El diputado independiente por la Región de Magallanes Gabriel Boric Font (30), líder del Movimiento Autonomista, se juega por la unidad de la Izquierda, reivindica los derechos de las regiones frente al centralismo y afirma que a la Izquierda emergente le falta imaginación para superar su tendencia a desarrollar identidades cerradas. Sin embargo, percibe ahora una mayor disposición de esos sectores para relevar los aspectos que los unen por sobre aquellos que los separan.
Boric opina que la política debe hacerse de manera más horizontal y unida a los movimientos sociales, usando las nuevas tecnologías de la información y comunicación, para enfrentar desafíos como los que plantea el feminismo o el tema medioambiental. Considera que esos son asuntos prioritarios para la construcción programática actual.
El ex presidente de la Fech (2002) cree que el movimiento social mejor constituido -por su amplitud, influencia y logros-, es el estudiantil. Afirma que la contradicción más aguda de la sociedad chilena se da hoy entre mercado y democracia, teniendo como ejes las luchas por la salud, la educación, la vivienda y la previsión, que fueron derechos sociales garantizados por el Estado.
Define el autonomismo como una corriente que propicia actores políticos representados a través de una democracia radical, concebida como una práctica de autorrepresentación de organizaciones sociales y políticas. Afirma que la corriente autonomista proviene de una larga tradición que incluye al MIR, La Surda y la concepción libertaria y latinoamericanista del PS.
DESAFIOS PARA LA IZQUIERDA
“Nos ha faltado capacidad política -reflexiona Gabriel Boric- para construir propuestas destinadas a superar el modelo neoliberal. No obstante, después de años de dispersión, fraccionamientos y múltiples identidades, hoy percibo mayor voluntad de los grupos de Izquierda para encontrar puntos de entendimiento confrontando ideas. Anteriores experiencias, como el Juntos Podemos o candidaturas presidenciales como las de Marcel Claude y Jorge Arrate, se diluyeron después de las elecciones. Son hechos aleccionadores de lo que no debemos repetir.
Para constituirnos en alternativa es necesario colocar el bien común por sobre lo que nos divide. Somos parte de una posta de muchos luchadores sociales que nos antecedieron en el siglo XX. Pero en el siglo XXI hay que entender la política de manera distinta. Partiendo por construir nuestra propuesta en estrecha relación con los movimientos sociales. En forma mucho más horizontal y haciéndonos cargo de nuevas realidades, como las tecnologías de la comunicación, o desafíos que para la Izquierda tradicional estaban en segundo o tercer plano, como las demandas feministas o medioambientales, que son hoy una prioridad en la construcción programática.
Se está produciendo una recomposición del tejido social que todavía no se consolida. Se expresa en movimientos regionalistas, socioambientales, feministas, agrupaciones por la diversidad sexual, en los trabajadores que están fuera de las organizaciones sindicales tradicionales, o en el movimiento estudiantil. Este ha logrado convocar a una multiplicidad de actores sociales y familias en sus movilizaciones.
Estos procesos de articulación demoran años y no podemos caer en la ansiedad del presente, de lo inmediato, pensando solo en la dimensión electoral de la política. Ahora hay un pueblo más informado y consciente de sus derechos. Este es el caldo de cultivo para el crecimiento de organizaciones más potentes. En resumen: soy optimista respecto al futuro de nuestra Izquierda”.
¿Cuál es el desafío mayor de esta nueva Izquierda?
“Evitar que la fragmentación se consolide, trabajando una unidad política y programática. Si logramos generar confianza mutua en torno a una propuesta, lograremos la adhesión popular para enfrentar los problemas que afectan a las mayorías. Por ejemplo, la segregación urbana, la mala calidad de la salud pública y de la educación comunal, la imposición de centrales hidroeléctricas o de proyectos mineros que afectan a las comunidades o la defensa de nuestro escaso patrimonio industrial, como sucedió en Tomé con la fábrica de paños Bellavista. Si logramos responder unidos a estos problemas, nos convertiremos en una alternativa real de poder. Esto significa un diálogo permanente al interior de una fuerza social que sea capaz de defender los procesos que se están impulsando desde abajo.
