Encaramada sobre su notable 74% de apoyo, la presidenta Bachelet no alcanza a ver lo que pasa más abajo, donde un tufillo molestoso tiende a ensuciar las estadísticas de la impoluta macroecomía. Una banda de niños de cuarto básico hace esfuerzos encomiables por aportar al manejo de la economía nacional, por la vía de resolver la injusta distribución del ingreso por su propia mano.
En octubre del año 2008 fue detenido el Cisarro tras asaltar a un empresario japonés en el barrio alto. Se comenzaba a develar la historia que hay detrás de este niño que da su opinión de la política y la economía a los periodistas que lo esperan a la salida de las comisarías, pateando sus micrófonos y cámaras. El padre del Cisarro acaba de salir de la cárcel, su madre, diabética y con trastornos mentales, vive del aporte de algunas personas y atendiendo un quiosco instalado en su casa. En el mes de abril pasado fue formalizada por microtráfico y se encuentra con arraigo y firma mensual. Cuatro de sus diez hijos han estado detenidos por distintos delitos y dos de las menores viven en centros especializados.
Los mejores amigos de el Cisarro son el Garra, el Potito Rico, el Coca Cola chico, el Juanito Pistolas, el Gorila, el Ceja y el Loquín. Estos últimos, lideraron un comando que liberó a El Cisarro cuando fue detenido conduciendo un auto robado. Una vez completaba la operación, se fueron a tomar cervezas para celebrarla.
A partir de entonces las alarmas del sistema no han dejado de sonar. Las autoridades, informadas por los diarios y la tele, se han dado cuenta que un fantasma recorre las poblaciones del Gran Santiago y de las más importantes ciudades, donde las cifras del crecimiento no llegan y si acaso lo hacen los bonos que se reparten como si fueran una solución divina al drama de la pobreza más dura.
La subsecretaria de carabineros, tiernamente, ha reconocido que se necesita una oferta especializada refiriéndose a casos como los del team Cisarro. Adelanta, entusiasmada con la idea, que junto con carabineros, el SENAME y el Ministerio del Interior, generará un plan piloto para abordar el fenómeno.
Resulta de una honestidad que impresiona, el que las instituciones que tiene que ver con el orden público, la seguridad del estado y la administración de tribunales y cárceles, sean las que se propongan planes para abordar el drama de los niños tragados por la delincuencia.
Como si el caso de los niños asaltantes y sus circunstancias detonantes fueran de la exclusiva competencia de estas reparticiones y vivienda, cultura, educación, salud, medio ambiente, deporte, economía, no tuvieran pito que tocar. Lo cierto, es que no existen políticas de estado que inhiban la aparición de niños que, apenas destetados, se transforman en asaltantes.
“No hay políticas del estado para hacerse cargo de estos niños”, dice Alicia del Basto, presidenta de la AFUSE, que reúne a los funcionarios del SENAME, Servicio Nacional del Menor. “Para abordar casos como los del Cisarro no hay ley. No existe programa de esta naturaleza en Chile y los niños infractores como éstos, están a la deriva”, agrega. “No tenemos médicos en nuestros centros. Éstos trabajan por algunas horas y ni hablar de siquiatras u otros especialistas. Jamás se irán a trabajar en este servicio. En el sector privado se gana mucho más dinero”. Dice.
“En sus orígenes, el SENAME tuvo un sello marcadamente técnico”, agrega del Basto. “Sin embargo, como todos los servicios públicos, en el último tiempo se ha politizado llegando personas sin competencias a cargos en donde se necesitan especialistas”. En su opinión, las soluciones de fondo a casos como los de los niños delincuentes son muy caras, pero desde Hacienda ha primado un criterio estrictamente economicista que no se condice con la importancia de un servicio de esta naturaleza.
Entrega un ejemplo: el centro Las Acacias, en el que se recibía a casos como los de El Cisarro, fue cerrado y destinada esa casa a resolver la necesidad de espacio para la implementación de la Ley de Responsabilidad Penal Adolescente. Lo mismo pasó en la casa que había en Iquique. Los niños que debían llegar allí, son algunos de los cuales hoy hacen noticia. Cree que las modificaciones que se han hecho, incluidas la Ley de Responsabilidad Penal Adolescente, han sido sólo para resolver la contingencia, y no para dar soluciones permanentes y de fondo.
