“Cerrar podrán mis ojos la postrera
Sombra que me llevaré el blanco día, y podrá desatar esta alma mía.
Ora, a su afán ansioso lisonjera;
Mas no es otra parte en la ribera.
Dejaré la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama en agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.
Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médula, que han gloriosamente ardido,
Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán cenizas, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado”
(Francisco de Quevedo y Villegas)
El valor moral del intento de querer tocar el cielo con las manos, que fue la Unidad Popular, nunca morirá. Dos derrotas históricas, la Comuna de París y el sueño de la Unidad Popular, siempre se mantendrán en el recuerdo, como el cadáver del Mío Cid, que ganó batallas después de muerto.
La reconstitución de escena de la muerte del Miguel Enríquez y la reapertura del caso de José Tohá, asesinado en el Hospital Militar por los criminales verdugos y sus cómplices civiles, son dos casos emblemáticos que demuestran el valor moral de quienes lucharon por un Chile más justo, menos racista, menos repugnante y menos injusto que el reinante actualmente.(gracias la concertación y la alianza)
Es evidente que tanto en la Comuna de París, como en la Unidad Popular se cometió un sinnúmero de errores – en el primer caso, basta leer a Carlos Marx y a Victor Hugo para comprender las fallas cometidas por los heroicos comuneros y, en el caso de la Unidad Popular, hemos pasado decenios en el análisis de cada uno de los detalles y del todo en su conjunto por las razones de la derrota, desde “ no se fajaron, chico”, de Fidel Castro, hasta la imposibilidad de hacer un gobierno minoritario que tanto cacarean los “renovados”, que incluso, han terminado en los directorios de las AFPs.
El valor moral de Miguel Enríquez siempre será el haber tomado el relevo de Salvador Allende en la lucha, por cierto muy desigual, contra la ralea militar que se había apropiado del país, y murió luchando, consecuente con sus ideales. Puede ser para algunos críticos la esencia del voluntarismo, como si la política fuera otra cosa. (Confieso que, hasta ahora, me cuesta entender los terminachos del estalinismo, las críticas a las desviaciones de derecha e izquierda o el rechazo al voluntarismo en nombre de un racionalismo positivista, bastante ramplón).
En el caso del ministro de Defensa, José Tohá, que fue la expresión del temor que provocaba su moralidad sin tacha a los criminales y traidores que, faltando a su juramento de lealtad a la Constitución, ocuparon el país, dedicándose al saqueo y al asesinato de ciudadanos inocentes, como también a la quema de libros. Las familias Tohá-Pinochet eran muy amigos durante el gobierno de la Unidad Popular, pero el tirano no pudo soportar la altura moral de Tohá y que, por lo tanto, continuara con vida. Como en el caso de El Cid, José Tohá vuelve a ganar una batalla por la verdad
Tanto la Comuna de París, como la Unidad Popular han tenido herederos traidores: en el caso francés, la Tercera República, que se caracterizó por el engaño a las demandas de los movimientos sociales en aras de mantener incólume los privilegios de los propietarios – Adolphe Thiers(el asesinó del murro de los federados) decía que es mucho más útil la república que la monarquía para mantener los privilegios de los propietarios – pues en la monarquía bastaba derrocar a un rey para terminar con ellos y en la república, la majestad de la ley < “estado de derecho”> y el sufragio popular daban seguridad para que los privilegios se mantuvieran eternamente -.
Los herederos de la Unidad Popular también traicionaron los ideales de cambio: F. Mitterrand, que se inspiró en la experiencia de Salvador Allende, terminó su gobierno pretendiendo convertirse en un De Gaulle francés, y poco y nada quedó de los ideales socialistas. En Chile, los líderes de la Concertación y sus Presidentes de la República, cual más, cual menos, no han hecho más que perfeccionar la herencia del dictador. ¿Qué tienen de allendistas los socialistas actuales? Solo les queda el retrato, como un homenaje que la virtud le hace al vicio.
Ricardo Lagos Escobar, un profeta de la decadencia de las instituciones de Chile, a mi modo de ver, no logra entender que Miguel Enríquez y José Tohá siguen ganando batallas después de más de cuarenta de muertos, y que los cómplices, como Juan Emilio Cheyre, tienen que responder ante la justicia, por muy amigos que sean de unos cuantos traidores de la Concertación.
Que por medio de la memoria histórica se siga acusando a los verdugos y a sus cómplices, se lo debemos a la constancia de los familiares de detenidos desaparecidos, los mismos dirigentes que, por ejemplo, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, se negó a recibir durante todo su mandato.
Poco se ha mencionado el hecho de que ningún dirigente de la Unidad Popular metió las manos – aun cuando algunos afirmen que metieron la pata repetidas veces –.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
29/07/2016