La desaceleración de la economía chilena lejos de morigerarse, sigue profundi zándose. Las últimas cifras muestran que durante el segundo trimestre se expandió a una tasa anual de solo 1,9%. Lo que impide hablar de crisis es que la economía no se ha contraído. Todavía exhibe tasas de crecimiento débiles pero positivas. Como ha sido la tónica desde que se inició la desaceleración, el gasto del gobierno atenuó en parte la ralentización, y también la inversión en construcción y obras. En cambio, componentes como las exportaciones y el gasto de los hogares en bienes durables se contrajeron con respecto a hace un año.
Entre los sectores que impulsaron el crecimiento estuvieron el agropecuario-silvícola, construcción, comunicaciones, servicios financieros, servicios personales y administración pública. En tanto que minería, industria manufacturera, electricidad, gas y agua, comercio y transporte prácticamente no registraron avance con respecto a igual periodo de 2014.
Con todas estas señales el Banco Central, en su Informe de Política Monetaria de septiembre, corrigió a la baja las proyecciones de crecimiento de la economía para este año, que se situaría entre 2 y 2,5%.
PERSISTE CAIDA
DE LA INVERSION
Especial atención merece la evolución de la inversión. El gasto total en capital fijo anotó una caída anual del 3%. Esta cifra significa que el gasto en bienes de capital e infraestructura del conjunto de la economía no logra siquiera reponer el desgaste sufrido en el transcurso de un año. El volumen total de medios de producción de la economía se ha estado contrayendo persistentemente.
El componente de maquinaria y equipos de la inversión es el que mejor acusa los efectos de la desaceleración. Anotó una caída anual de 15,9%. Con este registro ya son ocho trimestres consecutivos de contracciones anuales, desde que se iniciara la desaceleración a mediados de 2013.
CAUSAS DE ESTA TENDENCIA
¿Qué hay detrás de este fenómeno? ¿Qué está ocurriendo en la coyuntura que hace que los capitalistas retiren sistemáticamente sus recursos de la actividad productiva? ¿Por qué las ganancias que obtienen no refluyen hacia la producción de nuevos bienes y servicios?
Nuestra hipótesis(1) sitúa el origen de este fenómeno en una caída general de la rentabilidad en la economía chilena. Según información de la Superintendencia de Valores y Seguros (SVS), durante el segundo trimestre las ganancias operacionales de las principales empresas, excluyendo las del sector bancario, cayeron en alrededor de 15% con respecto a igual periodo de 2014. Junto con el volumen de ganancias también los márgenes sobre ingresos se redujeron (ver gráfico).
Se asiste a un deterioro general de las condiciones de valorización del capital. Por eso no resulta convincente la explicación de la desaceleración por la implementación de cambios tributarios, ya que sus efectos son de segundo orden dentro de una tendencia que ya venía operando en la base de la economía.
El deterioro de la rentabilidad explica la persistencia de la caída de la inversión y la ralentización de la actividad, y no la ocurrencia de hechos puntuales (heladas, sequías, inundaciones, terremotos, entre otros). La agudización de este fenómeno permite entender el rápido desmarque que tuvo el gran empresariado de los aires reformistas del gobierno, que en un primer momento parecía suscribir.
En síntesis, el actual escenario económico se debe entender como un ciclo generado internamente por el propio funcionamiento de la acumulación capitalista en Chile, en cuya base entran a jugar la inserción subordinada de ésta en el mercado internacional y su dependencia de la dinámica de los grandes centros de acumulación mundial.
REPERCUSIONES
La consecuencia más inmediata de la caída de la inversión es que, como componente de la demanda, contribuye a una disminución en las tasas de crecimiento actual de la economía. Una caída de 10% de este componente trae asociada una reducción directa de 2,5% del PIB, sin considerar los efectos indirectos que terminan por amplificar esta cifra.
Hasta ahora el vacío dejado por la inversión ha sido mitigado por el aumento de otros componentes, en especial el gasto del gobierno. Sin embargo, la inversión tiene la cualidad de alterar la capacidad productiva de la economía. Su caída no solo afecta las posibilidades de crecimiento hoy, sino también las del futuro.
En esta línea, el Banco Central actualizó las estimaciones de crecimiento de mediano plazo. Para el quinquenio 2016-2020 el potencial de crecimiento de la economía sería de 3,5%, menor a lo previsto en proyecciones anteriores. Precisamente una de las razones de esta baja cifra es el “menor crecimiento previsto del stockde capital”(2).
