Cuando un país es denigrado por los poderes que la cimientan, ya no puede llamarse república. Nuestro país fue vulnerado en los poderes ejecutivo, administrativo y legislativo cuando estos se involucraron en temas de corrupción. No hay república, cuando los poderes que garantizan la legalidad no son capaces de frenar los actos criminales de colusión y carteles de los grandes grupos empresariales del país.
No hay república, si los poderes garantes del estado de derecho, no son capaces de detener y poner tras las rejas a políticos de derecha (UDI-RN), quienes no distinguen entre defender un sistema económico y constituirse en sicarios políticos, es decir, ser legisladores pagados por y en beneficio de empresarios o a la alternativa, un Ominami (MEO y su progresismo) que se libró por prescripción o a otros seudo defensores de la democracia y la alegría de la gente.
Si no es una república, ¿cuál es el término más apropiado para definir a estos gobiernos existentes después de la dictadura? La respuesta más acertada parece ser Plutocracia, de etimología griega, y que significa “un sistema de gobierno oligárquico, en que una sociedad está gobernada o controlada por la minoría más rica de un país.” Lástima que el término acuñado por el discípulo de Sócrates, historiador, filósofo y militar Jenofonte, no sea un término sin fundamento teórico como se piensa.
En Chile, fue implementado en dictadura por los plutócratas (minoría más rica) con la Constitución del 80 y con instituciones autodefinidas de alta formación ética y social como lo es la Pontificia Universidad Católica, quienes promovieron las enseñanzas económicas del maquiavelista Milton Friedman, a quien entre algunas de sus frases se puede citar: “la única responsabilidad social de una empresa es hacia sus accionistas” o “si quieres cazar a un ladrón, llama a otro para que lo atrape. La virtud del capitalismo de libre empresa es aquel que coloca a un empresario frente a otro, y ese es el método más efectivo de control”. Desde esa granada moralidad y legado intelectual que ha producido el país, se constituyó a Chile, en esta Plutocracia.
Y el fundamento teórico fue simple: traspaso de empresas, propiedades, aguas nacionales a los elegidos, familiares y simpatizantes a módicos precios o simplemente en comodato u otra forma de entrega gratuita. Según informe de la Comisión de Privatizaciones de la Cámara de Diputados del 2005, se traspasaron en dictadura 15.888 inmuebles a manos privadas u otros organismos como CEMA; la superficie perdida por el estado y entregada a pinochetistas equivalió a haber entregado un territorio equivalente al que comprende la región de Valparaíso hasta el Maule; Se entregaron 725 empresas, vendidas a precios irrisorios donde existen casos emblemáticos como SOQUIMICH, del que fuera yerno de Pinochet, Julio Ponce Lerou y que hoy está envuelta en el mayor escándalo de la política nacional. He ahí la génesis del mal – señaló el informe- y es una realidad.
¿Pero qué sucede hoy, que hacen estos políticos democráticos y devotos del inexistente estado de derecho del que tanto hablan? No sólo hay involucrados, sino que están cambiando el sistema de gobierno de nuestra nación desde una Plutocracia a una Cleptocracia Dictatorial. Y es que no hay otra definición ante el comportamiento político de esta última semana, cuando vemos al gobierno y senadores aprobando: leyes de agenda corta “antidelincuencia” como lo es la Ley Antifiltraciones. ¿Es que quieren de este modo ocultar sus fechorías de soborno y escándalos políticos a objeto de tratarlos a puertas cerradas, arreglar y minimizar los impactos en la comunidad y así continuar con estas prácticas? O, la ley propuesta por el Ministerio Público, como lo es la nueva Ley de Transparencia, que propone 2 años para que prescriban los delitos electorales y de corrupción de políticos como los que hoy se investigan en el caso de corrupción Penta-SQM.
¿Qué están pensando, señores políticos?, ¿quieren probar la tolerancia del país? ¿Tan seguros se sienten?, ¿quieren asegurar un sistema ilegal creando leyes dictatoriales como la ley de control de identidad o la ley que propone penas de cárcel por agresiones a carabineros sin evidencias físicas? Con esta actitud e iniciativas legales, sólo enturbian más el sentido de legalidad, transparencia y democracia. Leyes como estas son propias de regímenes dictatoriales, que según definición son aquellos en que el poder se concentra en torno a un individuo o élite. Y las leyes arbitrarias nunca han sido un freno para los cambios radicales, por el contrario alientan y despiertan el sentido de liberación.
Hoy es urgente que se concentren en:
· Esclarecer todos y cada uno de los delitos de corrupción.
· Crear leyes que endurezcan las penas de quienes resulten involucrados, que les prohíba continuar desempeñándose en cargos públicos o participando en política; que les obligue a devolver más de lo defraudado; que sean privados de libertad; que las infracciones electorales a partir de ahora, no prescriban.
· En el caso de prevaricaciones económicas, eliminar los indultos por delación compensada y que al igual que en los casos anteriores, sean detenidos y paguen más de lo defraudado. En casos como el Confortgate de CMPC, donde Eliodoro Matte, señala haber desconocido el actuar de los gerentes de su compañía. Bueno, creámosle, pero dé señales claras, devuelva en obras sociales lo enterado ilegalmente; manifieste la creación de leyes más duras para estos crímenes económicos. Dignifique su imagen, reivindique el buen recuerdo de su predecesor, don Claudio Matte, impulsor del primer silabario en Chile, educador y rector de la Universidad de Chile.
El país necesita una normativa sin diferencias ni privilegios. Si realmente, los empresarios y políticos corruptos del país están arrepentidos, den señales claras a su patria; den un paso al costado, sigan aportando al bienestar de la nación, en forma anónima y con una mentalidad que dignifique al ciudadano común e integre hasta el ciudadano más vulnerable de la sociedad y principalmente, mejoremos nuestra cultura y educación.
Después de esta hecatombe amoral, es tiempo de reintegrar en todas las instancias de la educación de nuestros niños y jóvenes, disciplinas que son parte fundamental de la formación integral del individuo como la filosofía, ética, educación civil, artes, idiomas y ¿por qué no? si la humanidad merece ayuda para evolucionar, incluir enseñanzas holísticas como la meditación, yoga o reiki que plantean la supresión del ego y la búsqueda de espiritualidad interna que permitan la conexión con la unidad. De esa forma es muy probable que eliminemos el mal de haber construido una sociedad en un consumismo disoluto sustentado en la competencia y construyamos una sociedad, un mundo basado en la mesura, integración y cooperación.