Si alguna duda había sobre el carácter del segundo gobierno de Michelle Bachelet, la propuesta oficial de salario mínimo recién hecha viene a aclararlo todo: se ha notificado que este gobierno “progresista o reformista” no es partidario de influir realmente para mejorar la vergonzosa distribución de ingresos que afecta al país.
El trámite del proyecto, obligado el Congreso a aceptarlo, poco cuenta. Se puede verborrear mucho (que la situación económica es delicada, que ya van muchas “reformas”, que estamos sacando adelante otra reforma favorable a los trabajadores: la laboral) pero el mensaje histórico es el siguiente: al término de este gobierno de la Nueva Mayoría la distribución de la renta será igual o casi igual que antes de él. Habrá igual pobreza y muchos trabajadores vivirán bajo el nivel de la pobreza.
No se distribuye mejor con una débil reforma tributaria (que mantiene igual IVA y no toca a los inversionistas extranjeros ni a las grandes fortunas), con una ley que protege las parejas del mismo género, con una que despenaliza el aborto en tres casos, con una plausible reforma electoral, con una promesa de gratuidad en la educación o incluso con una Nueva Constitución.
Se avanza en distribuir mejor cuando el gobierno (y los empresarios privados) empiezan a pagar mejores salarios y sueldos a los trabajadores. Mejores, no los mismos.
No tiene importancia escribir en una Constitución que el Estado será “social”, que el Estado será “solidario”, que se respetará “la igualdad” de los seres humanos y sus derechos y etc… si el reajuste de salarios y sueldos sigue clavando los mismos números en el espinazo de los de abajo.
La Constitución puede ser muy linda pero las verdaderas relaciones están determinadas por la política.
Los “fundadores” de los EEUU señalaron solemnemente que “los hombres nacen libres e iguales” pero mantuvieron la ominosa esclavitud.
La OCDE seguirá viéndonos como el país más injusto entre sus integrantes. La Iglesia Católica podrá limpiar en parte su mala imagen exigiendo un salario ético. Habrá la misma baja demanda de nuestro mercado, lo que estancará aún más el crecimiento del PGB. Los trabajadores y la CUT se sentirán baypasseados y la ultra sindical fortalecida. La derecha se dará un picnic e incluso podrá proponer “más”. Habrá chacoteo.
Todos sabrán que el reajuste será equivalente a medio kilo de pan, a un pasaje en el metro, a menos de una cerveza común, a mucho menos que una entrada al cine, a menos que un paquete de cabritas. ¿Así construirá Chile una sociedad menos inequitativa y más moderna? ¿Contribuirá el gobierno actual a que la ciudadanía opte por un candidato o candidata continuista? ¿Podrá el país, a fines del año próximo, optar entre un gobierno neoliberal y uno que no lo sea, cuando la derecha y la Nueva Mayoría han significado lo mismo en el terrero de la economía verdadera y sin apellidos? ¿Qué diferencia hay entre el actual Ministro de Hacienda y el último de Piñera? ¿Habrá que votar entre dos derechas? ¿Se apoya así la permanencia en el gobierno de la izquierda tradicional y la incorporación a su alianza de sectores de nueva izquierda?
La Presidenta, ante esta nueva coyuntura, permanece muda. El Ministro de Hacienda balbucea argumentos parecidos a los de los econometristas neoliberales. El Secretario General de Gobierno deberá, desgraciadamente, tratar de explicar lo inexplicable.
Las ganancias espectaculares de las AFP, de las Isapres, de los bancos, de los seguros, de los grandes empresarios, aumentan y no en un uno por ciento.
La Sra. Fontbona sigue teniendo, con certeza jurídica, una fortuna personal de más de 15 mil millones de dólares.
El Sr. Said y el Sr. Piñera, unas de 2 a 3 mil millones de dólares.
Las 118 familias más ricas del país (el 0,002 % de la población) poseen el 15 % de la riqueza total del país.
El Sr. Ministro de Hacienda resumió, finalmente, la participación de su gobierno en el progreso de los trabajadores. “Mientras el gobierno del Presidente Piñera, dijo textual, dio un reajuste real, en los cuatro años, de un 4,5 por ciento, nuestro gobierno dará, en el mismo tiempo uno de… 4,9 por ciento”. Los trabajadores chilenos habrán recibido, entonces, después de haber votado en su mayoría por la Nueva Mayoría, un 0,4 por ciento de mayores ingresos. ¿Deberían estar reconocidos?
Pinochet había dicho en 1974: “La Unidad Popular dejó al país al borde del abismo. Nosotros hemos dado un paso al frente”.
Éste, el del gobierno, es un progresismo sin esencia, un reformismo sin médula.