La crisis que están viviendo las comunidades marinas situadas en torno y al sur del golfo de Reloncaví tienen como explicación principal la instauración de un modelo de desarrollo que privilegia las ganancias inmediatas por sobre el equilibrio y la conservación, no sólo del medioambiente sino también de las culturas existentes en la región.
Este modelo economicista, basado en las exportaciones de materias primas, tiene como protagonistas principales a las industrias minera, forestal, agroindustrial, la pesquería y salmonicultura. Estas dos últimas, situadas desde la Octava Región hasta Magallanes, están exterminando los recursos marinos y pesqueros, además de romper los equilibrios medioambientales que hacen posible la vida de las comunidades locales. El tan cacareado discurso de la modernidad y el mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes gracias al progreso de estas industrias es una mentira y, por el contrario, las desigualdades se han extremado y se corre el riesgo de enfrentar una catástrofe medioambiental de impredecibles consecuencias para el ser humano.
Lo ocurrido en los años 2007 y 2008, cuando se produjo la peor crisis sanitaria en la industria del salmón con la irrupción del virus ISA, que comenzó en Chiloé y se expandió a toda la zona circundante, no sirvió como lección para que los industriales contuvieran sus desmedidas ansias de lucro y ejercieran los controles que la compleja producción de salmones requiere. Aquella crisis provocó el cierre de numerosas plantas de procesamiento y centros de cultivo, la cesantía de miles de personas y el desplome parcial de una industria que ha crecido exponencialmente en las últimas dos décadas, ubicándose como la segunda exportadora nacional detrás del cobre.
En esta oportunidad los industriales del salmón han atribuido a los cambios climáticos la irrupción nunca antes vista de un nuevo tipo de “marea roja”, más letal, extensa y peligrosa, que mantiene paralizada la extracción y producción de productos marinos en la Región de Los Lagos y sus alrededores. Lo cierto es que pese a las denuncias y recomendaciones de académicos, comunidades locales y expertos de la sociedad civil, el gobierno y la industria salmonera y de otros cultivos marinos se han apropiado del borde costero, explotándolo sin las mínimas restricciones y controles que se requieren.
COSECHAS EXAGERADAS
Las cosechas de salmones pasaron de más de 400 mil toneladas en 2002 a casi 650 mil toneladas en 2006. Luego de la crisis del virus ISA, que restringió las operaciones hasta 2010, la industria retomó su tendencia creciente hasta lograr en 2012 una producción que superó las 820 mil toneladas. De nada valieron las advertencias. En 2014 la cosecha de salmones subió a 955 mil toneladas, 22% mayor a la del año anterior.
Para este año se esperaban cifras levemente inferiores, pero las metas no se cumplirán debido, en principio, a la muerte -hasta ahora- de más de 50 mil toneladas de salmones -la mayoría de la especie atlántica- que fueron víctimas del Florecimiento Algal Nocivo (FAN) surgido el 22 de febrero en el Seno de Reloncaví.
En 2010 el gobierno restringió las concesiones marinas en Los Lagos y Aysén hasta 2020. Los industriales, entonces, mientras trataban de conseguir nuevas concesiones más al sur y hacia el norte, incrementaron la densidad de los centros de cultivo, lo que aumentó los riesgos de aparición y propagación de enfermedades. Para paliar esos riesgos la industria emplea mayor cantidad de antibióticos, muchos de ellos prohibidos en gran parte del mundo.
Víctor Hugo Puchi, presidente de Empresas AquaChile, una de las mayores del país, reconoció que “la realidad empírica ha demostrado que cuando superamos las 600 mil toneladas, el sistema comienza a tambalear”. Sus palabras pueden entenderse como un reconocimiento del colapso del ecosistema, tal como ocurre ahora en Chiloé y su entorno. La situación tiene en crisis a 37 criaderos de salmón, de los 415 centros activos. Expertos de la industria acuícola prevén que la mortandad de salmones llegue a unas 100 mil toneladas, cifra equivalente al 15% de la producción anual y que significaría unos 800 millones de dólares en pérdidas. Las empresas principalmente afectadas son Blumar, Camanchaca, AquaChile, Australis y Marine Harvest. A esta situación se suma la baja internacional en el precio del salmón chileno, que generó mermas en la producción en años pasados.
