“Lo que comienza espurio, termina espurio Y esto terminó bien espurio”. La frase del Ministro del Interior Jorge Burgos se refiere al escándalo, otro más, que remece al país esta vez desde el fútbol profesional: su presidente saliendo por la puerta trasera, con destino a USA en medio de un arrebol de sospechas y atributos propios de un delincuente común.
Como se sabe, aquello espurio es algo falso, engañoso o bastardo. Y es cierto que la conducta del ex dirigente futbolero ha tenido esa impronta. Como casi todo lo que tenga algo de poder.
Lo bastardo es, ha sido y seguirá siendo hasta el fin de los días, una conducta clásica entre los poderosos, los políticos, los milicos y los curas fraudulentos. Pero el Ministro del Interior, no ha tenido con éstos la misma dureza verbal.
Falso, engañoso, bastardo, es decir, espurio, es también el texto de la Constitución que ha sido perfeccionada con dedicación, detalle y fruición por el tándem del que el Ministro Burgos es un representante con holgura y fasto.
Cada abuso, atropello, crimen, infortunio y explotación que ha sufrido el pueblo de Chile, nos referimos a los engañados por todos los programas de gobierno en el último cuarto de siglo, ha sido por la aplicación in extremis de lo preceptuado en el texto espurio que el Ministro del Interior ha jurado y vuelto a jurar desde sus más disímiles poltronas.
¿Falso, engañoso, bastardo? Pocas cosas como la Constitución del tirano que vive y reina cada día con asombrosa buena salud y que es aplicada con sacrosanta precisión por la institución que más se vincula con los estudiantes traqueteados, los pobladores envenenados, los mapuche castigados: las Fuerzas Especiales de Carabineros.
Falsos, engañosos, bastardos son los inescrupulosos empresarios que han batido la tierra hasta dejara convertida en cenizas estériles. Los que han depredado, depredan y depredarán los mares, fiordos y ríos en su afán enfermizo de juntar más y más dinero sin saber para qué. Lo son aquellos que han envenenado las aguas de la gente silvestre y los pueblos bucólicos que tienen la trágica fortuna de vivir entre cerros ricos en minerales.
Malvados, sub hombres. Criminales. Es lo que son. Bastardos.
Gozan de un poder espurio aquellos que montados en las esperanzas intactas de la gente han encumbrado sus mentiras para engañar a diestra, pero más a siniestra, a sabiendas que sus programas y compromisos no valen ni el corchete en que se afirman sus fojas.
Malas personas que no han querido, por un egoísmo que les hace arriscar la nariz ante el olor a perdedor, arreglar aunque sea un poco a la gente. Esa que se pensiona solo para administrar la pobreza precursora de su muerte.
Espuria es la ley, toda ley, que no hace sino amenazar, controlar, castigar, disminuir y limitar las libertades y derechos que la gente honesta se ganó en años de pelear contra la dictadura, disponiendo sus mártires y sufrimientos con una generosidad que no conoce ni el Ministro del Interior, ni el resto de la casta política sostenedora del sistema.
Leyes que regatean sueldos miserables. Leyes que crean guetos en los que se reproduce la pobreza, la marginalidad, la delincuencia el tráfico y el odio. Leyes que favorecen a los ya favorecidos, que perdonan sus robos monumentales. Leyes que no se sabe qué dicen, ni donde se guardan ni a quienes afectan o protegen.
Esta cultura desprovista de valores pero abundante en precios, es una de rasgo espurio. Afirmada en las cosas más que en ideas. Castigadora de gentes y alabadora de egoísmos. Castradora de artes e impulsora de miserias.
Avara, chula, fardona.
Esta sociedad en la que vivimos, esta cultura en la que nos asfixiamos, esta economía que mata, tiene un origen espurio cuyo punto de mayor agudeza, ya había comenzado antes por la ágil intercesión de varios camaradas del Ministro Burgos, se verificó a las 12:08 de un día martes algo nublado, cuando la puntería excelsa de los pilotos de un par de Hawker Hunter hicieron blanco en La Moneda.
Lo demás, vino por añadidura.