado puntualmente por el Estado, un parásito que debería avergonzar a su descendencia, un hombre sin valer.

 

Como se demuestra, el desfonde moral no solo limita con los políticos recibiendo dineros para arrendarse a los postores que buscan enriquecerse más allá de todo límite racional.

 

Tiene que ver con el concepto de lo humano.

 

El mecanismo que permite que un criminal salga de lo más campante a testificar el fin de una guerra en que precisamente parte de sus centenares de miles de muertos fueron fusilados tal como lo hizo Cheyre, nos dice de lo trastocado que están los conceptos en Chile. Lo relativo de su validez. Lo poco humano de jueces y disposiciones. La poca vergüenza.

 

Y nos habla de la gigantesca e histórica irresponsabilidad de la casta política que administró, medrosa, cómplice, baja, sumisa y vergonzosa, el paso de los militares a sus cuarteles.

 

Hombres y mujeres recortados a la medida de lo posible, es lo que son.

 

Miserables que con sus actos miserables ayudan a sepultar mucho más los venerables cuerpos de los compatriotas caídos, hechos desparecer, trozados, quemados, lacerados sus cuerpos, lanzados a los mares, ríos y montañas.

 

Cheyre y todos los criminales que caminan sus vidas riéndose de las desgracias de los familiares de sus víctimas, del derecho internacional y de la gente sana y crédula, deben agradecer cada día de sus acomodadas vidas a los gobiernos de la Concertación y de la Nueva Mayoría.

 

Cómplices activos de los asesinos, colaboradores insolentes con los genocidas, administradores de la impunidad, coautores de la ignominia que es convivir con genocidas sueltos.

 

Arde el odio más profundo el recordar cómo se desvivieron las autoridades de la época, a partir del mismo presidente Frei, hasta sus más socialistas ministros, para salvar de la justicia europea al mismísimo tirano.

 

Parte de la indignación tiene que ver con que en el mismo seno desvergonzado de la Nueva Mayoría que protege a estos crimínales y que propician la amnesia, haya parte de sus víctimas levantando sus banderas, ocupando sus ministerios y asesorías, recibiendo sus sueldos y prebendas.

 

Ser parte de la Nueva Mayoría y declararse a favor de la justicia para las víctimas de la dictadura, esa una contradicción moral. ¿Qué proceso posibilita tamaña contradicción, rayana en la complicidad? Eso aún es un misterio.

 

Una democracia que permite afrentas como estas, vivirá siempre en peligro. ¿Un militar acusado de crímenes de lesa humanidad testificando un proceso de paz?

 

Mejor lo haría un cerdo a cargo del afrecho.

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