LA TEMIBLE ALGA NOCIVA
El senador Alejandro Navarro, presidente de la Comisión de Medio Ambiente de la Cámara Alta, sostuvo que los excesos de la industria del salmón han contribuido a la aparición del FAN, como lo prueban investigaciones realizadas por españoles con apoyo de la Unesco y el Instituto Max Planck de Alemania. Han analizado los mares chilenos del sur y corroborado las altas concentraciones de nitrógeno en forma de amonio que la acuicultura de salmones genera y que aumentan en las cercanías de las balsas-jaula utilizadas para el cultivo de los salmonídeos. “Y esto no ha sido un problema solo en Chile”, adicionó Navarro, “puesto que estudios como los de MacGarvin en Escocia y Tsuneo Honjo en Japón, han mostrado también que empresas que depredan el medioambiente se pueden encontrar en todas partes. Sin embargo, estos países han tomado medidas, por ejemplo dar concesiones por un solo año a las salmoneras, con una fiscalización certera y efectiva de parte de las autoridades, lo que les ha permitido sobrellevar situaciones como las que hoy se presentan en los mares del sur”, explicó Navarro.
Liesbeth van der Meer, directora ejecutiva interina de Oceana Chile, una organización ambientalista no gubernamental, declaró a la BBC que “la polución es parcialmente responsable por el florecimiento de algas. En los estuarios chilenos estos florecimientos de algas se producen debido a periodos de alta luminosidad y nutrientes en el agua. Esos nutrientes, como nitrógeno y fósforo, también son producidos por la alta acumulación de heces y comida de salmón debajo de los corrales. La industria debería tener mejores sistemas de respuesta, pero las altas densidades de salmón en esas áreas son imposibles de transportar o mover a otras áreas para prevenir las muertes masivas de salmones”, agregó.
ENGORDA DE SALMONES
EN TIERRA
Otros especialistas han señalado que lo único que permitiría evitar que la industria del salmón colapse es la engorda en tierra, como se hace hoy en China, Canadá y otros países. Se realiza empleando grandes estanques con agua de mar que se filtra, se recicla y se oxigena. No hay residuos contaminantes, las enfermedades están controladas y la mortandad es mínima. El problema para llevar este cambio adelante, dicen, es que la industria local, pese a que conoce esta solución, solo quiere ganancias sin invertir como corresponde. La codicia, en otras palabras, les está pasando la cuenta.
El doctor Pablo González Bustos, en una columna publicada por Ciper Chile hace dos años aseguró que “el negocio de la industria acuícola en la Patagonia ha dejado de centrarse tanto en la engorda del salmón para enfocarse en la concentración de las concesiones y la especulación financiera”. Explicó que el archipiélago de la Patagonia está compuesto de 5.769 islas e islotes, abarca casi un tercio de la extensión del país y posee aproximadamente el 95% del borde costero de Chile. Está asociado a un invaluable ecosistema marino rico en biodiversidad, pero al mismo tiempo es uno de los territorios más codiciados en el mundo por su potencial acuícola y su posibilidad de ser utilizado en la especulación financiera global. Hasta hace sólo unas décadas chilotes, ayseninos y magallánicos lo consideraban un bien común que les pertenecía y que era parte de su modo de vida: para muchos de ellos ese territorio es el patio de sus casas y el horizonte diario de su paisaje. Además, una fuente de alimentación saludable, por la riqueza pesquera que antes que ellos las culturas selknam, yaganes, kawesqar, chonos y otras habían considerado como un bien divino.
GOBIERNOS FACILITAN
LA EXPLOTACION
“Los gobiernos de la Concertación decidieron despojar del milenario valor de uso que tenía ese territorio para las poblaciones nativas, y otorgarle al mismo un valor de cambio. Así fue que se facilitó que inversionistas extranjeros y locales pudieran incorporar el territorio de la Patagonia a sus negocios de especulación financiera, asociada a mega inversiones salmoneras y de mitílidos, entre otros. En muchos foros los principales líderes de la Concertación lo muestran como uno de sus mayores logros para la innovación y la contribución exitosa de la economía chilena a los mercados globales”, añadió González.
Así, el centro de muchas ambiciones ya no está en el negocio de la engorda de salmones, sino en la especulación con el territorio en la Patagonia. Eso ha desatado la petición de miles de solicitudes de concesiones acuícolas que alcanzan hasta Magallanes. Algunas incluso piden permisos para el cultivo de salmones dentro de los escasos parques nacionales marinos.
ARRASANDO CON LOS
RECURSOS PESQUEROS
La salmonicultura está generando problemas no sólo en Chile, sino en toda América Latina. Se está arrasando con los recursos pesqueros para alimentar sus salmones. Hace algunos años en Mar del Plata, Argentina, la producción de anchoita era dirigida en su totalidad al consumo humano, hoy los pescadores ya no cuentan con esa especie. En Uruguay se instaló una productora chilena de harina de anchoita, que usan para alimentar salmones; como es la misma biomasa, no llega nada a Argentina. En Chile también se produce harina para el salmón, pero se necesitan seis kilos de pescado natural para generar un kilo de carne de salmón. El Omega 3 que contienen los peces azules -anchoa, sardina, jurel- se quema durante la fabricación de la harina de pescado. Como resultado, el salmón no lo contiene.