A las instalaciones del SENAME llegan los niños con algún grado de riesgo o cuando ya tiene cierto compromiso delictual, como dice el engolado lenguaje técnico. Sin embargo cabe preguntarse por qué un niño que apenas se empina en los ocho años puede llegar a ser un avezado delincuente, cuando debería estar en la escuela por una obligación impuesta por el Estado.
“En el caso de estos niños, falla todo el sistema educacional”, nos dice Loreto Muñoz, Educadora Diferencial y dirigente nacional del Colegio de Profesores. “En los casos de familias disfuncionales, con riesgo social muy elevado, con consumo de drogas y conductas delincuenciales, la escuela debiera ser el segundo escalón de salvataje para estos niños”.
Loreto Muñoz, dice que los trastornos conductuales son de responsabilidad del sistema educacional, pero “los profesores no están preparados para trabajar en esto. Falta formación por parte del estado. Esto se traduce en la inexistencia de criterios para discriminar respecto de casos como los del Cisarro y sus amigos, y su derivación a especialistas. Y, aún cuando haya profesores que sí logran un cierto criterio, no hay una red integrada que se haga cargo de estos casos y que permitan un tratamiento integral, permanente e interdisciplinario”, agrega la especialista.
Por lo demás, recalca, “en el sistema público de educación, es notoria la escasez de profesionales del área de la psicología, la psiquiatría y asistentes sociales”. “Para no haber conocido al Cisarro debió suceder una cadena de eventos en el sistema educacional: el profesor, en forma temprana, detecta una conducta desadaptada y envía al niño a un educador diferencial el que debería hacer un informe psicopedagógico y derivar el caso a un neurólogo, al psicólogo y al asistente social. De esta manera se habría sintetizado un diagnóstico integrado y un tratamiento adecuado. El Cisarro es producto de la falla del estado en todo esto”, termina diciendo
El fenómeno de niños delincuentes que disputan el trabajo a los mayorcitos, no es un fenómeno sólo de nuestro país. Según informa la UNICEF, este fenómeno ha aumentado vertiginosamente en América Latina en los últimos años. Según este organismo, el denominador común de los niños delincuentes lo constituye la pobreza y la marginación, además de la falta de cariño, la incomprensión, la atención y cuidado de sus padres.
Es decir, los niños que apenas dejan de gatear y ya andan con un treinta y ocho al cinto, no nacen de la mala suerte, ni de un destino insalvable. Son hijos del fracaso, del desamparo. De la vida en el hacinamiento de los guetos que rodean la capital, en los cuales el estado manifiesta su presencia mediante la represión diaria y que los canales de televisión se esmeran en mostrar en esas cacerías de pobres, verdaderos safaris, al interior de las poblaciones. Como subproducto de este apharteid mediático, queda el estigma de vivir en esas comunas y poblaciones, lo que se niega sistemáticamente al momento de buscar un trabajo o polola.
Según la criminóloga Doris Cooper (La Nación, 2 de octubre del 2005), el modelo económico es la causa principal de la delincuencia, la que sube en circunstancias de crisis económica. Pone como ejemplo a la ciudad de Concepción, la que tiene mayor cantidad de menores presos, coincidiendo con la crisis el carbón. Según Cooper, la carrera delictiva comienza, a los seis años, inicialmente como una forma de subsistencia al estar sus padres desempleados.
Cree que la solución nos son más cárceles. “Pueden llenar Chile y América Latina de cárceles, pero no habrá efecto alguno sobre la génesis de la delincuencia, porque van a seguir naciendo niños extremadamente pobres”. Ni siquiera la reforma penal adolescente puede tener un impacto en la delincuencia infantil porque “la entrada al mundo de los ladrones no es de adulto, ni a los catorce años, es en edad más temprana”. Y concluye que “cuando más, el efecto va a ser tener presos a los niños a los catorce años”.
La Iglesia Católica ha denunciado lo que todo el mundo sabe de sobra: la desigualdad social es un escándalo. El 10% más rico gana 31 veces más que el 10% más pobre y 3 de cuatro chilenos gana menos de 170 mil pesos. La extrema concentración de la riqueza en las manos sospechosas de siempre, determina que sólo son pobres los que ganan menos de 47 mil pesos en la ciudad y menos de 32 mil pesos en el campo.
El informe sobre desarrollo humano de 2005 del programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), sentencia: “La desigualdad de la distribución del ingreso, que atenta contra la igualdad de oportunidades,…, hace más difícil la superación de la pobreza. Esta asintonía, es vivida con malestar por sectores cuantitativamente importantes de la población, que reaccionan con conductas de desquite o legitimación de la ilegalidad”.
