Noviembre 19, 2024

Leighton y Aldo Moro, víctimas gemelas del fascismo

En octubre de 1975, hace 40 años, trataron de asesinar en Roma a don Bernardo Leighton Guzmán, líder de la DC, ex Vicepresidente de la República, ministro y diputado, republicano ejemplar, político progresista, demócrata sin tacha. Tenía 66 años.

 

 

Lo balearon a él y a su señora esposa, Anita Fresno, en la puerta de la casa que ocupaban muy cerca del Vaticano desde que la dictadura de Pinochet les había desterrado. Ambos quedaron heridos de gravedad y debieron cargar para siempre con los daños del criminal atentado. Un grupúsculo neofascista, apoyado por el pinochetismo y la CIA, intentó la eliminación del ex Vicepresidente.

Leighton tuvo una visión diversa a la de Frei Montalva y Patricio Aylwin sobre el golpe de Estado, antes, durante y después del 11 de septiembre de 1973.

Leighton fue un demócrata cabal y abierto a la izquierda radical, socialista y comunista.

En 1931, siendo un dirigente universitario de 22 años, fue enviado por el Vicepresidente de la República, Manuel Trucco, a negociar con la Marina alzada en Coquimbo y contribuyó a abortar la sublevación. Era hijo de un destacado juez de provincia y se había destacado en la movilización social que puso fin a la dictadura del General Ibáñez.

En 1937 fue el primer Presidente de la Falange Nacional. En 1938 se negó a apoyar la candidatura del conservador Gustavo Ross Santa María, con lo que contribuyó decisivamente al triunfo electoral de Pedro Aguirre Cerda y el Frente Popular.

Poco antes, a los 27 años de edad, había sido Ministro del Trabajo de Arturo Alessandri Palma.

A mediados de los años 40 simpatizó con el grupo de dirigentes juveniles y universitarios de su partido, que apostaban a la unidad con la izquierda: Jorge Cash, Alberto Jerez, Vicente Sota, Jacques Chonchol, Andrés Aylwin, Julio Silva y Bosco Parra. La mayoría lo consiguió, desde otras tiendas, en 1970.

En 1947 se jugó por la incorporación de los dirigentes sindicales de su partido a la CTCH (Confederación de Trabajadores de Chile) desoyendo los llamados de Alberto Hurtado Cruchaga a integrarse a la ASICH, organización sindical católica y paralela.

En 1944 había sido uno de los impulsores del establecimiento de relaciones diplomáticas de Chile con la URSS, duramente criticada por la derecha y condenada por la jerarquía eclesiástica chilena, que pidió al Vaticano la excomunión del católico Leighton y sus camaradas.

En 1948 se opuso a la dictación de la llamada Ley Maldita, que ilegalizó y persiguió a los comunistas, entre ellos a Pablo Neruda.

Es decir, Bernardo Leighton no se dejó arrastrar nunca por el anticomunismo que, durante la Guerra Fría, empujó a muchos de sus camaradas de partido, y su único anti conocido fue el antifascismo.

Su salida del Ministerio del Interior de Frei Montalva a fines de los años 60 coincide con la derechización de ese gobierno y la represión a pobladores y mineros.

Antes del golpe de septiembre de 1973 criticó a la dirección del Congreso, que abrió las puertas al golpe; se opuso a éste y, ante, su victoria, tuvo el coraje y la lucidez de condenarlo.

Creo que fue en agosto de 1973 cuando Jorge Donoso, decé de siempre, y yo visitamos a Don Bernardo en su casa. Nos preocupaba la inminencia del golpe. Jorge era su amigo y camarada. Yo, un dirigente del Mapu que lo respetaba como al que más desde muy joven. Conversamos sobre el momento en Chile, amenazado por el fascismo. Don Bernardo nos fue a dejar al antejardín de su casa, llevando a Jorge del brazo, como era habitual en él cuando conversaba con sus amigos. “Frei está loco” nos dijo. “Cree que el golpe puede ser la solución y no ha perdido su esperanza de volver a ser Presidente”. “Si hay golpe yo estaré en La Moneda junto a Salvador Allende, defendiendo la Constitución”.

Su decisión la había comunicado a sus amigos y camaradas, verbalmente y por escrito, reiteradamente.

El atentado contra su vida, dos años después, tenía como objetivo castigarlo y de paso eliminar a un personaje que podía unir a todos los antifacistas en contra de la dictadura.

Poco antes había escrito a Frei desde Roma: “Estimo conveniente analizar el origen de nuestras diferencias, que nos han colocado todavía hoy en posiciones tan distantes. Creo que ese origen estaba en que para ti el golpe resultaba inevitable al paso que para mí fue evitable y nos obligaba a hacer lo inhumano para evitarlo. Tú partías, a mi juicio, de un concepto de fatalismo histórico opuesto a nuestra doctrina…Partiendo de esa premisa tus actuaciones posteriores fueron consecuentes y afectadas por ese error conceptual”.

En otro de sus párrafos destacaba una de sus diferencias de fondo con Frei: “¡Quién puede negar que los grandes intereses de adentro y de afuera del país, del capitalismo imperialista, que es un hecho en el mundo de hoy, aprovecharon y explotaron los errores de la UP para actuar de una manera insensata…!”

Aldo Moro nació en Lecce en 1916. Destacadísimo dirigente de la DC italiana y hombre de estado, dos veces Primer Ministro, fue secuestrado y asesinado en Roma poco tiempo después del atentado a Leighton, en 1978. Encabezaba la tendencia mayoritaria en su partido tendiente a gobernar su país en “un compromiso histórico” con los comunistas italianos dirigidos por Enrico Berlinguer para evitar un golpe y dar estabilidad democrática y progreso en la importante península europea.

Su camarada, el primer ministro italiano de la época Giulio Andreotti, se negó a negociar con los secuestradores de Moro. El asesinato imposibilitó la alianza de la DC con la izquierda y solidificó en Italia la hegemonía de la OTAN, del Vaticano y de las mafias, apresurando el derrumbe de las dos más potentes fuerzas progresistas del país.

Kissinger había advertido a la familia de Moro la posible suerte del dirigente por intentar incorporar a los comunistas al gobierno. Moro temía un golpe de Estado fascista en  el país donde el fascismo había nacido cincuenta años antes.

Según la viuda de Moro, Kissinger le advirtió a ella, en un encuentro político, poco antes del secuestro: “Debe abandonar su política…de otro modo pagará más caro que Salvador Allende. Nosotros no perdonamos”.

Paradojalmente, o no, las “Brigadas Rojas”, grupúsculo de ultraizquierda, se atribuyó años después el crimen de Moro.

Aldo Moro, desde su lugar de secuestro y poco antes de ser ultimado, escribió a Andreotti: “Le falta a Ud. ese conjunto de bondad, sabiduría, flexibilidad y limpidez que tienen, sin reservas, los poco demócratas cristianos que hay en el mundo. Usted no es de éstos. Durará un poco más o un poco menos pero pasará sin dejar huellas”.

Sin duda Moro pensaba, entre otros, en su camarada y amigo Bernardo Leighton como antítesis de los Andreotti.

Es la historia dura de los años 70, aquí y en Italia. Leighton y Moro son ya figuras que pertenecen a las tendencias progresistas y democráticas de todo el planeta.

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