Noviembre 17, 2024

La actual casta política avergüenza a Chile

 

Es dable entender (nunca ‘aceptar’) que han sido esos corruptos –autocalificados como “gente de bien” y ‘emprendedores’-  quienes pavimentaron el camino para el accionar de la delincuencia generalizada que hoy sacude al país.

 

 

Tener una vida de largo recorrido puede, finalmente, no ser lo más indicado para contar con tranquilidad espiritual. Peor resulta aquello si a lo anterior se suma una excelente memoria. Digo esto porque  en mi caso no hubo correspondencia con la sabia frase que Cicerón le dedicó cual deseo personal a un entonces joven Marco Antonio (que, años más tarde, sería su verdugo): “larga vida, y astucia para vivirla”. 

¿Cómo cantaba Gardel’? Ah, sí… “vivir con el alma aferrada a un dulce recuerdo que lloro otra vez”.  ¿Y yo, qué lloro… o por qué estoy  sollozando? Mi recorrido existencial es tan largo que tengo clara conciencia de lo que he perdido, así como de lo que ha dilapidado mi amado país.

Sepa usted, amigo mío, que nací en épocas donde sólo existía la radio como medio de comunicación masiva; eran años de lento pasar, calendarios de alfombrilla, paperas y peste de cristal, enfermedades infantiles que hoy parecen cuestiones de ficción. Las agarré todas… en fila india. Y no quiero mencionar a los malditos sabañones que en los inviernos “de antes” hacían malabares entre los chiquillos que íbamos a clases pisando charcos, quebrando escarchas en las pozas y soportando heladas y aguaceros hoy desconocidos.

¿Para qué abundar en detalles? Si menciono productos como Perlina, Radiolina, Aliviol, Vitalmin Vitaminado, Cocoa Peptonizada Raft, Champú Sinalca, Café Tres Montes, El Peneca, Simbad, Okey, Ecran… significa que lo estoy transportando a la década de 1950, cuando en la política chilena mandaban los radicales, ya fuese directamente (Gabriel González Videla) o en calidad de asesores en los gobiernos de Ibáñez y de Alessandri (muy particularmente en esta última administración). 

Si lo siguiente lo hubiese escrito en 1960, en aquella época más de algún lector me habría ofrecido un par de coscachos, pero hoy, medio siglo después, estas letras se afirman en una soberana verdad. Lea por favor. Quienes gustamos de enterarnos y conocer algo respecto de la política, extrañamos a personajes como  Volodia Teitelboim, José Musalem, Luis Bossay, Radomiro Tomic, Bernardo Leighton, Salvador Allende,  entre muchos otros, quienes prestigiaban la acción política y la llevaban a alturas plausibles merced a sus niveles culturales, a sus vidas honradas y a sus cualidades legislativas que apuntaban, siempre, a beneficiar al país y su futuro como nación independiente.

Antes, y es sólo un ejemplo, la derecha la componían personas como ‘Cachimoco’ Ibáñez, ‘el Marqués’ Bulnes, Jorge Alessandri, Hugo Zepeda… hoy, esa misma derecha está representada por Sebastián Piñera, Zalaquet, Novoa, Hasbún. Hay mucha distancia entre los de hoy y los de ayer, reconociendo eso sí que la derecha comenzó a podrirse a mediados y finales de la década de 1960 cuando arribaron a sus filas personajes como Sergio Onofre Jarpa, Pablo Rodríguez, Sergio Diez y Jaime Guzmán. Fue entonces que se produjo el paso del liberalismo al fascismo.

Y para que se haga al menos una somera idea de cómo eran los políticos de los viejos años 50 y mediados de los 60, permítame contarle que entre los periodistas extranjeros -puntualmente, argentinos, colombianos y mexicanos- circulaba la siguiente opinión:  “la derecha chilena, contrastada con la derecha centroamericana, es más bien socialdemócrata que conservadora”. ¿Le parece increíble? Bueno, hoy día así parece, pero en esa época se trataba de una cuestión que la prensa del continente consideraba cierta y digna de destacar.

Sí, ya sé que usted va terciar en esta cuestión argumentando que la guerra fría, que Moscú, que Mao, que Washington, que la revolución cubana, en fin… nada nuevo respecto de las causales y las responsabilidades, nada nuevo si hablamos de Bahía Cochinos, de la crisis de los misiles en 1962, del muro de Berlín, de  Alexander Dubcek y la primavera de Praga, etc., etc.  Oiga, amigo mío, ¿sabe qué?, la guerra fría no fue tan mala para la humanidad como aseguran periodistas e investigadores que aún tienen espinillas… fue oportuna y tal vez necesaria, pues permitió que la balanza del poder mundial se equilibrara y no existiera (como hoy) un ganador absoluto que hace y deshace con las naciones del planeta en beneficio exclusivo de la depredación provocada por el capitalismo salvaje.