Los residuos contaminan el fondo de donde se instalan las balsas para criar los salmones. Se estima que sólo después de 40 a 50 años puede empezar a recuperarse la diversidad de flora y fauna que existía antes de las balsas-jaulas. Los salmones rompen las jaulas y, siendo carnívoros, depredan todas las especies que encuentran a su paso. Además, los salmones son depredadores tope, o sea que no tienen un depredador natural. El lago Puyehue -lugar de puyes-, por ejemplo, recibe su nombre de los peces que allí había. Hoy sólo se encuentran salmones, que han consumido todas las especies nativas. Lo mismo ocurre en el mar.
Cosme Caracciolo, ex presidente de la Confederación Nacional de Pescadores Artesanales de Chile (Conapach), afirmó que los industriales salmoneros han utilizado de forma indiscriminada antibióticos, acaricidas, fungicidas y otros químicos para prevenir plagas. Esto ha producido una mutación en un pequeño crustáceo que se instala bajo las escamas de los peces, el caliguso piojo de mar. Hay estudios de laboratorio que demuestran que el caligusse ha convertido en una especie superior, como si fuera otra especie, resistente a todos los químicos conocidos. Esto genera un tremendo problema en todas las especies de la zona. La industria salmonera reconoce que la mortalidad en algunos centros es de 30%, cuando lo aceptable en acuicultura es de 3%. Ahora planean llevarse las balsas más al sur confiando en que aguas más frías podrían hacerlo desaparecer y poder disminuir la mortalidad del salmón, pero allí también ya hay caligus.
“Este traslado va a generar mucha cesantía, y lo que es peor, el mar ya se ha perdido para los pobladores, el fondo está destruido, no hay recursos nativos, o si hay están infectados por caligus. Hay comunidades aisladas que han vivido del mar por siglos y se les instala una balsa de cultivo de salmón. Ya no pueden pescar por el efecto directo en la fauna nativa, entonces, se hacen dependientes de la industria salmonera. Ahora la industria se va, pero ya ha afectado el medio, es un drama social muy profundo el que se está generando”, agregó Caracciolo.
ANTIBIOTICOS MORTALES
Según Sernapesca, el uso de antibióticos por tonelada de salmón cosechado se ha reducido en 36% desde 2007 gracias a la vacunación obligatoria de los salmones juveniles contra el ISA en el criadero, pero la industria de todos modos sigue utilizando cientos de toneladas de antibióticos por cada tonelada de salmón producida, mucho más que en Noruega, el principal productor del mundo y que hoy está desplazando al salmón chileno del mercado estadounidense.
Los 55 inspectores que tiene Sernapesca están trabajando en las regiones de Aysén, Los Lagos y Magallanes -las principales regiones productoras de salmón del país-, que es mucho más que los que había antes de 2007, afirmó el director de Sernapesca, Juan Luis Ansoleaga. Pero según José Ramón Gutiérrez, presidente de Multiexport Foods, que es uno de los mayores productores de salmón del atlántico en Chile, las nuevas regulaciones no resuelven el problema real, que son las más de 1.200 concesiones otorgadas en el sur de Chile que superan la capacidad natural de producción del área.
Los ajustados precios de la industria del salmón han llevado a una serie de fusiones, no sólo en Chile. Marine Harvest, la mayor firma salmonicultora del mundo, recientemente hizo una oferta de compra por la noruega Cermaq. En Chile, Mainstream, uno de los mayores productores del país, que es propiedad de Cermaq, adquirió Cultivos Marinos Chiloé por 110 millones de dólares en octubre. Actualmente hay más de treinta compañías de acuicultura en Chile, pero diez producen dos tercios del salmón del atlántico del país. Además, dos empresas -Marine Harvest Chile y AquaChile- poseen el 25% de las concesiones en Aysén y Los Lagos.
Chile, eso sí, tiene una gran ventaja competitiva sobre Noruega, Escocia, Canadá, sus principales competidores en los mercados del salmón en el planeta: pese a los crecientes costos, tiene una mano de obra mucho más barata y bastante dependiente de la industria en Los Lagos y Aysén. De eso se aprovechan y el gobierno, que busca afanosamente mostrar mejores cifras de empleo y desarrollo, los apoya.
MANUEL SALAZAR SALVO
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 852, 27 de mayo 2016.