Arabia Saudita y Catar, dos aliados de Francia, niegan vínculos financieros o políticos con el Estado Islámico (EI), pero los expertos estiman que algunos donantes del golfo han contribuido al auge del grupo yihadista que reivindicó los atentados de París.
“Este tema de la financiación coloca a Francia en una situación incómoda, en el momento en que ha declarado la guerra al terrorismo”, afirma a la afp el experto argelino Hasni Abidi.
Arabia Saudita y Catar desmienten tajantemente tener relación con los extremistas del EI y oficialmente combaten al grupo desde 2014 participando en la campaña aérea liderada por Washington en Siria, además Catar alberga el Centcom, el centro de mando para las operaciones anti-EI.
Cuatro días después de los atentados (130 muertos y 350 heridos), el jeque Abdalá ben Naser al Thani, primer ministro de Catar, transmitió en el Elíseo al presidente francés Francois Hollande su “pleno apoyo” en la lucha contra los yihadistas.
Esa misma mañana, el primer ministro Manuel Valls se veía obligado a contestar sobre los presuntos vínculos entre las monarquías del Golfo y el EI.
Las autoridades “de Arabia Saudita y las de Catar luchan contra Dáesh (acrónimo árabe del EI), eso es incuestionable. y no tengo motivos para dudar hoy del compromiso de estos dos gobiernos”, declaró a la radio France Inter.
¿Pero las grandes fortunas de estas monarquías del golfo también están exentas de sospechas?, preguntó la radio.
“Queda por ver el tema del conjunto de estas financiaciones…”, admitió Valls.
Francia mantiene relaciones “amistosas” con Arabia Saudita, un país acusado de financiar el fundamentalismo sunita en el mundo.
Entre Francia y Catar, país que apoya a los hermanos musulmanes, los vínculos son estrechos, el emirato, rico en gas, compró en mayo 24 aviones de combate franceses Rafale, por 6.300 millones de euros.
En 2010 el sitio WikiLeaks publicó un documento diplomático estadounidense que afirmaba: “los donantes (privados) en Arabia Saudita siguen siendo la principal fuente mundial de financiación de grupos terroristas sunitas”.
Este documento apuntaba sobre todo a Al Qaida, cuyo brazo iraquí dio origen al Estado Islámico, también denunciaba el laxismo de Catar y de Kuwait en la lucha contra la financiación de los yihadistas.
“No existen pruebas creíbles de que el gobierno saudí apoye financieramente al EI”, al que considera una “amenaza directa” para su seguridad, escribió el año pasado el analista Lori Plotkin Boghardt, del Washington Institute.
Pero los “donantes del golfo, entre los que los saudíes destacan como los más generosos, han enviado cientos de millones de dólares a Siria en los últimos años, sobre todo al EI y a otros grupos”, añadió.
Estas ayudas financieras pasan por la “Zakat”, la limosna legal de los musulmanes, unos donativos de fundaciones islámicas o de particulares.
“No hay financiación directa de Riad y Doha a los grupos yihadistas, pero cabe recordar que al comienzo de la revolución siria había luz verde mundial para dar dinero a toda la oposición siria, lo que complicó la situación fue la radicalización de Dáesh”, afirma Hasni Abidi.
“Hoy, Arabia Saudita y Catar condenan a Dáesh, que los amenaza, además el EI necesita menos financiación externa”, añadió.
“El valor total de los donativos externos al EI es mínimo, comparado con otras fuentes de ingresos”, principalmente el petróleo, recalcaba en febrero un informe de la institución Financial Action Task Force.
“Francia y los occidentales necesitan a los países del golfo para controlar los flujos financieros”, añadió Hasni Abidi, “hace falta su cooperación, no ponerlos a la defensiva”