Unos 4.000 refugiados y migrantes permanecen en el puerto debido al cierre de la ruta de los Balcanes. “Si la ruta de los Balcanes reabriera”, Adel, un estudiante sirio de 20 años, se iría sin perder un minuto a Alemania. Mientras tanto está a la espera de una reubicación en alguna parte de la Unión Europea, un plan europeo que suscita cada vez más interés.
A su llegada a Grecia, hace un mes, su objetivo era claro: reunirse en Alemania con su mejor amigo. Pero tras diez días “insoportables” en Idomeni, frente a la frontera cerrada con Macedonia, Adel se ha dejado convencer por un agente de la Oficina Europea de Apoyo para el Asilo (EASO).
Ahora Adel y cien sirios e iraquíes que pueden optar al asilo están instalados en Livanates, una vetusta ciudad turística 150 kilómetros al norte de Atenas. Felices de tener techo y comida, todos tienen las mismas dudas sobre a qué país serán enviados y cuándo.
El tiempo parece suspendido en el hotel familiar ‘Edelweiss’ que los alberga, en el marco de un programa de alquiler de 20.000 plazas para los refugiados gestionado por el Alto Comisionado para los Refugiados (Ancur) de la ONU en Grecia.
La ciudad tiene pocos habitantes y ninguna distracción, salvo el mar. Llueve. Sólo los juegos y los gritos de los 40 niños que se encuentran en el lugar ofrecen un poco de animación.
“Comer, dormir, nos cansa”, suspira Adel. Tras huir de Alepo para escapar de “la guerra y el extremismo” pasó 18 meses en Turquía. “No había ningún futuro, sólo la seguridad. Poco importa dónde llegue al final, mientras pueda ir hacia delante”, asegura.
Le interesa todo, las finanzas, que es lo que estudió, o la biología que enseñaba su padre, aunque es difícil proyectarse hacia un futuro tan incierto.
Un grupo de niños permanecen en el campamento de Idomeni, próximo a la frontera entre Grecia y Macedonia, el 17 de marzo de 2016, donde miles de refugiados y migrantes esperan el cese del bloqueo de la ruta de los Balcanes
Desde el cierre de la llamada ‘ruta de los Balcanes’, que ha dejado a los migrantes bloqueados en Grecia, las solicitudes de reubicación han aumentado rápidamente. “El último viernes tuvimos 650, frente a unas cien a finales de febrero”, según el portavoz de EASO, Jean-Pierre Schembri.
La EASO ha duplicado su presencia en el terreno, con 60 empleados en las islas griegas, en el Pireo y en los campos de refugiados. Ahora, “el gran reto” es conseguir acelerar el proceso para que la espera no supere los dos meses, destaca Schembri.
El riesgo es que acudan a los traficantes de seres humanos, siempre atentos a la situación.
– Miedo a que no haya más sitio –
“Todas las partes tienen que participar, las autoridades griegas deben ir más rápido y los Estados miembros ofrecer más puestos”, dice la portavoz de Acnur.
La Comisión Europea acaba de fijar el objetivo de 6.000 reubicaciones por mes pero el plan está amenazado por las reticencias de los Estados a abrir sus puertas y por el poco interés, hasta ahora, por parte de los refugiados, que no pueden escoger el país de alojamiento.
De los 63.300 refugiados, sobre todo sirios e iraquíes, que pueden ser reubicados en los próximos dos años desde Grecia, sólo 569 han sido acogidos en alguno de los 13 países miembros. Por el momento, éstos sólo han ofrecido 2.250 puestos.
Una mujer tiende la colada en el campamento improvisado de Idomeni, cerca de la frontera entre Grecia y Macedonia, el 16 de marzo de 2016, donde miles de refugiados y migrantes esperan el cese del bloqueo de la ruta de los Balcanes
Para Amina Jalaf, de 37 años, que huyó de Alepo con su marido peluquero y sus dos hijas preadolescentes tras ser herida en un bombardeo, cualquier destino sería bueno “siempre que estemos seguros”.
Aunque piensa que “tomó la buena decisión”, Amina no puede soportar la espera. “No hay ninguna información, desde que nos trajeron aquí hace una semana, nadie se ha puesto en contacto con nosotros”, se preocupa.
Zahraa Al Bayati, una iraquí de unos 40 años, teme “que nos olviden aquí”. Fue ella, sin embargo, explica su marido Amar, profesor de física en la Universidad de Bagdad, la que renunció a intentar cruzar la frontera por sus propios medios, tras 15 días “de infierno” en Idomeni, con sus tres hijos.
“Impaciente por saber qué se decidirá en la cumbre europea”, de este jueves y viernes, Zahraa no tiene “ninguna esperanza de que las fronteras vuelvan a abrirse”. “Tengo miedo de que cada vez haya más gente que se inscriba en el programa y que no quede sitio para nosotros