El tsunami electoral del 6 de diciembre sacude aún los cimientos políticos, sociales y psicológicos del país y la “coexistencia” de 16 años se tambalea, mientras el nuevo gabinete anunciado por el presidente Nicolás Maduro da esperanzas de cierta oxigenación, con la designación del veterano dirigente magisterial Aristóbulo Istúriz como vicepresidente ejecutivo.
Más allá de la mezquindad, soberbia y prepotencia mostrada por algunos dirigentes y funcionarios oficiales, parte de ellas hechas trizas en la consulta electoral del 6-D y en algunos casos convertida en resignación, Istúriz es un experimentado político de izquierda, quien supo ser alcalde de Caracas aún antes del chavismo, con posibilidades de poner en marcha un desarrollo político diferente al vivido en los últimos tres años. Y que ahora es el que ha extendido el diálogo con los dirigentes opositores Henry Ramos Allup y Julio Borges, para frenar una crisis institucional.
Así, los diputados Julio Haron Ygarza, Nirma Guarulla y Romel Guzamana, del estado Amazonas, solicitaron su desincorporación de la Asamblea Nacional para defenderse judicialmente, ante la sentencia emitida por la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, que declaró nula las decisiones que tomara el legislativo mientras siguieran en sus curules quienes habían sido juramentados a pesar de la impugnación de los cargos presentada por el Psuv.
Pareciera que este primer enfrentamiento institucional, muy promovido por la prensa internacional, quedó zanjado, aun cuando el sorprendente secretario general de la OEA, el uruguayo Luis Almagro –convertido en principal vocero de los intereses y campañas estadounidenses-, continuó su campaña de injerencia en los asuntos internos venezolanos: “Todo aquello que signifique impedir a un solo diputado asumir su banca es un golpe directo a la voluntad del pueblo”, escribió Almagro en una extensa carta abierta dirigida al presidente venezolano, Nicolás Maduro, desconociendo la separación de poderes.
Lo cierto es que el Psuv no estaba preparado para asumir su rol de minoría parlamentaria y, además, quedó obligado a lidiar con el adversario, quien se estrena, entrena y solaza con su condición de mayoría en busca de venganza, señala la socióloga Maryclén Stelling.
Desesperanza, desamparo, desilusión, rabia y castigo hicieron que casi tres millones de chavistas se abstuvieran de votar a los candidatos del Psuv: ausencia-castigo y no voto-castigo. Hoy, la nueva mayoría parlamentaria promueve la histeria colectiva –con caza de brujas incluida- y apela permanentemente al miedo, mientras no disimula sus impulsos de venganza, expresadas claramente por el nuevo presidente de la Asamblea Nacional: “No quiero ver un cuadro de Chávez o Maduro. Llévense toda esa vaina para Miraflores, o se la dan al aseo”.
“Hoy lo más terrible es darnos cuenta que después de tres años en la más profunda crisis económica, y posterior a anuncios que no anuncian nada, al fin nos damos cuenta que no es que este gobierno no quería tomar medidas antipopulares, sino que ni siquiera tenía medidas que tomar, que no había un diagnóstico, que no existían equipos preparados para dar respuesta a la crisis que estaban aguantados por la situación electoral, creo que lo más terrible es que no se tenía nada”, señala el politólogo Nicmar Evans, dirigente de Marea Socialista.
Por eso no puede extrañar que altos funcionarios del gobierno comiencen una retirada en silencio, mientras otros, sobre todo los que representan a las bases comunales y laborales, se aferran a la necesidad de salvar la Revolución Bolivariana. “Todos buscan una salida: la derecha por la fuerza, los sectores populares por la defensa de lo logrado en 16 años de lucha. Pero otros miran hacia afuera, como salida personal, incluso sacando a sus hijos del país”, señalaba, con un dejo de tristeza un veterano embajador bolivariano.
Ay, la economía
“O cambiamos o nos cambian Si no somos capaces de cambiar, no podemos ser percibidos de nuevo como el verdadero cambio”, señala el analista oficialista Néstor Francia, mientras sigue el desabastecimiento en todo el país.
Dentro del bolivarianismo (que no es lo mismo que el chavismo) se enfrentan dos salidas a la crisis, la de quienes promueven un pacto con la oposición y sus cámaras de empresarios, asociados a Estados Unidos y quienes sostienen que se puede salir sin entregar este proceso revolucionario a la derecha, en nombre de ilusiones económicas monetaristas ya fracasadas en el mundo.
El investigador Álvaro Verzi habla de un nuevo-viejo gabinete económico, aún sin proyecto ni planes. En el nuevo reparto, el joven sociólogo Luis Salas “obtuvo el ostentoso cargo de Vicepresidente Económico, encargado de coordinar un equipo donde cohabitan ministros sin profundidad conceptual pero con mucho poder, otros con sólida formación neoclásica y también con mucho poder, lo que los hace más peligrosos”.
