Pocas cosas tan repelentes como el diputad Tarud. Con sujetos como ese es innecesario tener diferencias políticas para rechazarlo como un vociferante chauvinista, racista y persona de baja estofa. Basta tener un resto de decencia.
Sería interesante conocer el perfil del que lo votan: sospecho que estaríamos en presencia de gente lumpen.
Da la impresión que este vagoneta que oficia de diputado tiene por objeto en su regalada vida despotricar contra lo que huela a indio, a zurdo, a gente de otra nacionalidad o color. Como si el mismo fuera un dechado de belleza.
Por este irresponsable filo milico, nuestras tropas jamás deberían haber dejado Lima y ahora mismo deberían estar marchando sobre La Paz para disciplinar a la indiada que ha cometido la afrenta de intentar mandarse solos.
Este torpe y grosero diputado es producto de la cultura ppd, esa cosa híbrida que ha funcionado para prohijar y aupar a legiones de sinvergüenzas, ávidos de dinero y poder, admiradores de los poderosos, tránsfugas que han manipulado a la gente desprevenida y silvestre y que han hecho de sus investiduras el camino más corto para hacerse ricos y malas personas.
Tarud es un hijo ejemplar de una cultura trasminada de putrefacción, de dolo, de mentiras y apremios. Estos ejemplares no tienen cabida en un país decente. Llegado el caso, se vuelcan a sus admirados militares, se transforman en informantes, en acusadores de gente que luego será fusilada o desaparecida. Es el típico poca cosa que no tiene bandera sino la del dinero y la de aquéllos a los que sirve sospechosamente inclinado.
Si hay una tarea en la idea lejana de un Chile sano, decente, limpio, que es como decir todo lo contrario de hoy, es que personas como Tarud no tengan espacio.
Provocador contumaz, no pierde ocasión para entrometerse en las cuestiones de otros países y opinar con una bocaza suelta y maloliente escondido en su investidura. Y guarda amariconado silencio cuando lo que denuncia en los países de sus broncas, sucede con tanto o más tragedia en su propia tierra o en otras en donde hay regímenes de criminales que, cobardemente, no toca ni con el pétalo de una rosa.
Echando mano a su ya conocida cobardía, oculto tras los caracteres de las redes sociales, se permite ofender y desafiar a un presidente latinoamericano y acusarlo de ser el responsable de los maltratos sufridos en una visita carcelaria.
No sabe o si lo sabe se hace el perfecto ahueonado: esa horrible práctica es común en su propio país, habitual en quienes tienen la desgracia de tener seres queridos encerrados en un sistema carcelario que el diputado omite señalar como uno de los más perniciosos e inhumanos de barrio latinoamericano. Lo importante para este ignaro es ofender de manera gratuita al presidente Maduro.
El grosero diputado avergüenza a la gente decente. Y silencia a sus pares. ¿Tendrá tanta influencia como para que nadie le haga ver sus desvaríos, groserías, amenazas, ofensas, descalificaciones, exabruptos y desafíos?
Alguna vez Chile se va a sacudir de esta lacra que tanto mal le ha hecho a la idea de país decente. Alguna vez Tarud va a ser un mal recuerdo, una cosa fea y sucia que deberá quedar en el rescoldo de los escombros de un país que no nos merecemos.