EN UNA MUESTRA constante de su clásica retórica belicista, en un marco internacional de fortalecimiento de potencias opuestas a la hegemonía estadounidense, el secretario de Defensa de EEUU, Ashton Carter, en una conferencia dada el día 4 de abril del 2016 en Washington ante el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales – CSIS por sus siglas en inglés –afirmó que su país enfrenta “cinco desafíos principales”.
Un mundo de enemigos
El CSIS es uno de los más influyentes think tanks del complejo militar industrial estadounidense, creado en el año 1962 ha evolucionado desde estudios relacionados con la energía a los consejos del cómo enfrentar el surgimiento de poderes nucleares, las estrategias petroleras y la guerra de las civilizaciones.
En ese centro, los retos a los que hizo referencia el alto funcionario estadounidense frente a la pléyade de analistas, think tanks, militares y asesores en temas internacionales son: la República Islámica de Irán, Rusia, Corea del Norte, China y el terrorismo lo que obliga, según Carter, a redoblar los esfuerzos.
¿Qué esfuerzos son estos? Principalmente aumentar el presupuesto de guerra de ese país, para reforzar lo que su poderío. Eso implica incrementar los ingentes gastos de un presupuesto que superó el año 2016 los 600 mil millones de dólares, una cifra equivalente al PIB de toda la Federación Rusa.
El altísimo gasto militar de los gobiernos de Estados Unidos – amplificado bajo los dos mandatos del Premio Nobel de la Paz Barack Hussein Obama se justifican en la lógica de mantener la influencia global, dominar el planeta económica y militarmente, incluyendo el espacio exterior, como ha ido el sueño explicitado desde la época del expresidente Ronald Reagan y su Iniciativa de Defensa Estratégica.
La cifra mencionada, no incluye el presupuesto asignado a la CIA y otros organismos de inteligencia estadounidense, que suelen actuar en un marco de severo secretismo y bajo el marco de doctrinas o estrategias de seguridad.
Los desafíos mencionados por Carter que muestran la esencia del establishment político-militar estadounidense son el buscar enemigos para justificar su política hegemónica y si estos no existen entonces inventarlos o magnificarlos.
Esa doctrina se ha expresado en los últimos 30 años bajo la denominada y vigente Ley Goldwater-Nichols –mencionada por Ashton Carter en su Conferencia en el CSIS, como necesaria de reformar a la luz de los nuevos retos y la nueva situación mundial. Esa ley estableció, a partir del año 1987 – bajo el segundo periodo presidencial de Ronald Reagan- la obligación presidencial de presentar al Congreso una Política de Seguridad Nacional, que fuese un documento formal.
Esta Ley, en su artículo N°63 estableció que “El Presidente eleve al Congreso cada año un informe completo sobre la Estrategia de Seguridad Nacional de los EEUU; será presentado en la misma fecha en la que eleva el presupuesto para el próximo año fiscal, en éste expondrá la Estrategia de Seguridad Nacional de los EEUU y contendrá una completa descripción y desarrollo de: 1. Los intereses globales, metas y objetivos de los EEUU, vitales para la seguridad del país.
2. La política exterior, los compromisos en todo el mundo y las capacidades nacionales de defensa necesaria para disuadir agresiones y para implementar la Estrategia de Seguridad Nacional.
3. El empleo en el corto y largo plazo, de los elementos políticos, económicos, militares y otros del poder nacional para proteger o promover los intereses y alcanzar las metas y objetivos del primer párrafo.
4. La adecuación de las capacidades de los EEUU, para mantener la seguridad, incluida una evaluación del balance entre las capacidades de los elementos del poder nacional para apoyar la implementación de la estrategia.
5. Otras medidas que puedan ser de utilidad al Congreso relacionadas con la Estrategia”.
En esencia, esta Ley organizó durante 30 años un Ejército conformado por 1.3 millones de militares y sus relaciones con el poder político y empresarial.
Bajo la influencia del cambio de correlación de fuerzas en el Este Europeo, la zona del Magreb y sobre todo en Asia Central y Oriente Medio, con el reforzamiento de la influencia de la Federación Rusa y la República Islámica de Irán, Carter anunció que la nueva organización a la cual se aspira – estableciendo así una nueva doctrina militar – debe aportar en el reforzamiento de la autoridad del Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas estadounidenses frente a los poderosos comandos regionales situados a lo largo y ancho del planeta. Entre ellos, el situado en Oriente Medio y el Cuerno Africano signado con el nombre de USCENTCOM.
El pretexto del combate a Daesh le ha venido como anillo al dedo a Ashton Carter, quien afirmó “El combate contra el grupo terrorista de EIIL -Daesh en árabe- viene demostrando que los comandos de Medio Oriente, Europa, África y de las Operaciones Especiales deberían coordinar más que nunca sus esfuerzos”
Estados Unidos y sus delirios
Hasta el fin de la Guerra Fría, los estrategas del Pentágono, en una suerte de pesadillas recurrentes anunciaban a los cuatro vientos que “el mundo libre” estaba amenazado por los denominados rogue regimes – regímenes parias o Estados canallas del Tercer Mundo – definición que surge bajo el gobierno republicano de Ronald Reagan al hablar de Outlaws States – Estados proscritos o fuera de la ley – que se consolida como definición de Estados canallas, parias o rogue regimes bajo la presidencia de Bill Clinton entre los años 1993 al 2001 – al definir más certeramente el concepto y elaborar una lista de países, que según esta administración, caían en esta conceptualización: Corea del Norte, Irak, Libia, Irán. La definición y el listado aparecieron en un artículo de Anthony Lake, Consejero de Seguridad Nacional en la Revista Foreign Affairs del año 1994. Posteriormente se sumaron a esta lista: Afganistán, Sudán, Serbia. Algunos de ellos dejaron de pertenecer a la lista al invadirlos, saquearlos y dejarlos convertidos en Estados fallidos, cambiando gobiernos por regímenes títeres y sumisos a sus mandatos.
