La mejor manera de entender la mentalidad de José Piñera Echeñique, es recurrir al retrato de un fanático, que siempre tiene éxito en los regímenes tiránicos. Sin Adolfo Hitler, Joseph Goebbels hubiera sido un vendedor ambulante en el centro de Berlín; sin A. Pinochet, José Piñera hubiera sido el mayorazgo del matrimonio de don Pepe Piñera con la Pichi Echeñique, es decir un caballero reaccionario y fanático lector del El Mercurio en su página editorial y cuerpo dedicado a los negocios, como lo hace diariamente la mayoría de la “gente bien” chilena.
Sólo un fanático puede sacar de su mente metáforas siúticas y estúpidas, como hacer alusión a la Capilla Sixtina, para ilustrar los cambios cosméticos, únicos aceptables dentro de su mentalidad autoritaria, o comparar en inicuo sistema de ahorro individual con un Mercedes Benz, al cual siempre hay que mantenerle bencina si se pretende llegar a la meta. Para una menta narcisista y megalómana estas insensateces le parecen propias de un genio y las repetirá una y mil veces, mientras haya periodistas a su servicio y canales de televisión y auspiciadores que le den espacio y editores financiados por las AFPs.
El neoliberalismo es mucho más que una teoría económica o bien, una determinada concepción de la política o de la sociedad. A mi modo de ver, es la religión que sustenta una de las más radicales anti utopías contemporáneas, cuyo dios “padre” es el mercado desregulado, y el “hijo” es “Cristo”, crucificado por los socialistas, por el solo hecho de defender la libertad de enriquecerse ilimitadamente a costa de los pobres, y “el espíritu santo” avala el reinado absoluto de la propiedad privada.
La religión de los ricos y el culto a la desigualdad tiene un “papa”, Friederich Hayek, un vaticano, Mont Pelerin, y fanáticos repartidos en distintas partes del mundo. José Piñera tiene el “privilegio” de ser uno de ellos: su misión es transmitir la “buena nueva” que convertirá a los pobres en “propietarios”, así sea de una miserable cuenta en una de las AFPs. Como antes había tribunos del pueblo, Piñera es un defensor de los ricos, encantando a los pobres consumidores con la “flauta mágica” de la salvación, que anuncia esta nueva religión.
La ideología y el neoliberalismo es una de sus expresiones más radicales, “es una falsa conciencia y una visión invertida de la realidad” (según K. Marx), que explica por qué José Piñera sea el único personaje en Chile que aún cree que las AFPs entregan a sus cotizantes afiliados el 75% de su último sueldo, es decir, al final una jubilación promedio de $650.000, cuando en la realidad reciben sólo un 30% que, según la Comisión Bravo, con el tiempo llegaría a menos del 25% del salario.
Nada ganamos con pretender llevar a un fanático a aceptar la realidad – intento en el cual fracaso el entusiasta periodista, José Manuel Astorga, en el Canal del duopolio -, pues se le puede argumentar de distintas formas que la pensión media en Chile es menos de $200.000, pero una mente fanática como la de José Piñera siempre le doblará la nariz a la realidad, así sea a punta de bayoneta y matraca.
Augusto Pinochet, incluso, captó muy bien la personalidad fanática de su valido, y entendió que este sistema sólo iba favorecer a los grandes grupos económicos, pero Pinochet necesitaba las modernizaciones para instalar el reinado de los potentados, pues es mucho más rentable gobernar para unos pocos ricos, que para millones de famélicos pobres.
El sectario neoliberal, José Piñera, está tan convencido de las bondades sin límites del sistema de ahorro individual que se cree el salvador de los pobres, sobre todo, de las futuras generaciones. En su “mundo feliz”, Chile ha crecido hasta llegar a convertirse en “potencia económica sudamericana” por haber adherido, así hubiera sido a través del uso de bayonetas y torturas, a la religión de la libertad “económica”.
José Piñera no está solo: lo acompañan los militares, acusados de crímenes de lesa humanidad, presos en Punta Peuco, y también el dogmático y adorador de Pinochet, Hermógenes Pérez de Arce, el columnista de El Mercurio, Gonzalo Rojas Sánchez, algunos dueños y miembros de directorios de AFPs – no se atreven a reconocerlo en pública – y tantos pinochetistas anónimos que aún pululan en este país.
Los dogmáticos sectarios tienen por poder cuando están premunidos de una fe que “mueve montañas” y, como el gran inquisidor, estarías muy satisfechos de aplicar la tortura a los “herejes” que están a punto de condenar su alma a las penas eternas del infierno socialista, pues el fuego, si es necesario para salvar el alma, bien vale el “sacrificio” del cuerpo del malhadado.
José Piñera está perfectamente consciente de que le causará un daño a querido hermano, pero Sebastián Piñera, candidato de los tontos y analfabetos políticos, que tropiezan más de dos veces con la misma piedra, y como posee una inteligencia aguda y perversa, se adelantó y marcó sus diferencias con el totalitario mayorazgo, sosteniendo que cada uno puede pensar y hacer lo que quiera en su propio feudo, pero los “los rotitos son míos”, pues ya los tengo amaestrados para que en las urnas me marquen una raya.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
05/08/2016
*Voltaire