Noviembre 17, 2024

Un yanacona desechable

 

Solo un político idiota no habrá cambiado su calidad de vida luego de incursionar en el llamado eufemísticamente, servicio público, que no ha sido otra cosa que servirse de lo público. Para hacerse ricos y cambiar de estatus. Al costo que sea.

 

 

Idiotas que cuesta encontrar, aunque hay.

 

La impunidad, la inexistencia de castigo o de simple reconvención ciudadana para quienes se han aprovechado de la gente, ha dado vida a una especie de sujeto que hasta hace unas décadas tenía un discurso que en síntesis, abjuraba del capitalismo y la herencia de la dictadura, el que hoy se ha transformado en una aceptación a fardo cerrado de todos sus males.

 

Y todo por dinero.

 

No existen políticos pobres. Existen los que abusan de los pobres. Que los utilizan. Que se aprovechan de la proverbial necesidad de la gente carenciada, angustiada, aislada, rechazada, explotada, tramitada y mentida, que ha necesitado creer en algo para mantener la fe, y que aún no se rinde ante la evidencia de que esos que dicen ser, no son, jamás lo han sido.

 

Jamás serán.

 

La política profesional se ha transformado en un vehículo para hacer ricos a los inescrupulosos que venderían a sus madres con tal de sentirse en la cúspide de los que lo mandan todo.  

 

La gestión pública se ha llenado de mentirosos profesionales, angurrientos, cínicos que han hecho de sus vidas unas maquinarias de engañar a la gente crédula a cambio de plata.

 

Como el caso del diputado Iván Fuentes.

 

Haciendo sus primeros pinitos en el arte de mentir y hacerse de dineros corruptos, el ex dirigente de los pescadores de Aysén ha sido descubierto como el tránsfuga que es, traidor de la gente que le creyó, fariseo que debiera ser ajusticiado por la gente a la que engañó y que fue puntualmente sacrificada por él a cambio de unos denarios de la vergüenza.

 

Me avergüenzo ahora haber alguna vez escrito palabras relevando su rostro de gente de pueblo, a la cabeza de la ira comprensible de un pueblo abandonado a su suerte en el sur del territorio, como tantos otros. Como todos los otros.

 

Yanaconas de estos, el sistema ha amaestrado a varios. Gente que antes estaban del lado del pueblo y que hoy ya no se encuentran sino en las asesorías y ministerios de grandes estipendios.

 

Lo que aún no sospecha el miserable ex pescador es que, desgajado de la gente a la que debió responder aunque haya sido en la miseria, resulta ahora un ser desechable que será puntualmente abandonado por los que lo utilizaron y a los que ya no le sirve.

 

Y, peor aún, despreciado por los que alguna vez creyeron en él.

 

 

 

 

 

 

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *