Noviembre 20, 2024

España en su laberinto

         La característica de las democracias formales es la ruptura radical entre lo  social y lo político y entre las oligarquías partidarias y los ciudadanos, no se cicatriza mediante elecciones en que el ciudadano está obligado a optar por una u otra plutocracia, sino por un cambio radical del sistema político en el cual está inmersa la ciudadanía.

 

 

         A mi modo de ver, lo que diferencia al parlamentarismo del presidencialismo es que, en primero, las crisis son de gobierno, mientras que en el segundo sistema político, terminan por derrumbar el régimen mismo.

       España, la madre, y América Latina, la hija, son similares en su historia: en el siglo XIX, en España se sucedieron distintos pronunciamientos militares  – el Espartero, O´Donnell, Prim, Serrano, Narváez,  caudillos no muy distintos de los militares latinoamericanos -.

   La transición chilena, a diferencia de la española, se dio con el dictador aún en vida y una Constitución propia, y la española, después de la muerte de Franco, sin embargo, ambas transiciones, pactadas entre los dirigentes de los sectores de los partidos políticos, están haciendo agua.

       Estas dos transiciones suponían un bipartidismo y una democracia, la de los “acuerdos”, requisitos sin los cuales el sistema político no puede funcionar, así parlamentario o presidencial. El problema de fondo es que, al fin y al cabo, el PSOE y el PP, y en Chile, Concertación de Partidos por la Democracia y Alianza por Chile – constituyen una expresión super-estructural para expresar la captura de la llamada “democracia” por el poder económico y financiero bancarios, razón por la cual, el verdadero sentido de la soberanía del pueblo ha perdido su médula: las vidas de los ciudadanos van un camino y la de los oligarcas políticos por otro – esta última carece de todo sentido de la realidad, y actúan como autómatas, sólo interesados en su autosatisfacción y encerrados en la codicia y al servicio de sus intereses particulares -.

      Las elecciones parlamentarias del mes de diciembre último fueron la expresión del quiebre del sistema político, surgido de los acuerdos de La  Moncloa, terminando con el bipartidismo y el surgimiento de dos nuevas fuerzas significativas: Ciudadanos y Podemos, en que este último conglomerado, claramente rupturista respecto al statu quo de la democracia bancaria.

     La “democracia de los acuerdos”, tanto en España como en Chile, supone un debate tibio, que no marque diferencias radicales a fin de que los dos bloques dominantes puedan repartirse el poder del Estado. En el fondo, la política actúa como lo hacen los payasos de circo: aparentan golpearse con paletas endebles; el problema irrumpe cuando la política aparece, es decir, cuando los conflictos se expresan en toda su magnitud, entonces, el sistema de gobierno comienza a tambalear. Durante estos últimos cuatro meses, en España los partidos principales, el Partido Popular, el Partido Socialista Obrero Español, Podemos y Ciudadanos  han hecho manifiesta la imposibilidad de formar gobierno, pues el PSOE, por ejemplo, no está dispuesto a una alianza de izquierda, con Podemos e Izquierda Unida, y otros partidos regionales, prefiriendo formar un bloque el centrista partido Ciudadanos; por otra parte, el PP, de derecha, uno de los partidos más corruptos en la historia de ese país, atravesado por una cadena de tramas escandalosas –  la más conocida de ellas es el caso Bárcenas, embrollo financiero que implica también al líder del Partido y presidente del gobierno, Mariano Rajoy  -. Los escándalos de corrupción política en Chile son de menos calado y de menor cuantía económica que los españoles, y en ambos casos están quedando impunes.

        En el sistema parlamentario – como en España – al haber imposibilidad de formar gobierno, se hace imprescindible llamar a nuevas elecciones, programadas ahora para el 26 de junio próximo;  al parecer, hasta el momento, no demostraría mayores variantes en la correlación de fuerzas, aun cuando, muchas veces, las elecciones terminan entregando sorpresas, (baste recordar que  la II República Española nació en abril de 1931, gracias a una elección municipal, ganada por los monárquicos, pero que resultaron derrotados en las principales ciudades de España, que votaron republicano).

   Hasta ahora, el único movimiento que se ha producido es la alianza entre Podemos e Izquierda Unida, hecho que según el sistema proporcional electoral D´Hont – empleado en España – permitiría a ambos partidos contar con mayor número de diputados que los elegidos en diciembre, haciendo posible que esta alianza pasara a convertirse en la segunda fuerza del país y, de esta manera, convocar al PSOE  a formar gobierno. Hasta ahora, esta última posibilidad  se ve poco probable, pues por desgracia, los ciudades- en Chile y en España – van a terminar votando por la derecha, eligiendo a los más corruptos del PP y de la derecha chilena, respectivamente.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

28/04/2016      

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