Desde finales de la década de los noventa del siglo XX, han sido cada día más numerosos los expertos militares que alertan a la administración estadounidense de la hipotética manifestación y lo que pueda deparar la aparición de un Peer Competitor -oponente de potencia comparable-. Es decir, un Estado con la fuerza suficiente, para enfrentarse a Estados Unidos con posibilidades casi iguales de derrotarlo en distintos campos, no solo en lo militar.
Esa es la peor pesadilla de republicanos, demócratas, halcones y palomas. Delirio que en estos días el secretario de Defensa Ashton Carter se encargo de verbalizar, afirmando que esos países representan el desafío mayor que enfrenta su país pero, al mismo tiempo, en una manifestación tan provocadora como hipócrita, situó a estos países junto al desafío del terrorismo.
El profesor de Relaciones Internacionales del Hampshire College, autor del ya clásico ensayo político-militar La Nueva Estrategia Militar de los Estados Unidos, Michael Klare sentenciaba a inicios del año dos mil, que ese Peer Competitor todavía no existe -aunque se visualizara bajo el nombre de China y/o Rusia- pero la eventualidad de su aparición ha modificado las perspectivas estratégicas de Estados Unidos.
“La política oficial en ese plano ha cambiado, pues si hasta fines de la administración de George W. Bush la prioridad era mantener una fuerza militar suficiente, para llevar a cabo y ganar simultáneamente dos “grandes conflictos regionales”: uno de ellos en el Golfo Pérsico -claramente especificado contra Irán- y el otro en Asia -contra Corea del Norte- hoy los nuevos enemigos”
Para el imaginario bélico estadounidense esos antagonistas se han multiplicado y ello implica aumentar el gasto militar, incrementar las acciones de desestabilización contra estos gobiernos considerados por Carter como “el nuevo desafío para Estados Unidos”, generar situaciones de inestabilidad y sumar a sus socios en medidas coercitivas, bloqueos, sanciones y una lucha, en principio indirecta, para luego actuar militarmente bajo la doctrina del Leading From Behind – el actuar desde atrás- donde los que pagan las facturas son los socios involucrados en guerras de agresión y acciones de socavamiento de gobiernos que le son incómodos a Washington.
La República Islámica de Irán, además de Corea del Norte siguen siendo considerados blancos y enemigos de las estrategias de dominación de Washington pero, agregando nuevos nombres, sobre todo tras el derrocamiento de la Libia de Muamar Gadafi y el cambio en la correlación de fuerzas en la zona del Magreb, revelándose con mayor nitidez tras los hechos desencadenados en Ucrania a partir de febrero del año 2014, cuando fuerzas ultranacionalistas apoyadas por Washington derrocan al presidente en ejercicio Viktor Yanukovich e instalan un régimen proeuropeista, actualmente presidido por Petro Poroshenko, quien siguiendo los dictados de Washington y la OTAN, ha desencadenado un conflicto en la región del Dombás – Sudeste Ucraniano – Desde ese momento Rusia deviene en una amenaza dada a conocer por todos los medios y organismos.
En el pacífico, Estados Unidos pretende dominar las aguas chinas, con la idea de ejercer un poder coercitivo latente sobre Pekín y los otros Estados de la región, como lo hacía antes la Marina británica. Los asesores del Pentágono defendieron mucho tiempo esta política, proclamando que la ventaja singular de Estados Unidos residía en su capacidad de controlar las principales vías marítimas mundiales, una ventaja de la que no goza ninguna otra potencia.
La administración Obama adoptó también este punto de vista, así expresado durante un discurso en el parlamento australiano en Camberra, en que a pesar de los recortes presupuestarios, aseguró “asignaremos los recursos necesarios al mantenimiento de nuestra presencia militar en esta región mejorando al mismo tiempo nuestra presencia en el sudeste asiático”.
Y así lo hizo, bases, más militares, más presión sobre China y el incremento de la Flota del Pacífico. Ejercicios militares y el desplazamiento de buques de guerra estadounidenses en la zona se han multiplicado. Obama anunció también nuevas decisiones bélicas: la creación de una nueva base en Darwin, sobre la costa norte de Australia, y el aumento de la ayuda militar a Indonesia. La puesta en práctica de este vasto proyecto geopolítico generó, finalmente, en la práctica, una transformación del ejército estadounidense verbalizado por Ashton Carter en el CSIS.
Una transformación que seguirá siendo una amenaza contra los pueblos del mundo y que genera la lógica desconfianza en un país, que ha dado muestras más que suficientes para desconfiar de su política exterior y cuyos líderes suelen despreciar a todo aquel que no se someta a sus dictados. Seyed Alí Jamenei, en una reunión con altos funcionarios del gobierno y el parlamento enfatizó que no se puede confiar en Estados Unidos ni en ciertos países occidentales.
“Estados Unidos es el símbolo de la mala conducta. De los políticos estadounidenses no nos podemos fiar, y aparte de Estados Unidos, hay ciertos países occidentales que son iguales, por lo que debemos confiar en nuestras propias capacidades”, señaló el líder iraní en momentos que la campaña presidencial norteamericana muestra altísimos niveles de agresividad contra países como Rusia, China y el propio Irán.
*Periodista y escritor chileno. Analista internacional, Máster en Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid.