Noviembre 17, 2024

AFP’s y cambio cultural: bienvenido individualismo

En el fragor de la indignación y la protesta, se nos puede olvidar que el problema del abusivo sistema de AFP y de los míseros montos de las jubilaciones, tiene un trasfondo sociocultural y valórico. Se trata de cómo la llamada Revolución neoliberal de la Dictadura cambió el país. Pero, no sólo en cuanto a marcos legales, rol del Estado o sistema de productivo-comercial, entre otras cosas. Tal vez lo más relevante fue la transformación de la cultura y valores de los chilenos, y su consecuente legitimación.

 

 

En el antiguo sistema de pensiones, todas y todos los chilenos contribuían con sus imposiciones a un fondo común; más allá que fuera en diferentes “cajas”. De ahí se extraía el dinero para pagar a todas y todos los imponentes, de cualquier condición social, una vez jubilados. Fuera de la real eficiencia de algunas de esas cajas en cuanto a maximización de recursos (lo cual manifiestamente no es un detalle), el sistema era solidario. Representaba la extensión práctica de un tipo de moral y de una específica visión de la vida en común: era bueno que todos nos preocupáramos por todos.

 

Por el contrario, en pro de maximizar recursos, el actual sistema se sostiene en fondos individuales y en la idea que cada cual responde por sí mismo. No hay conexión, relación o dependencia alguna con otras personas o entre ellas. Como señala Harodl Laski[1], las relaciones sociales se definen en “términos atómicos”, pues se está ante un procedimiento basado en el egoísmo y el individualismo. El antiguo régimen solidario, desde la perspectiva hoy dominante en la sociedad chilena, es rechazado por impedir maximizar recursos. Fuera de ello, sería injusto por obligar a cargarcon otros compatriotas: impondría “reglas fatales al éxito individual” y a la autonomía.

 

Desde una visión superficial, el cambio con respecto al fondo de pensiones es una simple decisión técnica para mejorar la maximización de recursos bajo criterios de mercado. Cuestión definida por los tecnócratas como positiva, al imponer la ética individualista y egoísta que justamente sería el motor de los procesos productivo-comerciales de mercado. Mas no fue una mera transformación administrativa. Fue un cambio modernizador, un cambio sociocultural.

 

Lo que debe llamar la atención es cómo una innovación de un aspecto en apariencia meramente burocrático tiene consecuencias a nivel ideológico, moral y conductual de largo alcance en la sociedad. O sea, provoca una drástica alteración en los patrones del país. Esa variación es un ejemplo de cómo ciertos hechos, que pueden tenerse por aislados o simplemente técnicos, cooperan en el desarrollo del neoliberalismo como forma de vida.

 

Eso lo comprendió a fines del siglo pasado Eugenio Tironi, uno de los líderes de la renovaciónsocialista chilena; quien además celebró tal cambio como una de las grandes obras de la Dictadura:

 

“…la sociedad de individuos, donde las personas entienden que el interés colectivo no es más que la resultante de la maximización de los intereses individuales, ya ha tomado cuerpo en las conductas cotidianas de los chilenos de todas las clases sociales y de todas las ideologías. Nada de esto lo va a revertir en el corto plazo ningún gobierno, líder o partido… Las transformaciones que han tenido lugar en la sociedad chilena de los 90 no podrían explicarse sin las reformas de corte liberalizador de los años 70 y 80… Chile aprendió hace pocas décadas que no podía seguir intentando remedar un modelo económico que lo dejaba al margen de las tendencias mundiales. El cambio fue doloroso, pero era inevitable. Quienes lo diseñaron y emprendieron mostraron visión y liderazgo” (Cursivas nuestras).[2]

 

El neoliberalismo es en el fondo un proyecto sociocultural por el cual se impusieron pautas diferentes a las que hasta hace pocos años guiaban al país. Antes, a pesar de no respetarse o vivirse plenamente bajo una ética de la solidaridad, aun así ella estaba presente en algunos rasgos institucionalizados. Era el caso específico del fondo de pensiones en base al reparto, y en general de la idea de una búsqueda conjunta y consciente del bien común. Del mismo modo, esa ética estaba presente en el ámbito del deber ser: era conocida y considerada socialmente de manera positiva. Era un principio aceptado para guiar y/o enjuiciar los actos personales y colectivos.

 

Ahora bien, si tal variación en las concepciones morales de todo un país ocurre con un cambio particular o específico, es de imaginar las profundas consecuencias a mediano y largo plazo que pueden acontecer al organizar todo Chile como una sociedad de mercado. En una primera impresión, esto pudiera aparecer una exageración. Mas, adquiere lógica por el propio peso de los hechos que cotidianamente se pueden constatar y por su proyección.

 

Como decía Adam Smith en La riqueza de las naciones, en una sociedad comercial cada cual viene a ser lo que realmente es: un comerciante. Estos velan por su propio bienestar cuando hacen negocios, ni siquiera buscan el bien de su país.

 

Afortunadamente los hechos están dando pistas de que el péndulo puede estarse devolviendo. Sin embargo, es importante recordar que asistir a una marcha, difundir información por redes sociales o expresar una crítica no implica asumir realmente que es bueno que todos nos preocupemos por todos. Eso se ve en los actos de la vida cotidiana.

 

 

 

Salvo el primer y el último párrafo, este texto fue extraído del libro Oikonomía. Economía Moderna. Economías. 2008. Editorial Ayun. Santiago.

 

 


[1]LASKI, Harold. 1994. El liberalismo europeo. 13ra. reimpresión. Fondo de Cultura Económica. México D.F.

[2]Citado en: PORTALES, Felipe. 2006. “Lagos y la Concertación: adaptaciones neoliberales y renuncias democráticas” En: Gobierno de Lagos: Balance crítico. Editorial LOM. Santiago, p. 107.

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *