Los resultados del ”Supermartes” parecen haber sepultado el “nuevo sueño americano” que, con Sanders a la cabeza, prometía ahora hacer entrar al capitalismo de los EEUU en una especie de réplica del Estado de Bienestar existente en los países nórdicos de Europa.
El ahora “demócrata” Sanders (independiente de izquierda que en 2014 entró al Partido de Obama) sólo ganó en Colorado, Minnesota, Oklahoma y su pequeño estado de Vermont del que es senador, mientras Hillary Clinton, la candidata centrista, lo hizo en siete estados, cumplió once a la cabeza y cuenta además con medio millar de “súper delegados”, no electos, provenientes del aparataje de su partido, altos funcionarios y ex representantes.
Hillary Clinton parece, entonces, caminar ahora más tranquila de vuelta a la Casa Blanca.
El “sueño”, aplastado una y otra vez por el poder del dinero y la violencia criminal que ultimó entre otros a John F. Kennedy, Robert Kennedy, Malcolm X y Martin Luther King, deberá seguir siendo eso, un sueño.
Por ahora parece ser que los ciudadanos que voten en noviembre deberán hacerlo entre los delegados de la centrista señora Clinton y del ultra derechista señor (es un decir) Trump, un multimillonario (con tantos dólares como Sebastián Piñera) apoyado por el Tea Party y el KKK, que promete blindar el sur de los EEUU con un mayor muro “protector” que deje pasar la droga pero no a los inmigrantes que sueñan con sobrevivir en la capital del imperio. Un bocón, racista, prepotente e ignorante, pero multimillonario, que puede incluso llegar a quebrar el reaccionario Partido Republicano y entregar en bandeja a Hillary el blanco y ovalado edificio presidencial en el que tan bien lo pasó el esposo de la Sra. Clinton, como lo sabe todo EEUU.
El avance de Trump en la derecha ha fortalecido la candidatura de los Clinton y debilitado la de Sanders, el principal candidato entre los jóvenes blancos.
La propaganda de la capital mundial del capitalismo, los EEUU, era, hasta hace poco y sigue siéndolo, que allí escasea la pobreza, que todos viven en libertad y buenas condiciones y que se puede, en base al esfuerzo personal, a la meritocracia, escalar en el nivel socio económico hasta alturas sólo conocidas en el verdadero techo del mundo.
Hoy, sin embargo, por boca de un viejo político de izquierda, el país y el mundo saben que los EEUU es el país de la violencia homicida sin razones aparentes y por tanto menos previsible; del atropello por parte de la policía a los derechos humanos especialmente de afro-americanos; de las elecciones indirectas y confusas, subordinadas a una Corte Suprema nombrada a dedo por los dos partidos mayoritarios; del trato inmisericorde contra los inmigrantes latinos; del muro y los muros en la frontera, más brutal y mortal que el Muro de Berlín; de índices sociales impactantes, como el de que los sectores pudientes viven 15 años más que los de la parte baja de la pirámide; de la intervención en el extranjero y las guerras; de la concentración abismal de la riqueza; de las mafias, incluidas las de la droga y el comercio sexual; del alto costo de la salud, de la previsión y de la educación; de índices de pobreza como los de América Latina.
Los partidarios de Sanders, en medio de la apatía generalizada y las bolsas de dólares de sus adversarios, están juntando dinero, en grandes cantidades, para apoyar su candidatura presidencial. Éste, según sus partidarios, no recibe dinero de los magnates, de la oligarquía más poderosa de la Tierra, ni de los grandes bancos a nivel del planeta.
Una campaña muy diferente incluso a la “pre” de Michelle Bachelet organizada aquí por Peñailillo, Rosenbluth y Martelly, y la promisoria G 90. En estados de los EEUU parece haber una reserva moral mayor que la chilena de estos años. Hace pocos días la campaña de Sanders informó haber recibido ya unas 26 millones de donaciones de entre 3 y 5 dólares cada una.
Sanders no es Martin Luther King, del que fue muy cercano en su juventud. Ni es Malcolm X. Pero puede ser más que eso. Ha vivido una larga e intensa vida política progresista y cuenta con múltiples éxitos electorales. A los 74 años de vida muestra una permanente coherencia integral, muy difícil de encontrar aquí, en EEUU y en el planeta y ha ganado todos sus duelos electorales. Éste es el primero que está perdiendo y que, al parecer, perderá. No es un outsider, como lo definen muchos “analistas” norteamericanos. Menos un marginal vendedor de ilusiones, al estilo de los que surgieron en Chile en la última elección presidencial.
Nació y estudió en el área de Nueva York, hijo de un inmigrante judío polaco. Se estableció posteriormente en Vermont donde ha realizado, por décadas, una intensa lucha social y política. Vermont es un pequeño estado de Nueva Inglaterra, en el nordeste. Un estado de blancos, donde los negros no alcanzan al 1 por ciento. Y un estado de alto desarrollo económico, tradicionalmente “liberal”, y poco representativo de la realidad socio-económica del país.
Cuando joven Sanders fue militante de la Liga Socialista de la Juventud y organizador de protestas por el Movimiento por los Derechos Civiles, que lideraba Martin Luther King. Como independiente de izquierda fue elegido cuatro veces alcalde de Burlington, una ciudad pequeña pero la más importante de Vermont y en medio siglo ha sido también electo reiteradamente como diputado y luego como senador. Fue reelegido como senador con el 71% de los votos. Es el congresista independiente que más años ha estado electo en el Congreso de los EEUU.
Sanders dice tener “un sueño”, como alguna vez lo planteó Martin Luther King, pero esta vez un sueño muy generalizado y postergado en Occidente: un sueño socialista y democrático.
Sanders se ha planteado ante los EEUU y ha dicho: “Cómo podemos crear una economía que beneficie a todos? Ésta es una economía fraudulenta que funciona para los ricos y poderosos pero no para los estadounidenses de a pie”. “La desigualdad en los EEUU ha alcanzado obscenos niveles, el uno por ciento posee lo mismo que el noventa”.
Cuando en 2015 fue proclamado precandidato demócrata a la Presidencia partió diciendo: “No creo que los hombres y mujeres que defendieron la democracia americana lucharan para terminar en un sistema donde los multimillonarios fueran dueños del proceso político”.
Se ha jugado en contra de la Guerra de Vietnam y de la guerra en Irak (“a diferencia de la Sra.Clinton” ha dicho). Está en contra de los Tratados de Libre Comercio y hoy del TPP (“El TPP permitirá, ha dicho recién, que las multinacionales exploten la mano de obra barata en Malasia, Vietnam y otros que pagan poco a sus trabajadores”).
Sanders es partidario de un sistema de salud gratuito y universal y firme defensor de aumentar el salario mínimo y las prestaciones sociales. Está en contra de la pena de muerte y porque la Corte Suprema surja del mismo poder judicial y no como ahora cuando sus integrantes son nominados por los Partidos Demócrata y Republicano.
Las ideas del socialismo democrático norteamericano han tenido grandes avances en esta campaña electoral pero estos no han sido suficientes. Falta un buen trecho aún para que tengan vigencia nacional.
El socialismo en el mundo no ha dejado de ser una utopía. El peso del capitalismo es todavía atroz y cada vez más tiránico, pero llama la atención que “el sueño” habite ahora en la juventud de la capital del imperio económico, militar, comunicacional e ideológico, donde ha sido declarado enemigo nacional, reprimido y excomulgado desde hace más de un siglo.
Y es muy interesante para nosotros, porque sin un cambio radical en los EEUU será imposible la transformación generalizada de la especie.