El Movimiento Autonomista necesita un espacio de encuentro pero tenemos claro que el camino propio no es posible, que debemos converger con mucha gente que no ve una alternativa en los partidos tradicionales; y con grupos emergentes con los cuales nuestras diferencias no son mayores que las que tenemos al interior de nuestra propia organización”.
ORIGEN DEL AUTONOMISMO
¿Cuál es la esencia del autonomismo?
“El autonomismo se origina en una larga tradición, a la que aportan el MIR, La Surda y originalmente el Partido Socialista con su concepción latinoamercanista y libertaria. La Izquierda universal trató de construir un mundo nuevo y terminó estableciendo regímenes autoritarios. Estos reemplazaron una opresión por otra. En cambio, proponemos una democracia radical, que está muy lejos de lo que hoy se entiende por “democracia” en Chile, reducida solo al acto de votar. No entendemos la política como una delegación de representatividad, sino como la acción de sectores sociales que por sí mismos se toman la política a través de una práctica democrática permanente, realizada sin suplantar a las organizaciones sociales.
Lo electoral no debe ser la única referencia que define si estamos o no unidos en la Izquierda. La unidad tiene que darse en torno a trabajos concretos y en luchas sociales. El movimiento estudiantil es el espacio donde mejor viene forjándose esta unidad. La debemos proyectar en el mediano plazo a todas las luchas, a través de prácticas concretas, como la defensa del patrimonio de Valparaíso, la descentralización de las regiones, la lucha estudiantil, la formación de sindicatos o las demandas de viviendas, como en el caso del Movimiento de Pobladores Ukamau.
En este sentido es esperanzadora la Primaria Ciudadana de Valparaíso. Un proceso levantado sin recursos, con alta participación e impulsado por un amplio arco de fuerzas, que han logrado mantenerse unidas. Es un tremendo logro no solo para el movimiento autonomista, sino también para todas las fuerzas de Izquierda que nos planteamos como alternativa a la Nueva Mayoría, a la derecha y al empresariado”.
EXPERIENCIA EN EL PARLAMENTO
¿Cómo ha sido su experiencia parlamentaria?
“Mi participación en el Congreso me ha ayudado a saber en qué no debo convertirme. Me recuerda de dónde vengo y por qué estoy acá. Es muy importante mantener distancia de la casta parlamentaria y entender que el Congreso es una institución que reproduce el carácter elitista de la política. No pierdo de vista que nuestro principal trabajo es contribuir a la organización de sectores excluidos, aunque no pretendo representarlos ni digo que yo tenga incidencia significativa en los procesos de formación de leyes.
Chile está despolitizado y la labor parlamentaria tiene una lógica clientelar. Hemos decidido remar contra esa corriente, asumiendo los costos electorales que se derivan de esto. Las organizaciones sociales están acostumbradas a que el diputado entregue premios para rifas u otros beneficios. Nosotros hemos marcado un límite duro con esas prácticas. En Magallanes apoyamos a los no vinculados a la política oficial: trabajadores de empresas privadas, movimiento estudiantil, ambientalistas o al mundo del arte y la cultura popular, usados hasta ahora solo como ‘rostros’ de campañas políticas. En comunidad también trabajamos temas como el uso de la energía limpia o las políticas de desarrollo industrial de la región, excluyendo la instalación de salmoneras o la explotación indiscriminada de recursos naturales. Queremos un modelo regional de desarrollo que beneficie a toda la comunidad, no solo a los grandes capitalistas”.
EL CONFLICTO SOCIAL
¿Cómo se expresan hoy los conflictos sociales en el país?