A su vez la menor disponibilidad de medios de producción limita seriamente la capacidad de la economía de absorber una mayor cantidad de mano de obra. Es por esto que la expansión de la ocupación se ha reducido sensiblemente con la desaceleración de la economía. En rubros como la minería y la construcción, en que la reducción de la actividad inversora ha sido más fuerte, se registran contracciones en los niveles de ocupación en relación a 2013 y 2014 (ver pág. 3 de esta edición).
Otra implicancia es el estancamiento en el corto y mediano plazo de los niveles de productividad de la economía. Esto impacta directamente en las posibilidades de expansión de los salarios. En efecto, las estadísticas oficiales indican una sensible desaceleración del crecimiento de los salarios reales en los últimos años.
Este cuadro resulta coherente con las estrategias de recomposición de los niveles de rentabilidad. Es natural que ante un escenario de baja en las utilidades y reducción de la actividad económica, los capitalistas apunten a recuperar el terreno perdido por la vía de una racionalización de los procesos productivos, donde los trabajadores son los primeros en soportar los costos del ajuste.
DEBATES EN LA IZQUIERDA
Dentro de la Izquierda un análisis de la desaceleración lo constituye el artículo “Los comunistas en el gobierno de la Nueva Mayoría: Programa económico y perspectivas”(3) del miembro de la comisión política, Patricio Palma.
La coyuntura económica se enmarcaría en un contexto de crisis del esquema de dominación, cuya esencia es “la confrontación social y política entre quienes promueven los cambios y los que esperan bloquearlos”. La tarea del momento sería cerrar filas tras el gobierno. El argumento parece atractivo al situar el conflicto clasista en el centro de la explicación.
Sin embargo, se trata de una construcción ad hocque intenta presentar al gobierno como genuino representante de los intereses populares, que lucha contra el asedio “implacable de las fuerzas de la burguesía”. El fin es justificar a ojos de la militancia la incorporación de dicha colectividad a un gobierno cuyo objetivo es la recomposición de la dominación burguesa. Con esto se disfraza la naturaleza del actual gobierno y de los conflictos en la esfera política.
La explicación de la coyuntura económica radicaría en una suerte de “acción conspirativa” de la burguesía. Según el autor, “no cabe duda que están primando coordinaciones políticas en la conducta de parte importante del empresariado”.
A nuestro juicio, las tendencias de la economía chilena se explican por el agotamiento de las bases sobre las cuales se venía desplegando la acumulación capitalista, y no por una acción concertada de la burguesía para boicotear al gobierno. Un boicot así resulta inverosímil bajo un gobierno como el de la Nueva Mayoría, con amplias conexiones con el gran capital y empeñado en garantizar los intereses de éste.
Las acciones del gran empresariado surgen de la necesidad de llenar el vacío dejado por el derrumbe de las distintas expresiones políticas burguesas, en particular de la derecha. Se trata de una autorrepresentación del gran capital frente al Estado, cuyo objetivo es la interlocución directa con los administradores civiles para marcar la pauta del reordenamiento del cuadro político.
En la superficialidad propia del keynesianismo, Palma aboga por un cóctel de política fiscal y monetaria como solución para recuperar la inversión privada y salir de la difícil situación. Sin embargo, yerra en dos aspectos.
En lo económico, tanto la política fiscal como monetaria son estériles cuando los problemas que enfrenta la acumulación capitalista son más profundos, tal como ocurre hoy. Nada puede obligar a los capitalistas a aumentar su producción, a contratar más trabajadores e invertir si sus ganancias no crecen.
En lo político, la tesis se equivoca al situar la solución en un ámbito que en verdad es parte del problema mismo. Es sabido desde Marx que el Estado es lo opuesto a un espacio de solución de las contradicciones capitalistas. Sostener lo contrario es simplemente generar falsas ilusiones en los trabajadores y sectores populares.
SEBASTIAN ZARRICUETA CABIESES
Estudios Nueva Economía (ENE)
Notas
(1)Véase Punto FinalN° 817, 826 y 833.
(2) Informe de Política Monetaria, Banco Central de Chile, septiembre 2015, p. 33.
(3) Véase El Siglo, 24/7/2015.
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 838, 9 de octubre, 2015