Noviembre 19, 2024

Una colecta para el pobre cardenal Ricardo Ezzati

      Los $400.000 como salario ético, propuesto por el obispo de Rancagua, Alejandro Goic, apenas alcanza para la supervivencia de una familia, pero más de un 60%  de los chilenos devenga un salario inferior a esa cifra, incluso, hay  un elevado porcentaje que recibe cada mes menos del sueldo vital – $240.000 – y si consideramos los descuentos del robo de la AFP y de salud – Isapre o Fonasa – en la realidad está recibiendo un salario aún menor. En fin, este dinero alcanza sólo para comprar el pan y el té y, con suerte, unas deliciosas y engordadoras salchichas.

 

 

     Monseñor Ezzati, con su abultado vientre de cardenal, es un explotado más, pero esta vez de la iglesia católica, que le paga el miserable sueldo de $400.000. Es conmovedor como nuestro cardenal cumple estrictamente con el voto de pobreza y ha decidido dejar de lado la rica mesa italiana, los vinos licores y las fiestas diplomáticas.

     Es indignante que una institución tan rica, como la iglesia, pague tan mal a quien con tanto celo y dedicación la asiste. Los seglares que se dicen católicos han mantenido un piadoso y cómplice silencio ante el magro salario del cardenal, que él, por modestia, no se atreve a decirlo, pero sabemos que con ese estipendio, pasará muchas noches de largo, sin siquiera probar un mendrugo de pan.

   La gente común ignora que cardenales, obispos y grandes predicadores sagrados no necesitan sueldo para vivir – de ahí la diferencia del resto de los mortales – pero siempre contarán con una buena mesa de ricos Epulones, muy orgullosos de contar entre sus invitados a estos seres con “olor de santidad”. El eremita Ricardo Ezzati no requiero propio que lo albergue, pues Dios se lo provee, en la calle Simón Bolívar, y si algún día es requerido en otro lugar, siempre tendrá a su disposición un auto con chofer y con buen equipo de música selecta. Por lo demás, ni siquiera tiene gastar este mísero sueldo en pagar a sus servidores domésticos, monjitas, jardineros y otros empleados al servicio de la mayor gloria de Dios.

El padre Felipe Berríos tiene mucha razón al declarar que los curas tienen tal cantidad de auxilios, provenientes delos feligreses especialmente, que un salario fijo mensual tiene poco sentido – cuánto más serán estas donaciones en el caso de cardenales y obispos -.

Cuando existía el Concordato con la Santa Sede era el Estado el que pagaba a obispos y curas, a condición de que cumplieran tareas como los demás funcionarios del Estado. El regalismo comenzó su declive durante el gobierno del “Negro” Manuel Montt, y terminó la separación entre la Iglesia y el Estado en el gobierno de Arturo Alessandri, en 1925.

El fariseísmo no es solo monopolio del cardenal Ezzati: al día siguiente de la franca declaración del obispo de Rancagua, el Ministro del Interior nos anunciaba, con mucha gravedad, que el país no puede financiar el “salario ético”, propuesto por monseñor Goic. A estas declaraciones pesimistas se sumaron las de los economistas, que siempre pronostican catástrofes cuando se propone una mínima mejoría en el salario de los trabajadores. Para estos “cabeza de huevo”, de aplicarse el salario ético, el empleo sufriría un serio deterioro.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

08/04/2016           

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