La primera vez que dije que el Estado de Chile debía declararse plurinacional, algunas personas me dijeron que cómo se me ocurría decir tal blasfemia contra el sacro santo estado unitario y centralizado, cómo podía pensar en romper la soberanía de Chile, que dónde viviría la gente no Mapuche, que cómo van a ser nación los Mapuche.
El diario El Mercurio -3 de febrero de 2013- publicó un artículo titulado “Las verdades incómodas del conflicto Mapuche”, de Jaime Campos, ex ministro del Presidente Ricardo Lagos. Cita: “Nunca ha existido una nación Mapuche y conformar una, atentaría contra la soberanía nacional”.
No es necesario ser sabio para saber que antes de los españoles existían aquí varios pueblos originarios y para sorpresa del ex Ministro, estos grupos humanos no fueron creación de los españoles.
El antropólogo de fama mundial, Tom Dillehay, encontró en Purén pruebas de más de doce mil años de existencia del pueblo nación- Mapuche, con su propio idioma, historia, cultura, forma de ver la vida y organización singular, que Según Martínez (1999:28), ésta es, precisamente, la definición misma de nación.
Para los romanos, el concepto de “natio” era opuesto a “civitas”, sólo tenían relaciones de vecindad y lingüísticas, porque “natio” estaba asociada “a la procedencia nacional atribuida por otros a lo extraño”. En este contexto, recuerdo que el propio tratado de Trapihue de 1825 firmado por el Estado de Chile, reconoce a una nación vecina, según el Artículo N° 18 y N° 30 del Tratado.
Se puede observar que el ex Ministro está confundiendo Estado con nación. Por ejemplo: el estado federal, no implica una división de la nación. La forma jurídica del Estado es un asunto relacionado, pero, a su vez, diferente de la soberanía nacional. La autonomía no otorga soberanía, que no es una atribución de la nación, sino del Estado.
Estado nacional, es decir, la idea de que los súbditos de un Estado conforman una agrupación más o menos uniforme, con una identidad más o menos común, favoreció el tránsito desde un Estado monárquico hacia el Estado democrático (Cfr. Habermas, op. Cit). Así, ocurrió en Alemania, Francia, Estados Unidos y Chile, e implicó que por razones azarosas, de la noche a la mañana, personas que no tenían nada en común, se encontraran bajo un mismo poder estatal.
Sin embargo, los avances en la transformación de la “nación de la nobleza” en “nación étnica” que es un proceso que avanza desde finales del Siglo XVIII- son un cambio de la conciencia inspirado por los intelectuales y, ahí, se puede apreciar un retraso de algunos políticos en Chile, sobre esta materia.
Detrás de la fachada de un pueblo, presuntamente, homogéneo, se esconde tan sólo la cultura hegemónica de una parte dominante (Habermas, op. cit.: 94). De tal forma, que el Estado nacional entra en conflicto con la nación étnica, la noción de universalidad de los derechos, con la particularidad de las identidades culturales y la diversidad. Por ello, debe buscarse una armonización entre la concepción de ciudadanía y la identidad nacional étnica.
El nacionalismo, es decir, la radicalización del discurso nacional, tiene el peligro que discursos nacionalistas como el de Jaime Campos, se pueden volver propagandísticos y generar una posición de eliminar política o judicialmente a otras naciones étnicas dentro del Estado-nación. Inclusive, por las armas, como ya ocurrió con el genocidio de Hitler y el de La Araucanía, bajo el Presidente José Joaquín Prieto.
Además, Campos plantea el miedo a que se ponga en peligro la soberanía de Chile, lo que creo es una crítica que parte de supuestos falsos y se afirma en hipótesis no demostradas. Ese debate terminó con la aprobación del Convenio 169 de la OIT, ya que la soberanía recae en el pueblo y no en el Estado y el pueblo está compuesto de varias naciones étnicas.
Los tiempos del genocidio ya pasaron, nosotros no podemos volver atrás, debemos avanzar con la venia de la razón y con la fuerza de nuestras ideas. El respeto y el diálogo tienen su sitio preferente, debemos perdonar a aquel que habla sin saber, ayudarle a derrotar esa enfermedad mental de la discriminación y a comprender que la identidad de Chile nace de los pueblos originarios, que el reconocer las diferentes naciones étnicas hacen un Chile Plurinacional más justo, pues no es otra cosa que reconocer mediante el derecho, lo que en los hechos ya somos: un Estado Plurinacional. “Tengamos fe en que el derecho constituye la fuerza”, decía Abraham Lincoln.
Hay algunas personas de los barrios altos que creen que viven en otro país, piensan que están en Inglaterra o Alemania. Dicen: “pero estos Mapuche no se cansan de causar problemas, pero hasta cuándo van a molestar”, pero Vitacura, Quilicura y Apoquindo no son nombres alemanes ni ingleses, sino son los nombres de los caciques que -junto a Michimalonco- destruyeron Santiago.
Chile ha sido plurinacional y mestizo desde su génesis, para decepción de los morenos con nombres europeos que aún creen que viven en el “Inglaterra chico”. El propio nombre de “Chile” viene del mapudungún que significa río eterno (chi = eterno, “le” del leufu = río).Y Diego de Rosales, en el año 1628, dice que el nombre de Chile viene del nombre de un cacique Mapuche, y en quechua se pronunciaba Chilli.
No podemos despilfarrar el tiempo en condenarnos y combatirnos, recíprocamente. Ya hemos perdido demasiado tiempo en el pasado. Somos plurinacional e intercultural, qué duda cabe. ¿Alguien ha dicho merkén alguna vez?, a pesar que no le gusten los Mapuche, o ¿cagüinero?, que en mapudungun significa conversar. Nuestras naciones están íntimamente ligadas, debemos reconocer nuestra historia, porque “la historia es la memoria de un pueblo y sin memoria, el hombre se degrada a los animales inferiores”, decía Malcom X.
No sólo reconocer nuestra historia, sino que, reconocer nuestros pueblos y tener en cuenta en todo momento que no estamos luchando por la integración, ni estamos luchando por la separación. Luchamos por el reconocimiento, por el derecho a vivir como seres humanos libres en esta sociedad que nos hermana y en la que no podemos seguir siendo juzgados por nuestro apellido, origen, condición social, religión o color de cabello y ojos.
Estoy en contra de toda forma de discriminación. Creo que todos los seres humanos deben ser respetados por el contenido de su personalidad y, ése, es el sueño que estamos dispuestos a defender: un “Chile plurinacional”, que es el sueño en que Chile deje de buscar lo que nos diferencia y construyamos juntos un mejor país desde lo que nos asemeja. Ese es el camino que nos llevará a una unión más perfecta, que es tan necesaria, en un día como hoy.
Por: Diego Ancalao, Vicepresidente Nacional de la Izquierda Ciudadana.