Noviembre 18, 2024

El enemigo no sólo es la derecha… es el sistema

Si algo efectivamente poderoso han logrado en estos veintiséis años de cohabitación gubernamental los dirigentes de la Concertación (hoy Nueva Mayoría) y la Alianza, ha sido que en materia política la gente pierda el norte y extravíe el camino.

 

 

Fueron hábiles, sin duda, pues supieron poner en la palestra una lucha de menor cuantía que hablaba de adversarios a derrotar, cuando en estricta realidad con tamaña argucia se protegía a todo trance el asunto principal: la salud y fortaleza de un sistema que ambas coaliciones cobijan  como lo que es: la fuente de sus ingresos principales y el hacedor de un poder social y político que no tiene parangón en nuestra Historia, pues ni siquiera los máximos jefes militares durante la dictadura cívico-militar contaron con tamaña maravilla: apropiarse de los recursos e instituciones del país de manera “legal”, merced al andamiaje de una feble democracia estructurada ex profeso para el robo y la corruptela de parte de la élite.

La reciente frase emanada de los labios de un apóstata del progresismo latinoamericanista –José Miguel Insulza- viene como anillo al dedo para confirmar lo dicho líneas atrás: “Atacando todos los días a los  ministros, en lugar de atacar a la derecha, estamos creándonos problemas”. Para Insulza (y no se equivoca en ello) los ministros son “parte viva del sistema”, y lanzar dardos a la derecha es, simplemente, un eficaz distractor que permite engatusar –o seguir obnubilando- a la gente con esa teatral confrontación política que, en honor a la verdad, no es sino una pieza bien armada y mejor actuada de la obra que conocemos como “democracia de los acuerdos·, la cual se desarrolla para total beneficio del neoliberalismo.

Supongamos que en los próximos comicios parlamentarios y presidenciales la derecha sea derrotada con amplitud por la actual coalición gobiernista. ¿Habría algún cambio de fondo, estructural, de peso, en el sistema económico imperante? No me refiero a maquillajes varios ni a pintura de reposición, sino a la adopción de medidas que vayan en franco beneficio del país, de su gente y de los recursos naturales, como por ejemplo ( y sólo por nombrar algunas) la renacionalización del cobre y de todos los minerales, la recuperación del mar, el punto final definitivo al actual sistema de pensiones reemplazándolo con uno que sea solidario, legislar en beneficio del recurso humano llamado ‘trabajo’ y su derecho a asociarse sindicalmente para negociar de acuerdo al área de producción, etc. 

¿Lo haría el triunfador? Por supuesto que no, ya que ha movido sus piezas desde el año 1990 a objeto de evitar tener que enfrentar instancias como esas, en las que el pueblo espera la correcta conducción y decisión de sus gobernantes. .

En palabras simples, la actual Nueva Mayoría (o la vieja Concertación)  siempre aspiró a triunfar en los comicios electorales, de ello no hay duda, pero a la vez cruzó sus dedos para jamás obtener una victoria absoluta que significara contar con la suficiente mayoría en ambas cámaras que permitiera reformar la Constitución sin necesidad de los votos derechistas.

La cuestión no se trataba de gobernar para el beneficio de los chilenos y del país, sino gobernar mediante acuerdos que beneficiasen en lo principal a los viejos adversarios, toda vez que lo importante, lo único que interesaba, era oxigenar y administrar el sistema económico impuesto por los ‘chicago boys’ a través de un grupo de militares ignorantes en materias de Economía, pero bien dispuestos a seguir las instrucciones de los dueños de la férula.

Porque, muy en serio y más allá de los dimes y diretes tan propios de las discusiones estériles, ¿qué diferencias de fondo (reitero aquello “de fondo”) puede usted, amigo lector,   señalar entre los programas de gobierno ofrecidos por la Concertación y la Alianza, o lo realizado por Aylwin/Frei/Lagos/Bachelet con aquello que siempre han propuesto  Lavín/Piñera/Allamand? Ejercicio inútil, tal cual inútil sería buscar diferencias sustanciales -en lo económico, social y político- entre EMOL y COPESA en sus publicaciones diarias.

En realidad, si hoy en Chile se lucha contra la derecha, sin atacar las raíces del  sistema, se está avalando a este último. Lo mismo ocurre si esa lucha es contra la Nueva Mayoría. Ambas coaliciones son hermanas, rostros de una misma moneda, socias de la depredación del país. Por ello están tranquilas y se sienten inmunes a las críticas públicas por sus altos niveles de corrupción, así como están indemnes por sus traiciones no sólo al electorado sino a sus propios principios.

En las distintas campañas políticas, todos los candidatos que esos bloques presentan a la ciudadanía hablan de “mejorar el sistema”, pero ninguno de ellos apunta a “cambiar el sistema”,  y ni tan siquiera se atreven a ofrecer su concurso para derribar algunas de las más clasistas y predadoras normas del mismo. El sistema no se toca… esa parece ser la máxima de todo candidato y de toda autoridad actual. Para emborrachar la perdiz y embolar al respetable con el cuento de “cuidar la democracia” (la que según ellos sólo puede estar segura bajo el amparo de las odiosas leyes neoliberales de mercado), aplican el viejo y gastado truco cinematográfico del “policía bueno y el policía malo”. Bueno seré yo, malo será el otro… y jugaremos a las cambiaditas según el personaje que corresponda embaucar.

Todo ello explica la actuación de ciertos dirigentes de la Nueva Mayoría ante las reformas impulsadas por el Ejecutivo. Se alinearon, durante la campaña electoral,  con el programa ofrecido por Michelle Bachelet con la mente puesta en determinados cargos y prebendas, pero cuando las iniciativas de ley emanadas desde la Moneda tendieron a reformar tibiamente asuntos que para el público eran prioritarios, esos mismos dirigentes comenzaron a echar pie atrás.

El sistema no se toca… se puede y se debe jugar al “rati bueno y al rati malo”, se puede atacar con todo a la derecha, a la centro derecha y a la seudo izquierda oficial, pero el sistema es intocable, con él no se juega.

Eso, y no otra cosa, fue lo que dijo José Miguel Insulza. Y si no lo dijo exactamente, al menos corresponde a la lectura que debemos hacer de tales declaraciones. “El sistema no se toca”… usted lo comprobará no bien comience a escuchar las ofertas, ofertones y promesas de la multitud de candidatos del duopolio para las próximas elecciones parlamentarias.

 

 

 

 

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