Lo cierto es que Salas fue promocionado como el “cerebro” del nuevo gabinete, con opiniones teóricas heterodoxas en lo económico, y contra él fue enfocada la “preocupación” de la prensa nacional y foránea. Pero lo cierto es que es un ministro sin cartera, no integrará el directorio del Banco Central ni tendrá injerencia en sus políticas, y tampoco sobre las del Ministerio de Finanzas (tesorería, crédito público), ni sobre los ministerios productivos claves.
El poder, señala Verzi, sigue en manos del general Adolfo Marco Torres, quien pasa de la cartera de Finanzas a la de Alimentación, ascendiendo al manejo de la economía y de las finanzas a un econometrista neoclásico como Adolfo Medina, estrechamente vinculado a la banca nacional y trasnacional y apadrinado por su antecesor.
Mientras, el polémico Nelson Merentes seguirá al frente del ente emisor, con lo cual la banca tiene garantizada su influencia, la que viene ejerciendo desde que éste comenzara su labor, ahora con el apoyo del nuevo titular de Finanzas, agrega Verzi.
El modelo económico del gobierno nacional no sirve, y lo que no sirve hay que cambiarlo, sostuvo el ex candidato presidencial opositor Henrique Capriles, quien aseguró que el Ejecutivo está en una “encrucijada”, entre cambiar el modelo económico o tomar acciones radicales, y advirtió que con expropiaciones, confiscaciones y amenazas a empresarios, productores e inversionistas, no se resuelve la crisis.
Juegos de guerra
Lo más relevante en lo poco que va de este año bisiesto es la decisión tomada por la oposición de sacar a Nicolás Maduro de la presidencia lo más pronto posible, descartando el recorrido institucional progresivo que tendría como próxima estación la elección de gobernadores de diciembre de este año en ruta hacia las presidenciales del 2019.
La oposición señaló que el método será definido en los próximos cinco meses, lo que indica que en ese lapso desde la Asamblea Nacional la derecha impulsará iniciativas políticas que creen un clima favorable a esa política, mientras simultáneamente se impulsen movilizaciones de calle.
Esta decisión deriva en una nueva situación conflictiva y tensa, lo que ocurre cada vez que se plantea la salida de un mandatario antes de finalizar su período constitucional. Para eso hay diversas herramientas: el juicio político, el golpe parlamentario a la paraguaya o la mano militar a la hondureña. Para el politólogo opositor Leopoldo Puchi, de alguna manera se ha desenterrado “el hacha de la guerra”, aunque no se trate necesariamente de un enfrentamiento armado, que bien puede canalizarse a través de la previsión constitucional del referendo revocatorio, pero que hasta el momento la derecha ha obviado.
Desaciertos
El sociólogo Javier Biardeau señala que los estrategas del gobierno pudieron sumar sus desaciertos de diciembre, entre ellos subestimar el peso de las encuestas en el imaginario colectivo y el impacto electoral del descontento en materia económica y social, sobreestimar el peso histórico del legado electoral de Chávez y los recursos con la que contaba la maquinaria electoral del PSUV. Y, a la vez, subestimar cómo el sistema electoral podía jugar en favor de la oposición y la situación cambiante de apoyo electoral en las circunscripciones de los pueblos indígenas.
A ello se suma el desacierto de no precisar cómo la situación interna de debilitamiento, dispersión y potencial división de las fuerzas sociales y políticas del proceso bolivariano tendría impactos en el abstencionismo, ni calibrar adecuadamente en términos electorales los graves errores de la dirección política del gobierno y del PSUV en el manejo de política pública y de gestión de contradicciones secundarías, incluyendo la degradación del Gran Polo Patriótico a un espacio intrascendente de la política de alianzas.
Alí Rodríguez Araque, exministro, ex secretario general de la Opep y de Unasur y hoy embajador en Cuba, quizá el mayor referente político del chavismo tras la muerte del líder, señala que la Asamblea Nacional puede colocar muchos obstáculos para la buena marcha y puede generar un conflicto de poder que llevaría al chavismo a movilizar al pueblo, a la vez que alerta que el objetivo de estos sectores de la derecha es asestar un golpe parlamentario a Maduro.
“Mientras no se integre al pueblo en el ejercicio real y diario de la política, no se les haga saber su protagonismo, será muy difícil llegar a alguna parte (…) En este momento el proceso exige una serie de correcciones. Se debe colocar el énfasis de la movilización política no solamente desde el gobierno, sino desde el partido, y tiene que haber una movilización muy profunda entre la unidades básicas de lucha, el partido y la izquierda”, concluye.
* Aram Aharonian es periodista y docente uruguayo-venezolano, director de la revista Question, fundador de Telesur, director del Observatorio Latinoamericano en Comunicación y Democracia (ULAC).