En una columna anterior describíamos el agotamiento de los sistemas y regímenes políticos, sean parlamentarios, semipresidenciales y presidenciales. En general los modelos bipartidistas, que hacían posible la existencia de democracias liberales, electorales y formales comienzan a mostrar grietas profundas – lo prueba el caso actual español en el sentido de que al parlamentarismo se le agrega el sistema proporcional D´Hont, y no es que el parlamentarismo sea incompatible con el multipartidismo, pues el problema de fondo radica en el agotamiento de los acuerdos de La Moncloa, sumado a la alternancia en el poder de dos fuerzas que, centralmente, apoyan el mismo sistema neoliberal; PODEMOS representa, justamente, el quiebre de este modelo, cuya génesis de masas fue la manifestación de los “indignados”, en la Puerta del Sol -.
En el lado opuesto a los regímenes políticos parlamentarios de Europa, en Estados Unidos, con características muy distintas en las normas y estilos electorales, está ocurriendo algo similar respecto de la defección a los partidos políticos y a las castas en el poder. Este malestar respecto de la política, en el caso norteamericano en las elecciones primarias actuales, el voto de los electores se está expresando en dos candidaturas críticas al establishment: por el lado de los Demócratas, Bernie Sanders y, por los Republicanos, Dianld Trump; el primero plantea un liberalismo progresista a la norteamericana, pero con críticas radicales al sistema y las propuestas de educación y salud gratuitas y, además, una crítica profunda al sistema financiero de Wall Street; el segundo candidato se ha convertido en la “bestia negra” del Partido Republicano, amenazándolo, prácticamente, con su desaparición si triunfara en las elecciones primarias, algo muy probable si se consideran los resultados del “super martes”, donde aseguró el triunfo en siete Estados, y un segundo lugar en tres de ellos – dos de Cruz y uno de Rubio -.
¿A qué se debe el éxito de Trum? Sus expresiones fascistoides y racistas pueden llamar la atención y el rechazo de cualquier persona mínimamente civilizada, pero quedarnos con el calificativo del millonario fascista sería pueril. En el fondo, este candidato está reflejando un tipo de mentalidad que se ha extendido en el Partido Republicano: rechazo a la inmigración, a las minorías negras, árabes y latinas, preferencialmente – el caso del famoso muro entre México y Estados Unidos, que sería financiado por los primeros, si al principio parecía una locura, hoy ya es avalado también por el otro candidato con alguna posibilidad de triunfo, Ted Cruz, quien en este famoso “martes” comenzó una competencia con el millonario Trump para dirimir el ganador de quién hace propuestas más reaccionarias; Cruz, además de afirmar que su “muro” era más perfecto y barato que el de su rival, propuso el fin del Servicio de Impuestos Internos y, sobre todo, de la Reserva Federal.
A nadie le puede extrañar el éxito de este multimillonario – dicho sea de paso, posee habilidades comunicaciones indiscutibles, pues sabe usar hábilmente la cuña, la frase corte, y no entrar en honduras programáticas – pues un sector de los conservadores norteamericanos se sienten representados con el fascismo y nacionalismo del candidato Trump, quien expresa, en leguaje rotundo, los pensamientos más brutales de lo que se puede llamar “el norteamericano medio”, que odia al “negro” Obama, que le repugna el sistema público de salud y los demás programas sociales; por lo demás, el elector ultraderechista siente que Estados Unidos ha perdido el rol de primera potencia y que, por las crisis, pasan a ser explotados por otros países, especialmente por China.
Son este cúmulo de sentimientos compartidos por un sector de la sociedad norteamericana los que están llevando al triunfo de Trump, al interior del Partido Republicano, cuya máquina de poder, su estructura burocrática y su ideología han sido, desde hace un tiempo, infiltradas por Tea Party.
La última esperanza de salvación – bastante remota por cierto – que tiene el aparato del Partido Republicano es que Marco Rubio logre imponerse en Florida y logre dar vuelta a la marcha triunfal de Donald Trump.
Como se han dado las primarias hasta ahora, lo más probable es que gane Hillary Clinton, logrando mayoría en la Cámara de Representantes, pero sin haber logrado renovar el obsoleto sistema político bipartidista norteamericano. Lo que sí está claro es que las ideas del Tea Party han calado hondo no sólo en el Partido Republicano, sino también en una franja de clase media, descontenta con el sistema político imperante.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
02/03/2016