¿Por qué la mayoría de las personas temen tanto a la libertad? Porque la Historia de la Humanidad fue y ha sido una confusión y manipulación de lo que suponen ciertos individuos oligarcas fariseos opulentos sobre lo que es libertad.
Los sistemas políticos y económicos vigentes globalizados nos han impuesto un miedo a la libertad. Los regímenes que dicen gobernar en nombre de la libertad por y para el Pueblo, tienen miedo a la libertad de los ciudadanos y reaccionan violentamente cuando algunos ponen en peligro sus odiosos privilegios o su seguridad personal, acusándolos de subvertir el orden público y la paz social… En Latinoamérica, el capital buitre foráneo impone dictaduras fascistas/terroristas militares, las que dan brutales y salvajes golpes de Estado. Derrocan y asesinan a presidentes elegidos democráticamente, torturan, desaparecen a ciudadanos inocentes –“El fin justifica los medios”-, e imponen a los Pueblos Sometidos la Doctrina de la Seguridad Nacional en nombre de la libertad.
Los países desarrollados globalizados de la Comunidad Europea y asiática, encabezados por los Estados Unidos –el Pentágono, la OTAN-, invaden y someten a los Pueblos de Irak, Palestina, Afganistán, Libia, etc. En nombre de la libertad. La verdad, para apropiarse de sus riquezas básicas, especialmente del petróleo…
Los medios mediáticos de (in) comunicación globalizados, en poder del capital buitre foráneo y del sionismo judío, machacan con sus campañas del terror para causarle a la población temor y pánico, y transformar a la masa indolente en individuos timoratos, miedosos y pusilánimes, para que la globalización del capital, la tiranía más despótica y desalmada de la tiranía universal siga manejando los destinos de nuestro desgraciado planeta: Con violencia, terror, malditas guerras, lucro desenfrenado, consumo, usura, depravación y rock&roll…
Los padres tienen miedo a la libertad de los hijos –no confundirlo con el libertinaje consumista, hedonista del capitalismo salvaje globalizado-, los profesores tienen miedo a la libertad de los estudiantes, los regímenes cesaristas tienen miedo a la libertad de la clase trabajadora y de la juventud, los ricos fariseos oligarcas tienen miedo a la libertad de sus trabajadores que explotan y enajenan. Machacan con su enajenante propaganda de que “el trabajo hace libre a las gentes”. El trabajo embrutecedor del capitalismo salvaje globalizado no es liberador en sí, no lo es para nadie…
La clave para encontrar una respuesta correcta al miedo a la libertad está en distinguir entre la libertad de y la libertad para. El gran humanista, el Dr. Erich Fromm afirmaba qué, “ no es lo mismo liberarse de, que liberarse para”, la persona que ha logrado sacudirse del yugo que le impedía ser libre, no es libre para gobernarse a sí mismo, sino se une con otros seres humanos para construir una sociedad a escala humana en la que todos respetemos la libertad del otro: Mi libertad termina donde empieza tu libertad.
Después que hemos logrado la primera fase de nuestra libertad, nos quedamos satisfechos y por miedo, cobardía u oportunismo no luchamos hasta el final para obtener una libertad plena, total. El genio universal el Dr. W. Goethe, afirmó “sólo merecen la libertad y la vida quién cada día las conquista”.- Dos cosas: estar vivo no es vivir, y la libertad no es un fin en sí misma. Si la libertad fuera un fin, es decir, el objetivo último de la lucha –“Luchar es vivir”- se conquistaría y bastaría, como lo afirman los epígonos pragmáticos contemporizadores social demócratas de la celestina universal, la hegemonía capitalista salvaje globalizada-. Para ser un Ser Humano digno que lucha por darle sentido a su vida, la libertad es el ansiado medio para desarrollar en plenitud todas sus facultades…
En nuestros días, no es la razón la que orienta las decisiones de los testaferros de la globalización del capital, que dicen gobernar a la humanidad, sino el odio, la ambición, el miedo, la ira, el terror, la violencia, etc., para seguir lucrando con las malditas guerras –fabricación y ventas de armas-, y el tráfico de las malditas drogas. Ideal sería, que el amor, el irrestricto respeto por los Derechos del Ser Humano y el Entorno Ecológico, fueran las fuerzas rectoras que rigieran a nuestro desgraciado planeta. Generalmente- cuesta encontrar la excepción de la regla-, el odio, la cobardía, el oportunismo, la malevolencia, la envidia, y el terror individual e institucionalizado –arma fundamental del capitalismo salvaje globalizado y de organizaciones fanáticas fundamentalistas- destruyen nuestras mejores intenciones. La campaña del terror mediática a través de los medios de (in)comunicación globalizado del capitalismo salvaje, es un aliado muy peligroso, pero cuando se trata del miedo, la libertad es un delito de lesa humanidad, un atentado contra la humanidad.
¿Qué pasa hoy con la globalización del capital?, esta hegemonía/tiranía despótica desalmada y perversa de la celestina universal ha empezado por estandarizar la industria para continuar con estandarización de la persona. En ambas situaciones desaparece la libertad, no la libertad política de hablar, de viajar, de votar, de reunión, sino la libertad humana de Ser. (Conferencia del suscrito en la fundación Cesal e.V. Berlín república Democrática Alemana, patrocinada por la revista Latinoamérica un pueblo continente, Berlín/DDR que dirige la señora Gerda Böttcher.