Pero (¿me está siguiendo?), a pesar de las controversias ideológicas (o quizá, gracias a ellas) en esos años  la política era digna, sabia, honesta. Y los periodistas, cultos, informados, asertivos, y objetivos en su subjetividad. ¿Se percata de la diferencia con lo que ocurre hoy en Chile? Las tiendas partidistas eran creíbles, pues generalmente hacían en el poder legislativo lo mismo que habían propuesto y prometido en sus campañas. Las traiciones al  electorado resultaban escasas, notorias e inaceptables por parte del electorado (González Videla es el mejor ejemplo de lo dicho). Actualmente, las traiciones cometidas por los políticos son pan de cada día, por lo cual nadie se mueve a engaño respecto de las promesas y juramentos de amor al pueblo que se tornan volteretas circenses apenas se abre la primera sesión en el Congreso Nacional.

No es poca cosa todo este asunto; bien sabemos que no existe siquiera una (simplemente UNA) institución chilena que no esté percolando mafia, corrupción, familisterio y amiguismo.  Elabore usted un listado y comience a recordar lo que ha sucedido en las últimas décadas. Comprobará cuán mal está el país, y concluirá rechazando aquellas inefables estadísticas que nos colocan en la cabeza de la tabla de posiciones en América Latina. Haga el ejercicio… yo puedo ayudarle mencionando algunas de las instituciones ‘que funcionan’. 

Parlamento, Gobierno, Salud  y Educación públicas, los Municipios, Seremías, Previsión Social, Ministerio Público (jueces, fiscales, etc.), PDI, Carabineros, Fuerzas Armadas, Iglesias, Prensa, Asociaciones deportivas (como la ANFP), Gremios patronales (CPC, Sofofa, Sonami), la Banca,  las Megaempresas, Isapres, AFP’s … todas esas instituciones cuentan con reciente historia negra, todas (sin excepción) han defraudado no sólo al fisco sino, también, a la ciudadanía, a la sociedad. Por eso es dable entender (nunca ‘aceptar’) que han sido esos ladrones y corruptos –autocalificados como “gente de bien” y ‘emprendedores’-  quienes pavimentaron el camino para el accionar de la delincuencia generalizada que hoy sacude al país.

No se trata ya de casos puntuales, como alguna prensa intenta convencernos de las ilegalidades e inmoralidades cometidas por jueces, fiscales, uniformados, policías, sacerdotes, pastores, ministros, parlamentarios, empresarios, alcaldes, concejales, etc., tratando de ‘salvar’ a la institución respectiva, la cual, sin duda, está absolutamente cooptada por la podredumbre que emana de muchos de sus componentes humanos que la dirigen.

Chile se ha quedado sin “reservas morales”. En cualquier institución donde usted, amigo lector, ponga su vista, encontrará corruptelas y arreglines, traiciones y delitos… pero también se topará con placebos, es decir, con rosarios de verborrea que fungen como argumentación destinada a explicar lo inexplicable, a marearlo a usted y obtener su consentimiento –o su abandono por desinterés- para que el  ladrón ‘de alcurnia’ siga robando a destajo.

Los de antes ya no somos los mismos, escribió Neruda. Claro que no; ahora, ‘los de antes’ (que fracasamos estruendosamente llevando al país a un quiebre institucional del que aún no se recupera del todo), hemos sido sobrepasados no sólo por el paso de los años, sino muy particularmente por la sinvergüenzura de los ‘hombres públicos’, quienes demuestran a cabalidad ser hijos del neoliberalismo, sistema que no puede desarrollarse ni permanecer sin la existencia de ilícitos variopintos, corruptelas a granel e incluso narcotráfico.

En este sucio vertedero, nuestros actuales políticos se sienten a pleno gusto, como si fuera su propia casa. Es que muchos de ellos son beneficiarios de la entrega casi gratuita de bienes y empresas fiscales que recibieron de la dictadura en calidad de pago por sus servicios…los otros, los nuevos creyentes, son los renovados a la fe neoliberal y, por lo tanto, alegres defensores de la política de destazar Chile, más fanáticos incluso que los anteriores.

En resumen, es malo comparar lo de hoy con lo de ayer. Siempre pierde quien compara. Lo dicho; tener largo recorrido existencial y buena memoria, generalmente provoca quejidos al espíritu. El tango ‘Volver’ con música de Gardel y letra de Le Pera, que logra sacarme algunos lagrimones de vez en cuando, me hace regresar a aquellos años donde los hombres públicos no conocían coca ni morfina, ni eran tampoco profitadores y defensores a ultranza de este basural llamado neoliberalismo. Pero ese es otro tango, otra letra, otro autor… aunque la historia es casi la misma.

 

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