Noviembre 19, 2024

Soluciones inadecuadas complican la crisis migratoria

Los ataques terroristas que se vivieron en Bruselas y que costaron la vida a 35 personas y heridas a cerca de 250 el martes 22 de marzo tendrán repercusiones muy lamentables para diversos sectores. El primero de ellos serán los migrantes que buscan refugio en Europa, flujos humanos considerados los de mayor magnitud desde la Segunda Guerra Mundial, producto de la guerra civil en Siria, cuya solución sigue viéndose lejana, alargando la tragedia de manera absurda e innecesaria. La parte más vulnerable son niños y mujeres, los que más se ahogan en el Mar Mediterráneo.

 

 

 

La tragedia del pequeño Aylan Kurdi se ha repetido más veces de las que deberíamos aceptar, pero no ha sido suficiente para que los países de la Unión Europea hagan efectivos los valores que le dieron vida, puesto que hay países que simplemente se han opuesto a aceptar las cuotas de refugiados que les corresponderían. De acuerdo con la Comisión Europea estos países son: República Checa, Croacia, Eslovaquia, Portugal, España, Bulgaria, Estonia, Eslovenia, Rumania, Lituania, Polonia y Hungría. Por otro lado, se menciona que otros ocho aceptan la obligación, si bien piden redefinir los criterios del reparto: Francia, Bélgica, Austria, Malta, Holanda y Chipre, y dos países están a favor de la propuesta: Grecia e Italia. Por supuesto habría que señalar que Alemania y Suecia han sido los dos países ejemplo de solidaridad.

Los países que se oponen a recibir la cuota de migrantes son contrarios a las reglas que dieron lugar a la ahora llamada Unión Europea (UE), es decir, respeto a la dignidad humana, a los derechos humanos (incluidos los de las minorías), democracia, igualdad, tolerancia, justicia, solidaridad. Y en lugar de buscar hacer cumplir esas reglas a los países renuentes, no encontraron mejor solución que el acuerdo del 17 de marzo con Turquía, el que, por increíble que parezca, también pone en entredichos los supuestos de la UE. Turquía aceptó recibir a los refugiados siempre y cuando se hagan una serie de concesiones, no sólo monetarias sino jurídicas, lo que, de otra forma, no hubiera obtenido tan fácilmente. Habría que recordar que los cuestionamientos para su incorporación plena a la UE siguen presentes: democracia claramente limitada, se reporta la violación generalizada de los derechos y de las libertades fundamentales, se discrimina a los ciudadanos turcos de origen kurdo, entre otros aspectos. Uno de los problemas es que estas nuevas condiciones convierten a los campos de acogida en campos de detención en las islas griegas, por lo que ACNUR, Amnistía Internacional y Médicos Sin Fronteras han cuestionado severamente este acuerdo, señalando que no es posible que se envíen migrantes a un país tercero que tiene menos garantías que cualquiera de entre las naciones comunitarias, pero sobre todo se impugna el acuerdo por tratarse de una expulsión colectiva prohibida por la Convención Europea de Derechos Humanos.

Las migraciones que intentan llegar a Europa no sólo están formadas por los refugiados de la guerra, los bombardeos, el terror y la inseguridad, hay también una importante migración consecuencia de la extrema pobreza en el cuerno de África, de las dictaduras, de focos rojos en otras regiones, todo lo cual nos indica que, si bien el concepto de refugiado queda claramente establecido en el derecho internacional, es el momento de ampliarlo de forma que también se incorpore a los llamados migrantes económicos, pues son los refugiados de un sistema que los fuerza a salir de sus países de origen como única opción para sobrevivir.

Paradójicamente, estos migrantes rechazados a las puertas de Europa son la solución demográfica para estos países envejecidos, cuyas tasas de fertilidad van descendiendo peligrosamente, por lo que muy pronto se verán impedidos de continuar con sus programas de desarrollo y, por lo tanto, de mantener los beneficios sociales para sus poblaciones, lo que los demógrafos están conceptualizando como tasa natural de decrecimiento.

Es urgente un cambio cultural y las palabras del malogrado primer ministro sueco Olof Palme, el 25 de diciembre de 1965, al hablar de la migración, hacen reflexionar sobre lo que muchas sociedades han infligido a sus minorías y cómo llevar a cabo acciones que permitan reafirmar el sentido de pertenencia y el respeto mutuo para los que están y los que puedan llegar:

“Hay mucho que la sociedad puede hacer para facilitar la vida de los migrantes… los prejuicios no tienen que estar enraizados en un tipo de teoría execrable, sus orígenes son más básicos, están enraizados en nuestra vida diaria, crecen en nuestro lugar de trabajo, en nuestra vida diaria, en nuestros vecindarios y dan rienda suelta a nuestra propias fallas y decepciones… en realidad los prejuicios son una expresión de ignorancia y miedo, temor a perder posición, privilegios sociales…Calificar a las personas por el color de su piel, por su raza, su lengua o su lugar de nacimiento, nada tiene que ver con sus cualidades humanas, y está en flagrante conflicto con los principios de la igualdad humana… Los prejuicios pueden aparecer como una pequeña vileza, pero al receptor pueden causarle heridas tan profundas que nunca sanarán.”

amaragones@gmail.com

 

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