La libertad en la arcadia mercurial de la alegría.
Frente al absolutismo de la dictadura fascista cívico militar que por casi dos décadas oprimió y enajeno al Pueblo Chileno bajo un “derecho divino” de parte del sátrapa que comandó el asalto al Palacio de la Moneda y asesinó al Presidente de Chile y se autodesignó “Capitán General y Presidente de todos los chilenos”, repetía a sus cipayos: “en este país no se mueve una hoja sin que yo lo sepa”. Esto equivale a afirmar que en este inefable individuo residían todas las instituciones, en el contexto de un rancio y despótico totalitarismo, con un artilugio que impuso y que llamó Constitución de 1980, vigente hasta nuestros días. Se impuso una vivificante y exitosa y autocomplaciente euforia de los “ganadores de la Batalla del 11 de Septiembre de 1973”, que lo invadió todo. Se cambiaron el nombre a las cosas para mostrar que estas cambian.
1990: La caída de la inepta, corrupta y criminal dictadura fascista cívico militar, produjo un momento de alegría, una ilusión, y un exagerado optimismo. Desde Washington, el dueño de la carreta exigía cambio de bueyes. La arcadia mercurial de la alegría, inició el régimen cesarista de la democracia, la liberta y la Justicia en la medida de lo posible”, encabezado por el inefable Patricio Aylwin Azócar, el golpista más destacado, junto a Eduardo Frei Montalva y Agustín Dunny Edwards, en el derrocamiento y asesinato del Presidente Constitucional de Chile, Dr. Salvador Allende Gossens.
El régimen cesarista concertacionista de la transición a la libertad, la democracia y la “Justicia en la medida de lo posible” redujo su papel a ser un mero espectador neutral, apolítico, cuyas únicas preocupaciones son la de garantizar “la libre competencia”, el consumismo desenfrenado y la libertad mercurial de prensa que permite que la oligarquía empresarial farisea sofofa profundizar en la explotación y enajenación de los más débiles, los marginados. Esto acentuó las diferencias entre los ricos que profundizar sus riquezas y los pobres/marginados que profundizaron su pobreza, su miseria, a la sombra de tres grandes y nobles principios: La libertad, la democracia y la justicia. Lo penoso del caso es que se llegó a esta situación después de una larga lucha contra la dictadura fascista cívico militar que le había permitido a los vencedores de la Batalla del 11/09/73 la Fuerzas Armadas y del orden, “La reserva moral del país”, ocuparlo por casi dos décadas.
La libertad moral.
La libertad es un atributo subjetivo de la persona, inherente a ella. Si nos referimos a la relación entre una persona y sus semejantes, o frente al Estado de Derecho, estamos hablando de libertades civiles y libertades políticas. Las primeras reglan cuando se relacionan con la convivencia social, y las libertades políticas, afectan la organización y vida del Estado de Derecho, es decir, los Derechos de la ciudadanía. Para hablar de la libertad tenemos que partir necesariamente de la persona, que es su forjador, su destinatario, que alberga la libertad dentro de sí misma o no la alberga, según sea cada persona.
Las libertades civiles y políticas son de uso externo y visible de la libertad, que antes debemos alentar dentro de nosotros mismos. De lo contrario no tenemos –al menos moralmente-, derecho legítimo al ejercicio de ellas.
La persona libre no es aquella que se desplaza físicamente sin impedimentos –artilugio de 1980, Agenda corta/Ley Corta- ni siquiera, que pueden hablar sin trabas. Lo principal es que tenga, desde lo más íntimo de su ser, la firme voluntad de ser libre. Entiendo la libertad como un acto volitivo de la persona, independiente de las condiciones externas de la persona, que le permitirán o no concretar su deseo. Lo otro es lo formal y lo externo. Carece de importancia desde un punto trascendente.
La persona, para merecer las libertades –civiles/políticas-, tiene que acreditar ante su propia consciencia, su decisión de militante por la causa de la libertad. Concretamente el ejercicio de las libertades externas, se legitiman partiendo de la libertad moral, que en resumen corresponden al sentido ético de la libertad. El genio universal del Dr. W. Goethe, a la pregunta “¿Qué es la libertad?, ¿dónde y por qué medio encontrarla?”, respondió, “sólo merecen la libertad y la vida, quién cada día las conquistas”…
La libertad política, y la libertad civil, es una conquista que supone para ser lograda, la libertad espiritual. Resumiendo, para ser acreedor al uso de las libertades externas, concretas y prácticas, es imprescindible nuestra libertad íntima, ya que aquellas al fin y al cabo, no son otra cosa que la oportunidad de emplear y aplicar nuestra libertad moral…
Si no fuéramos íntimamente libres no sabríamos qué hacer con nuestras libertades externas. En estas condiciones, pretender conquistarlas, es un contrasentido. Equivale a hablar de la soberanía en un régimen cesarista donde esta reside en las Fuerzas Armadas y del orden, cuyos habitantes no son ciudadanos libres, sino vasallos, ciervos, etc., porque la soberanía sólo es legítima cuando reside en el Pueblo y este es gobernado por ciudadanos libres, honestos y sabios.
Con esperanza y memoria.
Prof. Moreno Peralta/IWA