En América Latina ha habido soluciones imaginativas para paliar los efectos del desquite de los niños culpables de ser pobres. Escuadrones de la muerte asesinaron centenares de estos rapaces en Brasil para evitar que las playas se afearan y los comercios se vieran afectados en sus ingresos.
En Chile la solución propuesta por el médico tratante de Cristóbal, es menos invasiva que la brasileña, pero no menos extraña. Una buena dosis de Clozapina ha logrado bajar los impulsos agresivos del Cisarro, lo que el médico tratante nombra como “síndrome de desregulación emocional severa”.
“Este fármaco de última generación es usado en el tratamiento de psiquiátricos de alta complejidad”, dice Gladys Corral, Presidenta del Colegio de Enfermeras, con vasta experiencia en este ámbito. Considera que su uso en un niño de diez años que no presenta rasgos de enfermedad siquiátrica alguna, es simplemente una aberración. “Al producir efectos secundarios en forma de alteraciones orgánicas, los pacientes tratados con estas drogas requieren de una vigilancia especial que el sistema no puede otorgar a estos niños”, cuenta.
Pero a Gladys Corral no dejó de llamarle la atención lo dicho por su colega enfermera que recibió al Cisarro en el hospital al que fue derivado. “Bastó que lo abrazara, le diera un beso, lo escuchara y lo tratara con afecto para evidenciar un cambio en su conducta agresiva. Con cariño se puede lograr todo con él”. Lo traté como niño, amorosamente y lo llamé por su nombre”. Esa experiencia de su colega es muy potente, y agrega que lo hecho por esa enfermera es un dato que los responsables de enfrentar el fenómeno de los niños delincuentes, deben tomar en cuenta. “Resulta sorprendente que se quiera tapar el drama social que hay tras estos niños, bautizándolo con el nombre de una enfermedad y tratarlo con medicamentos”, termina diciendo.
El tratar a el Cisarro y sus colegas con ese medicamento constituye un error. Por que la enfermedad que sufren estos niños condenados a la muerte prematura, no sin antes conocer los métodos policiales, la reforma judicial, las cárceles concesionadas para, finalmente, llegar a los modernos cementerios que circundan la ciudad, se llama pobreza. Y para ésta patología aún nadie propone un tratamiento específico, ni una cura de milagro.
Buen ejercicio terapéutico sería tomar la palabra a Almeida Garret y “calcular el número de individuos que es necesario condenar a la miseria, al trabajo desproporcionado, a la desmoralización, a la infancia desprotegida, a la ignorancia, a la desgracia… para producir un rico”.
Si hay un enfermo, es el mundo que el sistema ha creado, esta sociedad contaminada por la especulación, la imposición del éxito en constante y sonante y la ausencia de solidaridad y valores humanos.
No puede si no estar enferma una sociedad en que se gasta una fortuna en maquinarias de guerra que avergüenzan. Y que de paso, tanques y aviones mediante, enriquece con coimas a los sinvergüenzas que no pierden oportunidad de llenarse la boca con el honor y la austeridad militar.
El neoliberalismo ha diseñado una sociedad en donde las cosas tienen precio pero no valor, en el cual las personas son desechables si han tenido la desgracia de nacer pobres y en donde el mercado lo resuelve todo siempre a favor de los ganadores de siempre.
El Cisarro, el Garra, el Potito Rico, el Coca Cola chico, el Juanito Pistolas, el Gorila, el Ceja, el Loquín y otros miles de los que aún no se sabe nada pero que existen, seguirán el rumbo diseñado por una sociedad que los cría en los extramuros, escondidos a la vista de las visitas, los alimenta de lo que son capaces de robar no bien dejan de gatear, y les garantiza una celda concesionada, como paso previo a la tumba. Esto niños son los sobrantes del sistema.
Esto niños nacieron en estos tiempos de la coalición política más exitosa de la historia, según dicen los que miden ingresos, negocios y fortunas. Con certeza, nadie les pregunta a ellos como ven el futuro. Así como van las cosas, estos nietos indeseados de de Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet, tendrán una opinión distinta de quienes han dirigido el segundo tiempo de la construcción de un país que comenzó a ser diseñado por golpistas, criminales y ladrones, hace treinta y seis años, un día martes nublado.
Artículo escrito en Punto Final en 2009