La estrecha alianza establecida entre los gobiernos de Argentina y Brasil a partir de la instalación de los gobiernos de Lula y Néstor Kirchner rompió con el largo proyecto estadounidense de afianzar su poder sobre el continente jugando a poner un país en contra del otro. Incluso en los años 90, EEUU hacía que ese juego funcionara en la negociación de las deudas de los dos países –así como México–, impidiendo, con el beneplácito de los presidentes de entonces, que la coordinación de los mas grandes deudores del continente los fortaleciera en contra del FMI, el Banco Mundial, el Club de París, y la Secretaría del Tesoro de EEUU.
La alianza establecida entre Lula y Néstor Kirchner fue un hito en las relaciones entre los dos países. A partir de aquel momento, se asumieron como hermanos gemelos, con destinos e intereses comunes. Entonces se fortaleció el Mercosur y se expandieron los procesos de integración regional hacia Unasur, el Banco del Sur, el Consejo Sudamericano de Defensa y la Celac.
Nunca EEUU estuvo tan aislado de Latinoamérica como a partir de aquel momento. Fue una marca notable en la historia del siglo XXI en nuestro continente. Los movimientos sociales, partidos de izquierda, intelectuales de los dos países, entidades como Clacso, Alas, entre tantas otras, se movieron de forma similar y coordinada, con la conciencia de cómo los procesos históricos entre ellos se articulaban estructuralmente, de cómo sus destinos de estas naciones países caminaban juntos. Quedó claro hacia dónde iban Argentina y Brasil, iba hacia América Latina.
No es un accidente pues que las operaciones de retorno de la derecha a los gobiernos de los dos países reciba un apoyo tan inmediato y entusiasta de Washington. EEUU tiene conciencia de lo que significa para sus planes internacionales romper el aislamiento que sufría en Latinoamérica y, al contrario, poder contar con gobiernos –por más antipopulares que sean, por más que sean producto de maniobras antidemocráticas– para debilitar al Mercosur, a Unasur, a Celac, y al mismo tiempo dar oxígeno a la Alianza del Pacifico.
Ese cambio en la correlación de fuerzas en la región, simultáneo, hace que el péndulo del continente tienda hacia el otro lado. El Mercosur siente los efectos de las trasformaciones, así como el clima político general en la región. Uruguay, Bolivia, Ecuador y Venezuela, reaccionan, de forma solidaria, concientes de cómo los cambios ponen en cuestión los destinos mismos del conjunto del continente.
La conciencia de la naturaleza de la nueva situación enfrentada por el continente, así como la coordinación de los esfuerzos de todos los países, es condición indispensable para enfrentar la contraofensiva imperialista protagonizada por las derechas de nuestros países. La gran mayoría de las fuerzas que se oponen a los proyectos de restauración conservadora tienen conciencia de ello.
Si hasta hace muy poco se había avanzado de forma más o menos empírica en esos países, promoviendo los más grandes avances que hemos tenido simultáneamente en nuestra historia, ahora solo podremos seguir haciéndolo a partir de una conciencia clara de las razones por las que hemos alcanzado esos logros, cómo nos enfrentamos a los obstáculos impuestos por la derecha y de qué forma podremos construir un nuevo ciclo de progresos, que solo podrán darse a partir de la coordinación –política, social, económica, intelectual– de todos los que luchamos para que América Latina retome el camino de la construcción de sociedades más justas, solidarias, soberanas y humanistas.
*Sociólogo y politólogo brasileño