Cuando el pasado viernes 6 de mayo Margot Honecker, la viuda del último mandatario de la RDA, Erick Honecker, falleció en casa de familiares en la comuna de La Reina en Santiago, se desató en el acto la permanente discusión entre los partidarios de la democracia verdadera y el cambio social y aquellos que posan de demócratas mientras defienden a muerte el orden establecido y condenan todo intento por poner fin a la explotación del pueblo trabajador en donde quiera que ello suceda.
Hija de obreros, estudiosa, culta, Margot dirigió con éxito en su momento el Ministerio de Educación en su patria, la República Democrática Alemana, un país de alto desarrollo científico e intelectual. La misma RDA que abrió sus puertas generosas a centenares de chilenas y chilenos perseguidos por la dictadura que impuso la CIA, el gran empresariado, los altos mandos de las FFAA y los medios de comunicación a su servicio. La RDA dispuso vivienda, seguridad, salud y trabajo para los perseguidos. Pero además desarrolló por años un activo trabajo político, diplomático y comunicacional para colaborar con el esfuerzo de la comunidad internacional para poner fin a la dictadura en Chile y restablecer los derechos fundamentales.
Tras el fallecimiento de la ilustre revolucionaria, los reaccionarios chilenos no se ahorraron calificativos ofensivos en contra de la ilustre personalidad fallecida. La indigencia mental y moral de más de algún mercachifle llegó a que la compararan nada menos que con la mujer de Pinochet. Otros, ex ultraizquierdistas celebraron su muerte. Las gravísimas ofensas impulsadas por un anticomunismo patológico sólo se explican por la estupidez de los que las profirieron, o por su ignorancia o simplemente porque son canallas, que para el caso es igual.
De algún modo fue lo que trataron de imponer como imagen pública los mismos medios que en 1973 impulsaron el antipatriótico golpe de Estado fascista.
Son los individuos y los medios que hoy callan ante los escándalos de las Fuerzas Armadas o del gran empresariado.
Son los que restan o condenan el proceso que se inicia para dar a Chile una Nueva Constitución con participación ciudadana desde su origen. Son los que esgrimen supuestas razones técnicas de la economía actual para frenar los cambios de fondo indispensable en la sociedad chilena de hoy.
Nadie recordará a tamaños infames, como serán ignorados muchos supuestos izquierdistas que, salvadas sus vidas por la RDA, educados y protegidos allá por el Estado, ni siquiera expresaron su pesar cuando la partida de la gran dirigente. Ha sido otra ocasión para comprobar su miseria humana. El país los identifica plenamente.
En cambio, desde altas autoridades de nuestro país y de círculos culturales y políticos, llegó el adiós y el reconocimiento a una vida extraordinaria como fue la de Margot a quien dejamos una flor.