Los movimientos sociales tienen, entre otras cualidades, una gran virtud: destapan situaciones insoportables y, en algunos casos, acciones delictuales que se mantienen impunes, pues hay una colusión de intereses que hace imposible la acción de la justicia – esta realidad, en todos los países del mundo, se llama corrupción -.
El movimiento estudiantil actual tiene postulados absolutamente claros: primero, un Estado docente, ojalá descentralizado; segundo, poner fin al lucro en la educación, considerándola como un deber del Estado, no un producto que se transa en el mercado. En la actualidad, la educación no es más que el espejo de un Chile segmentado – escuelas para pobres y para ricos, para clase media y para clase alta, universidades para “legionarios” y universidades republicanas -.
Es evidente que no todas las universidades privadas son de mala calidad, las hay muy buenas – cito la Alberto Hurtado y la Diego Portales, pero también hay malas, verdaderos “circos chamorros de la educación”, donde se ofrecen cupos a alto precio, con cero exigencia académica, con profesores “taxi”, a quienes se obliga a aprobar los alumnos para mantener el rédito de los propietarios de estos establecimientos. Si el alumno no deserta antes, después de que sus padres se han endeudado hasta los tuétanos, termina por descubrir que su cartón sirve menos que papel desechable y que terminará en el subempleo.
El mercado de las universidades privadas es completamente caótico y está mucho menos regulado, hoy por hoy, que el del retail. Centros de educación de este tipo los hay para todos los gustos: unos pertenecen a sectas religiosas, como Los Legionarios de Cristo; otros, a la Prelatura del Opus Dei; otros, a la Bajai; la Universidad del Desarrollo fue fundada por dos ministros del actual gobierno; la UNIAC fue vendida por el presidente de la Fundación Pinochet a un fondo de inversión norteamericano – sería verdaderamente paradójico que un fondo de inversión no persiguiera lucro -, la U. Gabriela Mistral es un feudo de doña Alicia Romo – que tiene, al menos, la franqueza e defender el lucro -.
Desde que la derecha perdió los latifundios, con Eduardo Frei Montalva, y posteriormente las universidades católicas, con la Reforma Universitaria, ha podido tomarse la revancha con la propiedad de la mayoría de las universidades privadas; para ser justo, también la centro-izquierda ha imitado este actuar de la derecha – sólo que con más modestia.
Se supone que las autoridades, cuando juran a sus cargos, prometen respetar y hacer respetar la constitución y las leyes – por dictatorial que sea la primera – refiriéndose al caso de algunas universidades donde se cometen presuntos delitos como desviación de los réditos, blanqueados por medio de inmobiliarias y sociedades de inversión, o de abultadísimos sueldos a dueños y sus familiares y otras estratagemas – que no relataré para no hacer apología del delito – no puede existir ningún blanqueo, salvo una ley de amnistía general – ¿borrón y cuenta nueva? –acto de una indignidad inaceptable
Mientras no se transparente plenamente esta situación, el diálogo es imposible – si no vamos a blanquear las empresas del retail, por ejemplo, por qué lo vamos a hacer con las algunas universidades privadas-. Chile ostenta varias lepras: primero, una segmentación social, inaceptable en una democracia; segundo, un sistema impositivo, cuyo porcentaje mayor es el IVA, desfavorece a los pobres y enriquece más a los poderosos; tercero, un sistema educacional que segmenta aún más la inequidad social; cuarto, un sistema de salud que atiende con cortesía pleitesía a los caballeros que pagan y como ciudadanos de cuarta categoría a los pobres; un sistema de justicia que deja impunes a los delincuentes de cuello y corbata, y envía al infierno en la tierra a los más desprotegidos, en su mayoría, hijos de presos.
Tenemos que estar muy reconocidos de los estudiantes, pues destaparon, con valentía, tres realidades que el duopolio hacía imposible reconocer: en primer lugar, una crisis de representación: no puede haber democracia con un padrón electoral que excluye a tres millones de electores potenciales, donde el presidente de la república representa un tercio del electorado potencial; en este caso, ¿de dónde emanaría la legitimidad y la soberanía si 2/3 son igual que los ilotas y los bárbaros de la antigua Grecia? Si estamos de acuerdo que esta es una democracia elitaria, plutocrática, timocrática, en la cual los ciudadanos no juegan ningún papel, no hay nada que agregar
Si no aceptamos esta iniquidad seria necesario buscar cambios radicales en las llamadas leyes políticas, es decir, abolición del sistema binominal – inventado por el historiador Alberto Edwards, el más autoritario y dictatorial de nuestros pensadores – inscripción automática, voto voluntario y sufragio de los chilenos en el extranjero, y otras reformas la instauración de los plebiscitos, las primarias vinculantes y obligatorias y el federalismo.
Sólo en “Tontilandia”, como llamaba a Chile Genaro Prieto, se aprueba, por ejemplo y unánimemente, una reforma constitucional que consagra la inscripción automática y el voto voluntario, y pasan los meses y años… y a lo mejor, eternamente, para que nuestros duques de Venecia, que lograron el cargo en base a un electorado domesticado, se las arreglen, de tal manera, que una simple reforma de la ley electoral sea imposible de ser promulgada, debido a interese individuales de perpetuarse en el poder – lo único que importa es conservar el sillón que, de seguro, si votan tres millones de nuevos electores, ojalá jóvenes, estos anquilosados “prohombres”, que muchos de ellos llevan más de veinte años en sus cargos, gozarían, como se lo merecen, de una suculenta jubilación.
En resumen, es muy posible que esta crisis, que no es sólo de la educación, sino también de un país y un modelo gangrenado, no termine – como mucho me lo temo – en salidas populistas, que pueden ser peores que la actual plutocracia, como muchas veces ha ocurrido en Chile, escondiendo el polvo debajo de la alfombra, hasta que, de una vez por todas, el pueblo se dé cuenta y ponga fin a un sistema segmentado e injusto, para dar paso a una democracia directa, donde el poder y la legitimidad resida en la soberanía popular: ¡más y más democracia, más y más juventud!
Rafael Luis Gumucio Rivas
11/07/2011