“El sector tradicional de los trabajadores es muy corporativo. La principal demanda de la ANEF y la CUT sigue siendo el reajuste del sector público y la fijación del salario mínimo. Debemos recuperar la capacidad de organización sindical de los trabajadores, que hoy apenas alcanza a cerca del 13%, y entender que sus luchas deben darse más allá de cada empresa. Hoy todo el sector bancario debiera apoyar la huelga de los trabajadores del BCI, por ejemplo.
Es cada vez menos frecuente la idea del trabajador asociada a un casco y martillo. Existe una creciente industrialización del conocimiento y aparecen nuevas demandas de los trabajadores. Negar la contradicción existente entre capital y trabajo, es absurdo pero hoy es mucho más visible la contradicción entre mercado y democracia. El mercado ha venido secuestrando cada una de las esferas de la vida en sociedad, mercantilizando espacios que antes se consideraban derechos sociales. El individualismo radical tiene expresiones muy violentas en la salud, la educación o las pensiones, que degradan las condiciones de vida de las personas.
Un modelo como el actual no es sostenible en el tiempo. Pero ante la propuesta de ‘humanizar’ el capitalismo, que se cumpla la promesa de Lagos de crecer con igualdad, muchos otros pensamos que hay que cambiar el carácter mismo del modelo. Por eso nos enfrentamos a la presidenta Bachelet y sus reformas, que se visten de social demócratas pero en la práctica buscan consolidar el libre mercado.
Esas contradicciones se expresan en la vida diaria de las clases populares o medias, que no tienen dinero para postular a una vivienda, que deben pagar arriendos de 400 mil pesos o más; en adultos mayores con pensiones de miseria, y en familias que no tienen dinero para costear salud o educación. Para resolver esos problemas tenemos que convocar a sectores populares y medios a reemplazar este sistema que es contrario a la naturaleza humana. Eso no va a ocurrir de la noche a la mañana porque es un desafío de mediano o largo plazo. Pero debemos avanzar hacia allá. Que el movimiento estudiantil haya resistido los embates del poder durante once años, que la demanda de nueva Constitución deje de ser el reclamo marginal de un sector ilustrado de la sociedad, que el rechazo a las AFP sea transversal, son logros importantes y crean condiciones para avanzar en la organización del pueblo en defensa de sus derechos.
La mayor parte de nuestras discusiones se centran en lo que pasa en Santiago, y tenemos mucho que aprender de los movimientos regionales que se han levantado contra los procesos de modernización capitalista. El reciente en Chiloé es el más evidente, porque sin representación política propia logró levantar una reivindicación que estaba aislada. Esos movimientos sociales no se identifican con un partido político en particular, o quizá ni siquiera conocen la existencia las fuerzas alternativas de Izquierda. Son los sectores a los que tenemos que llegar. Lo que pasó en Chiloé pasa en muchos otros lugares: Caimanes, Puerto Natales o Aysén. Hay que abandonar la mirada centralista y pasar a una lógica más integradora de la diversidad existente en el país”.
¿La derecha y la Nueva Mayoría representan lo mismo?
“Son modos distintos de administrar el mismo modelo, por eso con ellos no hay espacio posible de alianzas. El chantaje de ‘no hacerle el juego a la derecha’ es un discurso desgastado que no me compro. La Nueva Mayoría es esencialmente neoliberal. Hay mucha base del PS, el PC o la DC con la que es posible trabajar y debemos tender puentes hacia ellos en territorios o movimiento sociales, pero fuera de las desprestigiadas cúpulas que los dirigen.
El proyecto de ley de reforma a la educación superior busca parchar un modelo que no funciona. No tiene la intención de fortalecer o reconstruir la educación pública, sino moderar los excesos del mercado, humanizar los créditos, mantener la gratuidad vía becas, o prohibir el lucro en universidades para permitirlo en institutos profesionales y centros de formación técnica”.
RUBEN ANDINO MALDONADO