Hace más de 2000 años que la religión cristiana se convirtió en Estado, en poder temporal, y creó la burocracia más vieja y experta del mundo. El papado, como monarquía absoluta de un Estado teocrático precapitalista, se enfrenta a la vez con el socialismo desde Pío IX y con el capitalismo financiero, materialista, hedonista, destructor de los valores tradicionales y de la familia que son la base del poder de los sacerdotes.
Contra el socialismo, que no cree en los salvadores supremos y sí en la organización y la rebelión de los oprimidos, la lucha del Vaticano es a muerte; contra el capitalismo, en cambio, combate desde el interior del sistema, que defiende. El Vaticano elige sus líderes de acuerdo con la tarea más urgente. Pío XII fue elegido porque era fascista en tiempos de Hitler y Mussolini; Juan Pablo II, el papa Wojtyla, experto en la lucha contra la burocracia estalinista, fue seleccionado porque era la punta de lanza del anticomunismo cuando aún existía la Unión Soviética y su bloque de Estados socialistas; Francisco, el papa peronista, es el piloto escogido en tiempos de rebelión de los pueblos latinoamericanos, que siguen siendo la principal base del catolicismo en el mundo.
Por eso va a Cuba no como amigo del régimen sino como enemigo. Su diferencia con Obama y el Departamento de Estado es sólo sobre los tiempos y los métodos para que Cuba vuelva a ser una colonia.
El viaje de Francisco es la continuidad de los viajes en 2012 de Benedicto XVI, el pastor alemán Ratzinger, ex miembro de la juventud hitlerista, y de la visita a Cuba y a la Nicaragua sandinista del polaco Wojtyla en 1998. Todas esas tournées mediáticas espectaculares buscaron y buscan convertir a la jerarquía de la Iglesia católica cubana en el centro de las oposiciones liberales y derechistas en la isla y reforzar las publicaciones de esa Iglesia y un vago socialcristianismo de derecha como la voz de la oposición al régimen, aprovechando que los medios de comunicación oral o escrita en Cuba pertenecen todos al Partido Comunista, el cual está totalmente identificado con el Estado, que se mueve en el marco del capitalismo asistencialista y distribucionista y aprovechando también que esos medios ofenden la inteligencia y cultura de los cubanos, ya que dan sólo las noticias permitidas por la burocracia y no tienen, por tanto, mucha credibilidad.
La Iglesia católica es absolutamente minoritaria en Cuba, frente a los santeros, los ateos y agnósticos y a los evangelistas. Pero tiene detrás de sí al Vaticano y un poder muy superior al número de sus fieles, pues santifica los valores capitalistas que tanto peso tienen entre los burócratas y conservadores en el propio gobierno y en el Partido Comunista. Al fin y al cabo, defiende valores que éstos ya tenían cuando tomaban como modelo a la Unión Soviética y a los países socialistas, donde gran parte de los jerarcas comunistas (como Putin o los chinos) estaban preparados para pasar sin problemas al capitalismo después de la disolución de la URSS en 1991.
Raúl Castro cree hábil organizar una recepción multitudinaria a Francisco y, para celebrar su visita, indultar a más de 3 mil 500 presos. Busca demostrar a otros países capitalistas una apertura libertaria del régimen. Pero las intenciones son una cosa y otros los resultados. La gran masa de gente que se reunirá para ver al Papa, en buena medida por curiosidad y en parte como manifestación política aperturista y hasta en algunos, opositora, si se le hubiera dejado a la Iglesia católica la organización de los actos, habría sido mucho menor. Es inevitable que el carácter masivo que tendrán las misas sea interpretado capciosamente por la prensa capitalista mundial como una manifestación de oposición al gobierno cubano. Por otra parte, la liberación de tantos presos que no han cometido delitos graves hará evidente que ellos estaban innecesariamente encarcelados pues existen otros medios sociales de reeducación para los pequeños delincuentes. Estados Unidos (el país que tiene el mayor número de presos cada 100 habitantes) podrá ahora darse el lujo de hablar de la represión policial en Cuba. Además, ese indulto sin precedentes y con motivo de la visita papal hace aparecer a la Iglesia católica local y, peor aún, a un gobierno extranjero (el Vaticano) como defensor de los derechos humanos en Cuba y tendrá, por tanto, consecuencias políticas internas en la isla, sobre todo entre los opositores.
Francisco en su juventud fue miembro de la Guardia de Hierro, organización político-clerical de la derecha peronista en el último gobierno de Juan Domingo Perón,l y la consigna histórica de los peronistas es ni yanquis ni marxistas: peronistas. El Vaticano –antimarxista por definición– no puede ser amigo del gobierno cubano; en cambio, Francisco tiene con Obama el terreno común de la defensa del sistema capitalista, aunque repudie la forma del mismo en la actualidad y busque reformarlo.
Obama quiere invadir Cuba con millones de turistas conservadores y consumistas y establecer un lazo, sobre esa base, entre la burguesía cubana exiliada y la burguesía mundial, por un lado, y un ala burguesa mimetizada en Cuba dentro de la burocracia privilegiada, por el otro. Utiliza hoy la zanahoria pero no desdeña el garrote. Francisco, en cambio, intenta métodos más graduales e ideológicos. Va a Estados Unidos para acercarle los votos de los católicos a Hillary Clinton, candidata de Obama, y para tranquilizar sobre los límites de su reformismo eclesiástico a la jerarquía católica local, importante para las finanzas del Vaticano. La presidenta argentina, por último, viaja a Cuba para ver a Francisco e intentar ostentar –a un mes de las elecciones– el voto mediático del peronista de derecha papa Bergoglio y lograr el apoyo tácito de la jerarquía católica argentina al peronista de derecha Daniel Scioli. En todo esto sólo hay maniobras políticas que es necesario saber comprender.