Colusión, prácticas anti empresariales, faltas a la éticas, crisis, tráfico de influencias, abusos y privilegios impropios, entre una buena panoplia de lamentaciones se escucharon este jueves en los salones de Casapiedra durante la celebración de la versión 2015 de la Enade, que concitó bajo la presencia de la presidenta Bachelet a una buena parte del PIB nacional.
Entre los oradores y asistentes estaban los directores de las principales corporaciones chilenas y con operaciones en el país, así como políticos, lobistas y asesores. Antiguos ministros a cargo de gerencias, otros como CEO de compañías y varios en espera para regresar a los poderes del Estado. No pocos ex ministros de Sebastián Piñera, hoy en puestos bajo los cuales organizan flujos de cientos de millones de dólares, se paseaban satisfechos por los mullidos salones.
Ni Bachelet ni uno de los principales oradores, como el presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC), Alberto Salas, escatimaron en letanías y flagelos. “La opinión ha sido testigo de prácticas inaceptables de manipulación de los mercados, de contaminaciones entre el negocio y la política, de tráfico de influencias y de privilegios impropios”, sostuvo Bachelet, para agregar en esta misma línea que las personas tienen “más conciencia del impacto directo de las malas prácticas económicas sobre en sus vidas”. Y desde ahí, apuntó: “Consecuentemente la sanción social ya se ha dejado caer sobre quienes han cometido estos actos, pero el costo de la confianza se extiende más allá y afecta a la sociedad en su conjunto”.
Si Bachelet rescató aquel añoso discurso autoflagelante de décadas anteriores, Salas lo recargó y amplificó. “Algo estamos haciendo mal. Quiero decirlo sin titubeos: no debemos tolerar ninguna ventaja que se riña con la libre competencia. Ningún atajo para ganar mercado, ninguna pillería para evadir nuestras obligaciones. Repito, ningún atajo, ninguna pillería, ningún abuso ni mucho menos colusión. Les pido a los empresarios presentes que revisemos nuestros gobiernos corporativos”.
Y retomó: “Todos hablamos de la crisis de confianza en que estamos inmersos. Nos tenemos que hacer cargo de la responsabilidad que nos incumbe en este deterioro. Sin embargo, también quiero decir que muchos estamos convencidos que estos ciclos se pueden superar, pero hay que tomar decisiones para recuperar confianza pérdida”, sostuvo.
En la misma línea habló el presidente del Icare, la organizadora de la Enade. Guillermo Tagle les vino a recordar a sus colegas que “usar información privilegiada es un delito y convenios para subir precios es una confabulación para apropiarse de lo indebido”. Y por si no lo sabían, les repitió que “hay que hay que aprender de las lecciones que han dejado casos pasados”.
Tras las necesarias descargas, llegó la hora del protocolo y el estado de los negocios, que el mexicano Angel Gurría, el secretario general de la OCDE, se encargó de encauzar. ¿Por qué Gurría en la Enade? Chile acaba de cumplir diez años al interior del exclusivo club de los desarrollados o con aspiraciones de desarrollo. Aunque el mexicano no habló de las grandes falencias económicas y sociales de Chile, como sus insoportables niveles de desigualdad, sí platicó de productividad, de crisis global, de dependencia de la extracción y exportación de recursos naturales y del papel de las neuronas. De éstas como recurso para el desarrollo, discusión por cierto bastante vieja y hasta el momento inconducente. Chile se mantiene enfrascado en la polémica de mejorar su educación mientras sigue dependiendo, tal como hace siglos, del cobre, la pesca, los bosques y sus otros recursos. Bien la Enade para ejercitar la imaginación y las neuronas, pero los empresarios saben que los grandes negocios siguen en las actividades rentistas, en la apropiación de los mercados, en el rentable lobby y en la cooptación de los políticos. ¿La colusión? Bien, gracias.