A propósito de frescura, el ex presidente Ricardo Lagos estimuladas sus glándulas salivales por la opción que le deja para una segunda oportunidad el desplome histórico de la presidenta Bachelet, ha salido al ruedo con sus opiniones de aspecto sacro y ha apuntado con su dedo imperial a la Constitución Política de Chile.
La circunstancias del Proceso Constituyente con que cantinflea el gobierno, le genera el escenario propicio.
Como se sabe, la memoria es un defecto el cual es necesario saber administrar, y toda la gracia de una vida bien vivida consiste en amaestrar aquellos aspectos mnémicos que pueden o no hacer agradable la existencia.
“Chile cuenta desde hoy con una Constitución que ya no nos divide sino que es un piso institucional compartido, desde el cual podemos seguir avanzando por el camino del perfeccionamiento de nuestra democracia. Nuestra Constitución no es más un dique en la vida nacional; la vida nacional puede fluir ahora como un río por este cauce institucional”
El texto supra fue dicho el día en que en un fasto, comprable al de los antiguos Autos de Fe, el presidente Lagos firmó lo que el mismo llamó la Constitución del 2005.
Quizás los años estén haciendo estragos en el estadista y no recuerde la fruición con que pronunció ese discurso en el que sobraron loas a su obra.
El caso es que ahora encuentra que esa misma Constitución “….está impregnada por una visión neoliberal que obliga al establecimiento del Estado Subsidiario”
¿Se habrá impregnando en los últimos diez años?
Lagos, así como todo el tándem de frescos que ha dirigido el país en el último cuarto de siglo, sabe que es hora de un nuevo despiche para quitar la presión acumulada en el sistema y evitar males mayores, como puede ser la irrupción violenta del populacho cansado de estafas y estafadores.
Y como cualquiera de su laya, sabe que lo que haya dicho antes ya no vale cuando ahora dice lo contrario. Y que esa voltereta le va a salir gratis.
Lo cierto, es que todo lo que existe es debido a la vigencia de una Constitución que ha heredado a estas generaciones y que va por las siguientes, todo la cultura pinochetista que se expresa en el día a día apremiante de la gente más desposeída, que es contra quienes se redactó.
Las almas y países diametrales, mundos antagónicos y sociedades paralelas que conviven de milagro en este mismo territorio, es porque la Constitución pinochetista ha permitido, posibilitado y facilitado eternizar la venganza de los poderosos en contra del populacho que un día cuatro de septiembre intentó un país que torciera su destino de pobreza, marginalidad, explotación y abuso.
De tanto repetir las insondables diferencias que creó el neoliberalismo, a veces las palabras pierden su sentido trágico. Y son las desgracias que a menudo castigan el país las que nos vuelven a mostrar la indecencia de sociedad que se ha creado por la intercesión de la famosa Carta Fundamental firmada por la egolatría del presidente que intenta por todos los medios atacar otra vez.
Por decenios la gente castigada ha venido exigiendo cambios profundos en aquellos aspectos que les conciernen en su cotidianeidad y en sus proyectos de vida. Sin ir más lejos, precisamente por eso luchó, por eso aportó con sus muertos, torturados, prisioneros.
Salud, pensiones, educación, medio ambiente, derechos sociales, culturales y políticos, han sido aspectos que han sido sometidos disciplinada y persistentemente al cedazo jurídico que emana de la ley fundamental y que los ha configurado como sujetos al escrutinio de lo subsidiario o por debajo del reino ordenador de la sacrosanta propiedad privada.
En el lapso que va de post dictadura no es un capricho decir que esta sigue aún cuando sin el reguero de sangre que le era propia. La herencia más notable de la tiranía y que llega hasta nuestros días se relaciona con el castigo perenne que deja caer sobre la gente en todos los aspectos de la vida. La venganza continúa, aunque por medios más sofisticados.
Lagos driblea diciendo que lo del 2005 fue un paso en el sentido de avanzar a mayores grados de democracia aunque cualquier estadística contemporánea indica que en casi todos los sentidos se ha retrocedido: hoy hay menos democracia, menos derechos y menos libertad que antes.
Que a partir del año 2005 los Comandantes en Jefe de las FF.AA., pudieran ser removidos por el presidenta, hecho presentado como un avance, no pasó de ser letra muerta. Los militares hacen lo que se les ocurre y de paso, algunos gastan la inmensa fortuna que se llevan del cobre en casinos, caballos, apuestas y hoteles, sin que ningún presidente haya tenido la hombría de aplicar dicho precepto constitucional.
La reforma Constitucional del año 2005 fue otro circo más para la galería, para engrupir al populacho que miró el sarao tras los visillos.
Y nos aprestamos a la versión corregida, aumentada y perfeccionada de la misma cachaña de hace un decenio.