¿Existe un acuerdo tácito entre el Servicio de Impuestos Internos y la Fiscalía Nacional para echar paladas de tierra sobre casos escandalosamente emblemáticos, como SQM y PENTA?
Hace ya largas décadas, en uno de los múltiples festivales populares que los habitantes de la rural comuna de Coltauco gustan realizar, un grupo de muchachos –no mayores de 15 años- decidió subir al entarimado para interpretar algunos temas del cancionero popular de esa época. Habían tenido largas sesiones de ensayo y creían estar listos para su debut en público. Pero, aquella noche de verano, no bien observaron la multitud de rostros que les observaban expectantes esperando la presentación musical, comenzaron los titubeos… había que empezar a cantar, alguno de ellos debía dar el tono y la partida. Y se inició entonces el sabroso ‘tenis’ de uno a otro, diciéndose, “ya poh, canta tú”… a lo que el aludido respondía “no, no… canta tú”. Y así fue que se les bautizó como el trío “Cantatú”.
Esta sabrosa anécdota viene al caso respecto del tema que convocan las siguientes líneas. Vamos a él.
“Las instituciones funcionan”, ¿recuerdan que eso dijo con desparpajo Ricardo Lagos Escobar cuando residía en el palacio de La Moneda siendo entonces Presidente de la República? Después agregaría lo que él y sus adláteres consideraron una ‘perlita: “dejen que ellas funcionen”.
“No cerremos los ojos; la corrupción ha llegado”, aseguró con certeza absoluta Ramiro Mendoza, Contralor General de la República, en su discurso de despedida al momento de dejar su cargo, contradiciendo las afirmaciones de Lagos Escobar, ya que si la corrupción se enquistó en el país, significa que también lo hizo en las instituciones, por lo que entonces ellas, en buen romance, no funcionan como se supone que deben hacerlo según los objetivos, fines y propósitos para los cuales fueron creadas.
Una de aquellas instituciones que han defraudado la confianza del país es la Fiscalía Nacional. Desde que Jorge Abott asumió en el cargo de Fiscal Nacional, la mentada institución se ha transformado en una vergüenza. Seamos claros y contundentes; en materias de interés nacional –sobre todo en esas materias- todo ciudadano tiene el soberano derecho a expresar su opinión, ya sea al interior de su grupo de amigos o a nivel público, porque cuando alguien observa que ciertas autoridades toman decisiones inefables –a veces incluso inmorales tendientes a proteger ilícitos- ¿qué debe hacer?, ¿callar?, ¿proteger con el silencio el accionar cuestionable de esa autoridad pública, permitiéndole continuar e incrementar acciones negativas en desmedro de la justicia verdadera y del bienestar general de la sociedad?
Es un hecho sabido que las instituciones funcionan, claro que sí, pero mueven sus engranajes preferentemente (y en ciertos casos, exclusivamente) para proteger ilícitos cometidos por personeros de la política y/o de las grandes empresas y finanzas, a objeto de disfrazar eventos de corruptelas dándoles un cariz de “asunto o cosa juzgada”, lo que dibuja anchos meandros para evitar que la gente descubra cuanta suciedad, delincuencia, inmoralidad, e incluso clasismo a destajo, transporta aquel río institucional.
Algunos chilenos (me cuento entre ellos) sospechan de la existencia de acuerdos tácitos o formales (eso no interesa ya a estas alturas del partido) tomados por el Servicio de Impuestos Internos (SII) –otra institución que hace rato dejó de ‘funcionar’- y el Fiscal Nacional para echar paladas de tierra sobre casos escandalosamente emblemáticos, como SQM y PENTA.
Pareciera que tanto Jorge Abott, en la Fiscalía Nacional, como Fernando Barraza en la dirección del SII, por una de esas extrañas realidades que otorga muy de tarde en tarde la madre natura, coincidieron en detener los procesos que hasta semanas antes de sus respectivas asunciones en los cargos mencionados, las instituciones que ahora dirigen habían estado llevando a cabo. Decidieron entonces jugar al ‘cantatú”, como veremos de inmediato.
¿Cómo lo hicieron? Primero, el señor Abott decidió cambiar a los fiscales que llevaba ambas causas (PENTA y SQM), en las cuales están severamente involucrados personajes de la alta política nacional, como el ex ministro Laurence Golborne y Pablo Longueira, entre muchos otros cuyos nombres, sospechosamente, se trata de ocultar. Los nuevos fiscales iniciaron la presentación musical del ‘cantatú’ con el actual director del SII, ya que este explicitó que “no era función del SII hacer justicia” y decidió no continuar presentando querellas, mientras los fiscales a su vez, argüían que ellos tampoco podían hacer justicia si alguien no presentaba demandas o querellas para tal efecto. “Hazlo tú”, “no, tú hazlo”, “ah, si tú no lo haces, yo tampoco lo hago”. El peloteo perfecto del tenis político-económico.
Uno, que a veces peca de ingenuo (hablo por mi), comienza a ver la luz y a entender recién el por qué las cofradías políticas y mega empresariales otorgaron entusiastas apoyos y aplausos a las nominaciones de los señores Barraza y Abott en sus respectivos cargos. Es que el futuro comenzaba a serles esplendoroso y podrían sacudirse, al menos en lo meramente ‘legal’, de esa mochila cargada de colusiones, corruptelas y acuerdos oscuros que nutrieron los casos PENTA y SQM.
Así entonces, hace algunos días, el fiscal nacional expresó que (en el Ministerio Público) “estamos esperando que el SII ejerza el derecho que la ley le concede para querellarse o denunciar los delitos de carácter tributario”, y los nuevos fiscales advirtieron a su vez que si no existían más acciones desde el ente recaudador, deberían coordinar el término de las indagatorias.
“Si no hay más querellas, tendremos que terminar las causas por alguna de las formas de término que la ley establece”, expresó Jorge Abott. ¿Qué tal? Las tribus de corruptos enquistadas en las altas finanzas, en la política y en algunas megaempresas, aplauden a rabiar, gritando a viva voz que la justicia (a la) chilena es la mejor del mundo.
Damas y caballeros, señoras y señores… dejo con ustedes al dúo “Cantatú”, representantes eméritos de las instituciones que funcionan, integrado por los señores de la Fiscalía Nacional y los señores del Servicio de Impuestos Internos, acompañados por la gran orquesta y coro Congreso Nacional bajo la dirección de los maestros Ponce Lerou y Pato Contesse, interpretando, de la clásica pieza operática chilena “Corruptus maximus”, la opertura “Beati possidentes” (Felices los que poseen) y el andante grazioso “Odi profanum vulgus” (Odio al vulgo ignorante). ¡¡Gaviota de platino para ellos!!!